jueves, 19 de julio de 2007

summertime [ 8 ] / the cult of the amateur: entre el espíritu reaccionario y el populismo

Hace poco salió un libro llamado The Cult of the Amateur, de Andrew Keen, que critica de una manera bastante categórica la falta de rigor que hay en las plataformas tipo Web 2.0 que parten del principio de que los usuarios son quienes generan y emiten contenidos a los que al final puede acceder cualquier persona algo que para el autor constituye el "asesinato de nuestra cultura" y el "ataque de nuestra economía". Basta con tener un computador, algún gadget, un par de programas de edición y una conexión a Internet para abrir un blog, montar un álbum de fotos o colgar un vídeo en la red.


Supongo que la mayor parte de los generadores de contenidos de la Web 2.0 son aficionados sin mayor experticia técnica en el manejo de la escritura o de la edición de material audiovisual que simplemente quieren expresar algo y compartirlo con su pequeño círculo de amigos. Lo interesante de este asunto es que muchas veces algunas personas similares a ellos se sienten identificadas con lo que dicen esos aficionados y que con el paso del tiempo estos pueden ir desarrollando ciertas destrezas que hacen que la calidad de los contenidos que generan vaya mejorando. Es más, esas experiencias de aficionados pueden llevar al descubrimiento de vocaciones ocultas, a apostar por eso que siempre habíamos querido pero no nos habíamos atrevido a hacer o simplemente a un proceso de aprendizaje en el que cada quien aprovecha a su manera los recursos que tiene a la mano.


Se trata de una experiencia que me parece atractiva y valiosa desde donde se la mire. Lo importante es mantener una distancia crítica frente al resultado final para evitar atribuirle un valor inferior o superior al que tendría desde un punto de vista más o menos objetivo. Por otro lado, está claro que la valoración que haga un experto de un álbum de fotos o de un vídeo de un aficionado será distinta de la que haga otro aficionado. Al final muchos de estos contenidos producidos por aficionados no tienen la intención de llegar al gran público —aunque algunos vídeos caseros se hayan convertido en todo un fenómeno de masas—. Por el contrario, muchas veces son guiños íntimos entre grupos pequeños de personas que tienen afinidades ente sí —precisamente ahí está la fuerza de las redes sociales que se construyen a través de Internet—.


Sin embargo, lo anterior no significa que al cabo de un tiempo un aficionado no pueda generar contenidos que sean merecedores del reconocimiento de alguna instancia de autoridad. Porque finalmente todo el problema que plantea Andrew Keen en The Cult of the Amateur se reduce a una cuestión de autoridad.


Keen dice lo siguiente:


La Web 2.0 ‘le rinde culto al aficionado creativo: el realizador autodidacta de películas, el músico de dormitorio, el escritor no publicado. Sugiere que todo el mundo —incluso el más pobremente educado y el menos formado de nosotros— puede y debería usar los medios digitales para expresarse y realizarse. La Web 2.0 “empodera” nuestra creatividad, “democratiza” los medios, “nivela el campo de fuego” entre expertos y aficionados. El enemigo de la Web 2.0 son los medios tradicionales “elitistas”’.


No he leído todo el libro de Andrew Keen pero quiero hacerlo porque aunque en principio su planteamiento me parece bastante reaccionario y rancio, los fragmentos de The Cult of the Amateur que he podido leer hasta el momento sugieren que en él se toma una distancia crítica frente a esa idea populista de que ahora el poder es del everyman —que ya no es un consumer, sino un prosumer porque es un “proactivo”— y de que muy pronto el periodismo ciudadano llevará a los medios tradicionales “elitistas” al colapso.


El pasado miércoles 18 de abril en una entrada titulada ‘el “reportero ciudadano” y los grandes medios’ escribí lo siguiente:


‘El hecho de que hoy en día cualquier persona que tenga una cámara para tomar fotos o grabar videos y un computador con acceso a Internet esté en capacidad de producir y poner a circular contenidos que en muy poco tiempo pueden llegar a ser vistos por millones de personas no significa que los grandes medios vayan a quebrarse como consecuencia de un eventual auge de lo que se conoce como “periodismo ciudadano”, ni que un clic sea suficiente para dar el salto a la fama ni mucho menos que ahora sea facilísimo hacer lo que tanto trabajo les ha costado a Ryszard Kapuściński o a Jon Lee Anderson. Finalmente el acceso a la información de primera mano no es más que un punto de partida del cual se puede prescindir si se tiene la destreza necesaria para ganarse la confianza del público articulando relatos consistentes a partir de los cables de noticias que envían las agencias de prensa.


Lo que sí sugiere esta idea del ‘reportero ciudadano’ es que los medios tradicionales —cuya propiedad tienden a concentrar cada vez más los grandes grupos multimedia— han perdido el monopolio de la movilización de la opinión pública, sobre todo cuando se trata de temas de interés puramente local. Creo que los medios tradicionales pueden aprovechar su capacidad de acceder rápidamente a fuentes de todo tipo y de contrastar los testimonios de éstas —es decir, de procesar la información en bruto con el propósito de darle valor agregado— para seguir marcando una diferencia importante con respecto a lo que está en capacidad de producir el ciudadano de a pie. Sin embargo, para hacerlo es necesario que le apuesten al fortalecimiento de su credibilidad no sólo porque para un medio de comunicación no hay patrimonio más valioso ni fuente de prestigio más importante que ésta sino también porque cada vez tenemos más argumentos de peso para sospechar de las empresas pertenecientes a los grupos multimedia.


Si, por el contrario, continúan incurriendo en los mismos errores que los han llevado a perder su credibilidad, en el mediano y en el largo plazo los medios tradicionales corren el riesgo de ver cómo las fuentes independientes siguen ganándoles terreno en términos de capacidad de movilización de la opinión pública —sobre todo en el ámbito tanto de lo local como de la discusión especializada en torno a temas específicos—‘.


Cuando hablo de los errores que han llevado a los medios a perder su credibilidad pienso, por ejemplo, en el escándalo protagonizado en 2003 por The New York Times cuando se descubrió que una buena parte de los conmovedores y aplaudidos reportajes del periodista afroamericano Jayson Blair partían de información que éste inventaba para ganarse la admiración de sus colegas y de la opinión pública.


Si Andrew Keen está tan preocupado por el “asesinato” de “nuestra cultura”, tal vez ya sea un poco tarde para poner el grito en el cielo porque desde hace mucho tiempo “vemos” cómo ésta viene siendo víctima de la ineptitud y el despotismo de los grandes conglomerados económicos. Al fin y al cabo la Web 2.0 sigue siendo un fenómeno minoritario.

2 comentarios:

Culebrero dijo...

Creo que se subestima el poder de los grandes grupos de comunicación para evolucionar frente a los desafíos de la tecnología, así como se subestima el poder del periodista callejero. El caso de Blair opacó en principio la credibilidad del New York Times, sin embargo, fue una oportunidad que el diario aprovechó para romper las líneas jerarquizadas de su organización con el fin de acercar a los directores del diario con el trabajo periodístico. Además, permitió liderar todo un proceso interno para cambiar los protocolos y normativas éticas haciéndolas mas aplicables y eficientes. Los cambios hechos por el diario a raíz de este escándalo, y las recomendaciones de la comisión Seagal, son hoy un ejemplo organizativo para los grandes conglomerados mediáticos, los cuales son más concientes que nunca de que al final la credibilidad sobre la información que producen será su mas preciada arma frente a las fuentes independientes.

martín gómez dijo...

Claro, los medios más astutos se reinventan para adaptarse a nuevas circunstancias y para salir bien librados de crisis como la que provocó el caso Blair en The New York Times. Sin embargo, en muchos casos el reto no es sobrevivir sino conservar y/o mejorar tanto el posicionamiento como la participación en el mercado.

Creo que la clave en este asunto está en ver la coexistencia de ambas modalidades de comunicación en el paisaje mediático actual, en pillarse la manera como éstas interactúan y en ser consciente de las ventajas y de los handicaps de cada una de ellas.