lunes, 21 de mayo de 2007

'mcondo' once años después: mucho ruido y pocas nueces

En agosto de 1996 dos figuras pertenecientes a una nueva camada de escritores chilenos publicaron McOndo, una compilación de relatos de dieciocho autores latinoamericanos con quienes compartían una serie de referentes, sensibilidades, preocupaciones, intereses, temas y registros narrativos. La antología editada por Alberto Fuguet y Sergio Gómez partía del siguiente presupuesto:


“Nuestro McOndo es tan latinoamericano y mágico (exótico) como el Macondo real (que, a todo ésto, no es real sino virtual). Nuestro país McOndo es más grande, sobrepoblado y lleno de contaminación, con autopistas, metro, tv-cable y barriadas. En McOndo hay McDonald´s, computadores Mac y condominios, amén de hoteles cinco estrellas construídos con dinero lavado y malls gigantescos.


En nuestro McOndo, tal como en Macondo, todo puede pasar, claro que en el nuestro cuando la gente vuela es porque anda en avión o están muy drogados. Latinoamérica, y de alguna manera Hispanoamérica (España y todo el USA latino) nos parece tan realista mágico (surrealista, loco, contradictorio, alucinante) como el país imaginario donde la gente se eleva o predice el futuro y los hombres viven eternamente. Acá los dictadores mueren y los desaparecidos no retornan. El clima cambia, los ríos se salen, la tierra tiembla y Don Francisco coloniza nuestros inconscientes”.


Al parecer la motivación de Fuguet y Gómez para hacer su antología fue el desconcierto que en su momento les produjo el rechazo que suscitó en el International Writers Workshop de la Universidad de Iowa el hecho de que sus textos faltaran “al sagrado código del realismo mágico” porque, según un editor, éstos “bien pudieron ser escritos en cualquier país del Primer Mundo". Sin lugar a dudas, lo que Fuguet y Gómez llaman ‘la locura latina’ es una consecuencia del éxito que tuvieron en el mercado las obras de los autores del boom, de esa necesidad de la academia de ponerle una etiqueta a todo y, finalmente, de la exotización de lo latinoamericano por parte tanto de esta misma academia como de los medios de comunicación norteamericanos y europeos.


Dicen Fuguet y Gómez que “existe un sector de la academia y de la intelligentsia ambulante que quieren venderle al mundo no sólo un paraíso ecológico (¿el smog de Santiago?) sino una tierra de paz (¿Bogotá?, ¿Lima?). Los más ortodoxos creen que lo latinoamericano es lo indígena, lo folklórico, lo izquierdista. Nuestros creadores culturales sería gente que usa poncho y ojotas. Mereces Sosa sería latinoamericana, pero Pimpinela, no. ¿Y lo bastardo, lo híbrido? Para nosotros, el Chapulín Colorado, Ricky Martin, Selena, Julio Iglesias y las telenovelas (o culebrones) son tan latinoamericanas como el candombe o el vallenato”.


Sin lugar a dudas la propuesta de McOndo es bastante interesante porque si las generaciones más recientes hemos crecido en una época cuyo espíritu es muy distinto de aquel de la de García Márquez, Rulfo o Carpentier, es ridículo esperar que la sensibilidad, las preocupaciones, los intereses, los temas y los registros narrativos de los escritores de hoy sean iguales a los de los autores mencionados. No obstante, la manera como Fuguet y Gómez plantean su propuesta siempre me ha parecido un poco chocante porque su actitud iconoclasta los lleva a desconocer el valor del aporte que en su momento hicieron a la tradición de la literatura latinoamericana una serie de obras de altísima calidad literaria que, además, dieron cuenta de ciertos aspectos de la realidad de la región de una manera muy ingeniosa, viva y, en ocasiones, universal.


Coincido con Fuguet y Gómez en que en la narrativa que se está produciendo actualmente en Latinoamérica “el gran tema de la identidad latinoamericana (¿quiénes somos?) pareció dejar paso al tema de la identidad personal (¿quién soy?)” y en que “ésta es una de las herencias de la fiebre privatizadora mundial” porque los textos que se están escribiendo hoy en día “no son frescos sociales ni sagas colectivas. Si hace unos años la disyuntiva del escritor joven estaba entre tomar el lápiz o la carabina, ahora parece que lo más angustiante para escribir es elegir entre Windows 95 o Macintosh”.


Aunque creo que la provocación de Fuguet y Gómez era necesaria para que ellos y sus contemporáneos pudieran quitarse de encima el estigma del realismo mágico, once años después tengo la impresión de que —salvo unas pocas excepciones— el legado de McOndo es bastante pobre y de que su publicación trajo consigo mucho ruido y pocas nueces.


Nota: los siguientes son los autores incluidos en McOndo:


Juan Forn, Rodrigo Fresán, Martín Rejtman, Edmundo Paz Soldán, Santiago Gamboa, Rodrigo Soto, Alberto Fuguet, Sergio Gómez, Leonardo Valencia, Ray Loriga, José Angel Mañas, Antonio Domínguez, Jordi Soler, David Toscana, Naief Yehya, Jaime Bayly, Gustavo Escanlar y Martín Casariego Córdoba.

2 comentarios:

Fernando Visbal Uricoechea dijo...

Creo que Rodrigo Fresán y Roberto Bolaño bien pueden no ser grandes nueces para ti, pero si son unas deliciosas almendras para los que gustamos de la nueva forma de narrar que se aburrió del realismo mágico...

martín gómez dijo...

Por el contrario, Bolaño y Fresán —aunque el primero más que el segundo— me parecen excelentes escritores.

Aunque a mí también me hastiaron ciertas cosas del realismo mágico, autores de McOndo como Fuguet, Paz Soldán, Gamboa, Loriga y Bayly sí me parecen pésimos. Las fallas de los autores del realismo mágico no convierten a los otros en virtuosos.