miércoles, 18 de julio de 2007

summertime [ 7 ] / para cerrar por ahora el tema de la homogeneización de la oferta, se trata de que como lectores tengamos de dónde y cómo escoger



Por lo menos temporalmente quisiera cerrar el tema de la homogeneización de la oferta editorial al que últimamente le he dedicado varias entradas — el martes 3, el viernes 6 y el jueves 12 de julio—. Para empezar, quisiera decir que estoy convencido de que es importante que cada quien lea lo que se le antoje según sus necesidades y expectativas y que en cierto sentido un buen libro es aquel que deja satisfecho a quien lo lee. Y digo “en cierto sentido” porque también estoy convencido de que hay tipos de literatura más elaborados que otros. Pero ese es otro asunto.


Creo que la homogeneización de la oferta mediante la publicación de obras que obedecen a fórmulas que han tenido cierto éxito comercial es una consecuencia directa de la concentración de la propiedad de la industria editorial. Siempre he sido un defensor de la idea liberal de que cada quien debe arreglárselas como bien pueda para decidir qué libros lee porque al fin y al cabo hay muchísima información disponible sobre lo que se publica —¿no se supone acaso que uno de los fundamentos del libre mercado es que todos tenemos acceso a la información para decidir qué consumimos?—. Sin embargo, desde hace un tiempo he empezado a cambiar de opinión porque con la creciente tendencia hacia la creación de grandes grupos multimedia cada vez es más difícil que lo que las editoriales independientes publican tenga visibilidad y que a largo plazo los autores que han alcanzado el éxito tras ser descubiertos por éstas se queden con ellas.



Al fin y al cabo, ¿cuáles autores tienen más probabilidad de que sus libros sean comentados y de que reciban buenas críticas en las páginas culturales de los periódicos y las revistas que pertenecen a los grandes grupos multimedia? ¿A cuáles autores se les asignan columnas de opinión en dichos periódicos y revistas? ¿Cuáles suelen ser los primeros autores entrevistados en las cadenas de radio y televisión de las que son dueños los grandes grupos multimedia? ¿Cuáles editoriales pueden pagar más dinero para que sus libros estén mejor ubicados en las grandes librerías —algunas de las cuales son propiedad de los grandes grupos multimedia—? ¿Cuáles son los autores que tienen más probabilidad de que una productora perteneciente a un gran grupo multimedia les proponga hacer una adaptación cinematográfica de una de sus novelas? Así las cosas, ¿a qué tipo de información sobre lo que se publica accede una persona del común que tiene ganas de leerse un libro durante sus ratos libres?


No estoy diciendo que los periódicos, las revistas y las cadenas de radio o televisión sean los órganos de propaganda de los sellos editoriales que pertenecen al mismo grupo suyo. Sin embargo, hay evidencias de que en los medios las obras publicadas por sellos “de la casa” reciben un mejor trato en términos de visibilidad y de favorabilidad que las que publican otras editoriales —incluso medios del prestigio de El País han estado en el ojo del huracán tras ser acusados de haber sido complacientes con los libros publicados por editoriales como Alfaguara, Taurus o Aguilar—.



En síntesis, creo que si se sigue consolidando la tendencia a que una parte importante de la oferta editorial provenga de un número tan limitado de grupos cada vez será más difícil que ésta sea diversa y plural. No se trata de que todo el mundo lea El Código Da Vinci y La sombra del viento, como sucede actualmente. Ni de que a partir de ahora sólo sea bien visto leer Antígona, Tristram Shandy, La montaña mágica, El proceso, La peste, El ruido y la furia, El libro de arena y Conversación en la catedral.


Se trata simplemente de que como lectores tengamos de dónde y cómo escoger.