jueves, 29 de mayo de 2008

contexto: colaboración entre pequeñas editoriales independientes

Las pequeñas editoriales independientes siguen haciendo interesantes alianzas de colaboración. En esta ocasión se trata de Contexto, una asociación conformada por Libros del Asteroide, Barataria, Global Rhythm Press, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso.



Me parece muy interesante el dinamismo con el que están trabajando estas editoriales y la manera como le están sacando provecho al tamaño de su estructura para hacer alianzas estratégicas basadas en el establecimiento de vínculos de colaboración.


Aprovechando la Feria del libro de Madrid, los editores Luis Solano, Carola Moreno, Julián Viñuales, Enrique Redel, Diego Moreno, Julián Rodríguez y Santiago Tobón presentarán la asociación y la revista Contexto el próximo martes 3 de junio.


En ocasiones anteriores ya me había referido tanto a la alianza entre Libros del Asteroide, Impedimenta y Periférica para promocionar sus libros conjuntamente como al trabajo que están articulando Gadir, Impedimenta, Libros del Zorzal, Nórdica, Periférica, Sexto Piso y Tumbona en torno a SP Distribuciones y a SP Revista de Libros.


Ya me referiré al propósito y a los proyectos de Contexto más adelante, cuando tenga más detalles al respecto.

miércoles, 28 de mayo de 2008

la metamorfosis del libro

La aparición, el perfeccionamiento, la proliferación, la creciente penetración y la consolidación de los soportes electrónicos suponen una metamorfosis del concepto de libro y, por lo tanto, un desafío para la industria editorial. Todos los actores involucrados en la cadena de producción editorial deben buscar la forma más óptima de adaptarse al entorno que se configura a partir de esta transformación —replanteamiento del modelo de negocios, negociación de derechos, tipos de licencias y usos permitidos por cada una de ellas, costes de producción y distribución de los contenidos, precio del producto final, fuentes de ingresos y un largo etcétera—. Como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías asociadas a la presentación de contenidos en texto e imagen, nuestra idea tradicional de lo que es un libro empieza a ser insuficiente y las fronteras de la definición de este concepto tienden a desdibujarse.





Joaquín Rodríguez viene planteando en el blog Los futuros del libro una serie de interesantes reflexiones sobre este tema que permiten estar al tanto del rumbo que toma esta discusión y entender las implicaciones que tiene su evolución.


Rodríguez muestra la complejidad del problema en la entrada titulada “Esto no es un libro (¿o sí?)”:


‘Roger Chartier, el maestro francés, nos advertía hace ya bastante tiempo, de que uno de los principales problemas al que deberíamos enfrentarnos para comprender la transición de los soportes que ahora está sucediendo es que no disponíamos todavía de las categorías intelectuales necesarias para percibir los nuevos soportes como libros o, dicho de otra manera, que nuestras categorías perceptivas están indisolublemente ligadas a un medio concreto —el papel y sus diversas manifestaciones— y a la forma en que ese medio compone y transmite los significados’.

martes, 27 de mayo de 2008

inventario de lecturas [ 7 ]

En el segundo semestre de 1997 finalmente me matriculé en la carrera de Literatura. Yo quería tiempo para leer y ésa fue la mejor forma que encontré de tenerlo. El programa de Literatura estaba estructurado en varias áreas y salvo contadas excepciones uno podía ver las clases en el orden que quisiera porque casi ninguna tenía prerrequisitos.


Empezar no fue nada fácil. Revisando el programa de estudios me encontré con que había un montón de cosas que no me interesaban o que me producían pánico pero a las que tarde o temprano tendría que enfrentarme: literatura del Siglo de Oro, lingüística, épica griega, teoría literaria, literatura precolombina o historia de la lengua.


Yo sólo quería leer literatura moderna y contemporánea.


Estaba frente a un problema y como no quería enfrentarlo en ese momento, opté por inscribirme en la clase de Introducción a los estudios literarios —que era obligatoria— y por escoger dos cursos sobre temas que me interesaran: Teatro colombiano y Seminario de Vargas Llosa.


En mi curso de Introducción a los estudios literarios la profesora proponía un recorrido por la literatura universal que empezaba con el sacrificio de Isaac de la Biblia y terminaba con Crónica de una muerte anunciada. Todo iba bien para mí hasta que la profesora nos dijo que empezáramos a leer la Poética de Aristóteles para discutirla en clase porque así nos familiarizaríamos con los géneros clásicos y tendríamos herramientas para abordarlos.


En ese momento tenía 19 años y venía del colegio con el trauma de que todo lo clásico era aburrido y demasiado sofisticado para mí. Obviamente nunca empecé a leer la Poética ni mucho menos la Odisea, así que mientras mis compañeros discutían sobre la catarsis del héroe en la tragedia o sobre las reglas de la hospitalidad yo me quedaba mirando por la ventana hasta que se acababa la clase. Superado el impasse griego, antes de llegar a Crónica de una muerte anunciada leímos El Lazarillo de Tormes, Hamlet y algunos cuentos de Balzac, de Poe y de Cortázar. Al final del curso hice un trabajo pésimo acerca de De sobremesa, de José Asunción Silva.



El curso de Teatro colombiano fue un desastre. Yo me había inscrito en él pensando que me serviría para conocer las nuevas tendencias del ámbito teatral colombiano pero me encontré con que a la profesora sólo le interesaban el Teatro La Candelaria y el Teatro Experimental de Cali. Aunque las clases eran un poco aburridas —de hecho creo que en ninguna sesión me quedé hasta el final—, las obras que leíamos me gustaban un montón porque en ese momento me interesaba mucho la literatura como vehículo de transmisión de ideas políticas.


El Seminario de Vargas Llosa fue el curso que salvó el semestre. Ahí releí La ciudad y los perros y leí por primera vez Conversación en La Catedral, El elogio de la madrastra e Historia de Mayta. Además de hacerme muy feliz, la lectura de estas novelas de Vargas Llosa hizo que me dieran muchas más ganas de leer.


Entre tanto, por fuera de la universidad seguía perdido en el hoyo negro de la literatura colombiana posterior a García Márquez. Continuaba con la idea de que era importante conocer lo que se había escrito en Colombia durante las últimas décadas y lo que se estaba escribiendo en ese momento. Si no estoy mal, cuando me hastié del nadaísmo fue que me di cuenta de que había tocado fondo y de que era necesario corregir el rumbo.


Afortunadamente corregí el rumbo y al hacerlo mi percepción con respecto a los clásicos y mi relación con éstos cambiaron radicalmente.

lunes, 26 de mayo de 2008

donde pongo el ojo... [ 36 ]


Lecturas en curso


El compromiso, de Serguey Dovlátov

Ikusager

Vitoria-Gasteiz, 2005


Mi recomendado de la semana


Blog The Literary Saloon


Mis libros favoritos


La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes

Alfaguara

Madrid, 2008


Me llama la atención


Viaje a Rusia, de Joseph Roth

minúscula

Barcelona, 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

¿para qué una feria del libro?

El editor colombiano Nicolás Morales escribió en el pasado número de la revista Arcadia una columna titulada “La nueva Feria del Libro”, en la que dice lo siguiente con respecto a la iniciativa de replantear el esquema de la feria de Bogotá:


‘Preocupadas por el declive en el porcentaje de percepción favorable que el público tiene del evento, y por unos indicadores de gestión que no abandonan la zona de las barras rojas, Corferias y la Cámara del Libro han decidido cambiar las reglas de juego buscando revitalizar esa sorprendente explosión bibliográfica que constituye nuestra Feria del Libro. Para ello convocaron a una junta de expertos que, tras analizar un sinnúmero de cuadros estadísticos y realizar algunos estudios conductuales en torno a la relación social propaganda-lucro-lectura, formularon algunas recomendaciones al comité organizador que, en este momento se están discutiendo en las reuniones’.



Según Morales, las recomendaciones de la junta de expertos son las siguientes:


- ‘Prohibidos los escolares


- No habrá stand sin libros


- No se invitará más a Ruanda ni a Bután


- Que Uribe* no inaugure la Feria


- Que vengan escritores y no Chespiritos


- Por favor, no sigan haciéndonos creer que Laura Acuña** es una intelectual’


La verdad es que no veo cómo las medidas propuestas por estos expertos pueden contribuir a que los indicadores de gestión de la Feria del Libro de Bogotá abandonen la llamada “zona de las barras rojas”. En un evento como una feria del libro es necesario distinguir entre la búsqueda del rendimiento económico, el impacto comercial, la dimensión cultural, el showbiz y las movidas políticas, que son aspectos bien distintos pero que querámoslo o no están estrechamente relacionados.



Supongamos que en la Feria del Libro de Bogotá se erradican ‘los ejércitos de jóvenes que, con la excusa de un baño de cultura, corren y desordenan un evento que no esta muy pensado para ellos’, así como la burocracia estatal, las organizaciones de beneficencia y los institutos de enseñanza del inglés; que el país invitado es Alemania; que la feria la inaugura Noam Chomsky en lugar de Uribe; que los autores de libros de autoayuda son sustituidos por John Updike y Ricardo Piglia; y que se les prohíbe a JLo*** y a Britney Spears ir a firmar sus poemarios y memorias. Vale.


¿Se va a recaudar más dinero en taquilla y van a vender más los editores si a la feria no asisten figuras políticas y mediáticas? ¿Harán China o el Reino Unido el esfuerzo de montar un buen pabellón si siguen sin tener una razón particular para hacerlo?


Colombia es un mercado editorial que por su tamaño está en capacidad de hacer una feria importante en el circuito iberoamericano y un par más con peso en el ámbito nacional. Sin embargo, para revitalizar la feria es más importante definir su naturaleza y su propósito que a quién se le da y a quién se le niega el derecho de admisión.


Al final el resultado de los indicadores de gestión depende de que los asistentes encuentren en la feria aquello que buscan —a quienes van a Frankfurt no necesariamente les interesa ir a Londres, a Guadalajara, a Chicago, a Madrid o a Buenos Aires—.


* presidente de Colombia

** modelo y presentadora de televisión

*** estrella de origen puertorriqueño y esposa del cantante Marc Anthony

jueves, 22 de mayo de 2008

actualización: entrevista al editor jaume vallcorba disponible en línea gracias al observatorio tökland edición xxi

Gracias a los chicos del Observatorio Tökland Edición XXI, la entrevista que le hice al editor Jaume Vallcorba para la revista El malpensante puede descargarse haciendo clic aquí —¿recuerdan que por alguna extraña razón era imposible hacerlo desde el servidor en el que yo la había colgado?—.


¡Gracias, Pablo!

libros sobre libros, una colección para entender la actividad, la industria y el mercado editorial

Libros sobre libros es una colección cuyo fondo se ha convertido en una referencia fundamental para quienes estamos interesados en los vaivenes de la actividad, de la industria y del mercado editorial. La presentación de la colección no podría ser más precisa:


‘La industria editorial no suele ser tema de interés de la industria editorial. Aunque cada vez hay más, los libros acerca de la edición de libros siguen siendo escasos y, salvo un par de excepciones en el ámbito de lengua española, están dispersos entre los catálogos de diversos editores. Esta colección ofrece a los profesionales del libro, bajo un solo sello y de manera sistemática, herramientas prácticas para la diaria ejecución de sus labores y reflexiones sobre los alcances y limitaciones de su quehacer. La idea que anima la selección y preparación de las obras es contribuir a que los agentes involucrados en el ciclo del libro lleven a cabo su trabajo de mejor manera, con mayor facilidad y generando mayores beneficios, tanto culturales como económicos’.


La colección Libros sobre libros es coeditada por el Fondo de Cultura Económica y Libraria, que presentan las cuatro ramas de su catálogo así:


- Obras para editores



‘La edición de libros actúa en ámbitos tan diversos como la administración, la creación literaria, la producción industrial, la comunicación y el derecho: en eso radica su encanto y su dificultad. En esta sección del catálogo ofrecemos materiales sobre algunas de esas materias, en el entendido de que no hay recetas mágicas para aprender un oficio que sólo se domina con tenacidad, intuición y congruencia’.


- Obras para libreros




‘Las librerías han sido siempre un negocio de baja rentabilidad y de muy altas exigencias, tanto culturales como financieras. Quienes se dedican a la venta minorista de libros ocupan un puesto clave en el camino que une la creación de autores y editores con el lector, pues la mayor parte de la venta de ejemplares se realiza por ese canal. Los textos que ofrecemos en esta sección buscan fortalecer su desempeño comercial mediante una mejor atención al cliente y un mejor uso de la información que la propia librería genera’.


- Obras para autores



‘Los autores son uno de los dos protagonistas en la puesta en escena de cada libro (el otro es, por supuesto, el lector). A ellos ofrecemos aquí materiales que simplifiquen su trabajo y mejoren las relaciones con el editor, ese intermediario que aspira a unir los distantes polos de la escritura y la lectura’.


- Obras sobre historia del libro



‘Además de que conocer la génesis y la evolución de la industria editorial es útil en la práctica cotidiana, volver la mirada hacia el pasado nos permite gozar como propios los triunfos y sufrir los quebrantos de los colegas que nos precedieron. Las obras de esta sección son al mismo tiempo fuente de información y de entretenimiento, pues las vicisitudes del libro coinciden con las mejores aventuras de la inteligencia’.


Revisando el catálogo de Libros sobre libros me doy cuenta de que quien quiera entender cómo funciona la cadena de producción editorial debería leer la mayoría de sus títulos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

inventario de lecturas [ 6 ]

Seguimos en la primera mitad de 1997. Durante esos meses continué leyendo a algunos de los autores que había empezado a leer con asiduidad a raíz de las reuniones de los viernes en la tarde en El café de la luna lela: Álvaro Cepeda Samudio, Edgar Allan Poe, Álvaro Mutis y Julio Cortázar.


Durante las vacaciones de mitad de año hicimos con Roberto un paseo por Cartagena, Barranquilla y Sincelejo. En Barranquilla mi tío Armando me dijo que fuera a su biblioteca y cogiera todos los libros que quisiera porque él ya los había leído y porque si seguían ahí el jején y la humedad acabarían comiéndoselos. Al final de esas vacaciones regresé a Bogotá con varias primeras ediciones de García Márquez, con los cuentos completos de Oscar Wilde, con Siddhartha y con un par de libros más de esa colección de clásicos de la literatura universal de Bruguera que venía encuadernada en cuero rojo.


Entre las cosas que leí entre junio y agosto de ese año se destacan algunas de las siete novelas que componen Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero y un libro de poemas titulado Caravansary —también de Álvaro Mutis—, algunos cuentos de Cortázar, una novela de Conrad llamada Bajo la mirada de Occidente, los Cuentos de amor, de locura y de muerte, de Horacio Quiroga, y Ojos de perro azul —de García Márquez—.


Era consciente de que me quedaba todo por leer y quería leerlo todo. Y como siempre hay que empezar por algún lado, yo decidí hacerlo por el que me parecía más cercano a mí: la literatura colombiana. Todavía no había superado a Andrés Caicedo y como entonces tenía una faceta compulsiva, decidí leer toda la literatura colombiana que se me atravesara por delante. Solía aprovechar cualquier rato libre que tuviera para visitar las librerías de segunda, los mercados de las pulgas y las ferias del libro que hacían en el Parque de los periodistas o en el Parque Santander y regresaba a mi casa con mi maleta llena de libros de las colecciones de autores colombianos de La Oveja negra y de Planeta.


Entre los libros de estas dos colecciones que compré y leí en esa época recuerdo los siguientes:


- Episodios bogotanos, de Alfredo Iriarte


- La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio


- Bomba Camará, de Umberto Valverde


- Nostalgia Boom, de José Stevenson


- Las puertas del infierno, de José Luis Díaz Granados (una novela sobre la que algún comentarista de libros demasiado despistado o complaciente dijo que era el Ulises colombiano)


- Chambacú, corral de negros, de Manuel Zapata Olivella


- La sed de los huyentes, de Milcíades Arévalo


- Urbes luminosas, de Eduardo García Aguilar


- Cuentos para antes de hacer el amor / Cuentos para antes de hacer el amor, de Marco Tulio Aguilera Garramuño


Un día encontré en mi casa un libro que durante un tiempo largo tuve siempre a la mano: la antología El cuento colombiano, de Eduardo Pachón Padilla. Lo interesante de este volumen era que hacía un recorrido relativamente completo por la tradición narrativa colombiana en la medida en que incluía cuentos de autores que iban desde Tomás Carrasquilla hasta Andrés Caicedo, pasando por Manuel Mejía Vallejo, Pedro Gómez Valderrama, Cepeda Samudio, García Márquez y Óscar Collazos.



En esta época caí en el hoyo negro de la narrativa colombiana posterior a García Márquez. En muy pocos meses leí un montón de novelas con pretensiones intelectuales y experimentales que generalmente me aburrían y no me interesaban. Las novelas de Mutis, Episodios bogotanos, La casa grande, Urbes luminosas y algunos relatos de El cuento colombiano son las únicas obras de autores colombianos cuya lectura recuerdo haber disfrutado. Supongo que cuando me di cuenta de que las demás me resultaban insoportables seguí leyéndolas porque estaba a la expectativa de encontrar algo valioso en ese territorio que yo quería sentir tan próximo a mí. Y supongo también que si lo hubiera encontrado les habría dado una oportunidad a algunos libros de otros autores colombianos como Alberto Duque López, Alonso Aristizábal, Sandro Romero, Óscar Collazos, Juan Gossaín o Alfonso López Michelsen que compré pero nunca leí.

martes, 20 de mayo de 2008

clásicos recuperados

A pesar de que la línea editorial de cada una de ellas tiene una serie de particularidades que la distinguen de todas las demás, editoriales como Acantilado, Impedimenta, Sexto Piso, Artemisa, Nórdica, Atalanta, El Olivo Azul y Funambulista comparten un denominador común: todas están recuperando obras de autores clásicos que por alguna razón habían caído en el olvido.


Gracias a estas editoriales podemos leer obras de autores como Guillaume Apollinaire, Jane Austen, Honoré de Balzac, Emily Brontë, Chateaubriand, G. K. Chesterton, Joseph Conrad, Gustave Flaubert, E.T.A. Hoffmann, Henry James, Michel de Montaigne, Rainer Maria Rilke, Stendhal, Robert Louis Stevenson, Lawrence Sterne, Jonathan Swift, León Tolstói y Oscar Wilde que hace mucho tiempo no se editaban en castellano o que incluso nunca habían sido traducidas a nuestra lengua.


En algunos casos se están recuperando obras menores que han sido opacadas por las obras maestras tanto de sus autores como de su época y que en ocasiones sólo conocen los especialistas y uno que otro curioso. Independientemente de su calidad literaria o del interés que puedan suscitar algunos de los textos recuperados, me parece interesante el trabajo que los editores mencionados —y tal vez algunos otros que se me escapan— están haciendo en esta dirección porque están facilitando el acceso a obras muchas veces desconocidas en nuestro medio y que de otra manera o bien tendríamos que leer en traducciones anticuadas o bien sólo podrían ser leídas por aquellos que conocieran las lenguas en las que fueron escritas o a las que se han traducido anteriormente.




En algunos casos se están haciendo ediciones muy cuidadas de estas obras, lo cual pone en evidencia la calidad del trabajo que están haciendo ciertos editores. Por otro lado, vale la pena destacar tanto la disminución de costes de producción que implica el hecho de que estas obras sean de dominio público como la repercusión que su publicación debe tener sobre el oficio de la traducción.

lunes, 19 de mayo de 2008

donde pongo el ojo... [ 35 ]


Lecturas en curso


*S,C,P,F…

Actar y *S,C,P,F…

Barcelona, 2006


Mi recomendado de la semana


Aires de familia, de Carlos Monsiváis

Anagrama

Barcelona, 2001


Mis libros favoritos


La mansión de Araucaíma / Diario de Lecumberri, de Álvaro Mutis

Editorial Norma

Bogotá, 1996


Me llama la atención


Librería Tres rosas amarillas (especializada en relato)

C/ San Vicente Ferrer 34

28004, Madrid

Teléfono: (+34) 915.22.81.08




viernes, 16 de mayo de 2008

la colección 007 de penguin books


Me encanta el trabajo que está haciendo Penguin Books en el Reino Unido con el diseño de sus colecciones.


Para celebrar el centenario del nacimiento de Ian Fleming, Penguin Books ha lanzado la colección 007 en la que reeditan catorce novelas de James Bond con un diseño de Michael Gillette. Con respecto a la colección que saldrá el próximo 29 de mayo dice Colin Brush:


‘The books were numbered on their spines so it's not hard to read them in order (if you're traditionally minded). The blurbs, adapted from earlier Penguin editions, were themed around the new unified concept. Fourteen book biographies, one for each back flap, replaced the usual author biography (which is found on page one). A short extract from each book graces the back cover. They were made into demi-format hardbacks to be not so much collectible as bloody irresistible’.



Me gustan mucho el concepto, la tipografía y el uso del color. No me cabe la menor duda de que Penguin ha despertado el deseo de tener esos libros en mi biblioteca.

jueves, 15 de mayo de 2008

entrevista a jaume vallcorba, editor de quaderns crema y acantilado, en la revista el malpensante


Ya está circulando el número de la revista colombiana El malpensante en el que aparece la entrevista que le hice hace unos meses a Jaume Vallcorba, el editor de Quaderns Crema y Acantilado. En sus respuestas Vallcorba revela sin ninguna reserva la manera como concibe y asume no sólo el oficio editorial, sino también la literatura.


Creo que después de leer la entrevista podemos hacernos una idea del lugar que ocupa Jaume Vallcorba en el panorama editorial actual.


Reproduzco algunos fragmentos de la entrevista que me parecen particularmente interesantes. Quienes quieran leer la entrevista completa pueden descargarla haciendo clic aquí. Buena lectura.


'¿Cómo ha sido la experiencia de combinar la actividad editorial con la docencia?


Frenética pero enormemente estimulante. Creo que son dos actividades complementarias. Me parece que la labor editorial se puede entender de dos modos: por una parte, el de quien se dedica a publicar libros que el público ya sabe que quiere; y, por otra parte, el de quien le ofrece al lector aquellos libros que quizás aún no sabe que quiere —que es en el que a mí me gusta trabajar—. Son dos cosas muy distintas. En buena medida me gusta hacer un trabajo de explorador para proponer un catálogo y crear una biblioteca propia dirigida a un público con el que pretendo sintonizar.


Sucede lo mismo que con los estudiantes. Cuando uno enseña literatura también hace unas propuestas de lecturas que los estudiantes aceptan o rechazan. Creo que ahí hay una complementariedad e incluso un trabajo paralelo. A eso me refiero cuando hablo de proponer una biblioteca personal. Eso no puede llevarse a cabo en un cien por ciento porque uno no puede publicar todos los libros que quisiera, ya sea porque ya han sido publicados o bien porque los derechos son tan costosos que no puedes pagarlos. Pero uno puede aproximarse a esa biblioteca ideal que quisiera tener en casa'.


'En el caso de Acantilado, ¿de dónde viene su interés por las tradiciones literarias centroeuropea y lusitana?


Una de las asignaturas que me encargaron en la Universidad Pompeu Fabra tenía un título francamente horrendo. Se llamaba “Literatura de tradición europea”. A mí me habría gustado que se llamara “Literatura occidental” y punto, pero resulta que como todavía existía el muro de Berlín, parecía como si ese apelativo excluyera un espectro importantísimo de literaturas del centro y del este de Europa. El título era muy animal pero al mismo tiempo muy exacto.


Durante bastantes años intenté dar una explicación de las grandes líneas de la tradición literaria europea, desde los trovadores hasta la poesía del siglo XX. No me ocupaba de la tradición clásica aunque las referencias a ésta eran inevitables. Hay una línea que describe perfectamente ese camino que empieza con los trovadores, sigue con los estilnovistas, continúa con Dante, Petrarca y Shakespeare y se prolonga hasta pleno siglo XX con figuras como Thomas Mann, William Butler Yeats, Franz Kafka o W. H. Auden. Se trata de una línea poderosa y seguirla es muy interesante porque uno se da cuenta de que está trabajando en ámbitos lingüísticos distintos, que en términos culturales parecen ser muy diferentes pero que acaban dibujando una tradición europea sólida basada sin duda en los usos tanto de la retórica como de un sistema referencial común. La existencia de esta línea explica por qué durante siglos un ruso había entendido perfectamente bien a Cervantes, un inglés a Dante o un alemán a Shakespeare. Finalmente estaba ese espacio común'.



'Como editor usted se ha caracterizado por ser especialmente cuidadoso con el tratamiento de ciertos detalles del proceso de producción editorial. Quisiera que describiera la manera como se abordan en Quaderns Crema y Acantilado algunas fases críticas del trabajo de edición como la traducción, la selección de las ilustraciones de las cubiertas, la maquetación, la impresión y la encuadernación.


Empecemos con la traducción. Creo que buscar traductores de gran calidad es fundamental. Además, hay que traducir de la lengua original aunque algunas veces esto es difícil porque, por ejemplo, no hay tantos traductores del ucraniano para Yuri Andrujovich, que es una de las voces verdaderamente singulares de la nueva literatura europea. Insisto en hablar en términos de literatura europea y no de literaturas nacionales.


Si no hay un traductor de calidad capaz de traducir directamente del original estamos en problemas. He llegado a renunciar a publicar a ciertos autores por la dificultad de encontrar traductores. Las lenguas de Europa del este son endiabladamente complicadas. La traducción también debe ser invisible. Uno debería poder leer el libro sin darse cuenta de que se trata de una traducción. Las palabras con las que se transmite una idea deben ser transparentes (…)


También es necesario hacer un muy buen trabajo de edición. Hace un momento le hablaba de la tipografía invisible, como ya he dicho antes la composición tipográfica también debe ser compacta e invisible. Sin duda alguna, la tipografía también requiere profesionales, y eso es un problema cada vez más gordo. Salvo en Alemania, en Europa los viejos oficios están perdiéndose. Pienso en la tipografía, por lo menos. Hay demasiados artistas pero cada vez quedan menos artesanos de la tipografía.


En cuanto a la impresión, tengo la obsesión de trabajar con papel de pH neutro. Si el papel tiene un pH bajo, el ácido va atacándolo y se amarillea, luego se convierte en marrón y con el tiempo finalmente se destruye. En la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y en algunas bibliotecas europeas han tenido graves problemas con libros principalmente contemporáneos que se autodestruyen al cabo de un tiempo. Como antes hablaba de la biblioteca personal, pienso que si alguien quiere hacer una biblioteca los libros tienen que ser durables, y la única manera de que lo sean es utilizando un papel de pH neutro. No quiere decir que el papel luego no pueda ser atacado por parásitos, pero la verdad es que en condiciones normales este tipo de papel tiene muy buen aguante.


Para que la lectura sea placentera hay otra cuestión con respecto al papel casi tan importante como el pH: que el libro esté impreso a favor de fibra para que se le abra y se le ofrezca al lector. Utilizo un papel ligeramente ahuesado para que la página no tenga un impacto de luz muy brusco. Además, imprimo en una tinta negra ligeramente rebajada porque se integra mejor. Si por mí fuera imprimiría en tipografía. En Quaderns Crema lo hice durante mucho tiempo pero hoy en día es imposible trabajar con calidad tipográfica alta y con tipografía en plomo, porque el offset ha erradicado estas técnicas.


En la época en la que compraba libros de bolsillo porque tenía poco dinero lo más desagradable era que se les cayeran las hojas cuando se abrían, por lo cual concluí que el libro hay que coserlo. El hilo tiene que ser vegetal porque en ocasiones el papel retiene la humedad que absorbe, por lo cual un nylon o una fibra sintética lucha con él y acaba rompiendo el libro. Es necesario coser el libro con un material vegetal que también sufra contracciones y dilataciones.


Alguien me decía: “es que usted hace libros de lujo”. Yo diría que son más bien libros cuidados; la verdad es que no veo el lujo por ninguna parte. No se puede olvidar que no estamos haciendo artesanías. En el fondo el libro es un producto industrial que procuramos que esté bien hecho. Y el trabajo del editor consiste en vender los libros que publica, trabajando siempre con costos razonables'.


Muchas gracias a Jaume Vallcorba, a Sergi Masferrer, al fotógrafo José Colón Toscano, a Camilo Jiménez y a la demás gente de El malpensante que trabajó en el proceso de edición de la entrevista.




miércoles, 14 de mayo de 2008

la franqueza de josé manuel lara y la gauche divine

Tomo el siguiente extracto de la entrevista a José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, que publicó el diario El País la semana pasada:


'P. Es accionista de diarios opuestos como Avui o La Razón. ¿Ha invertido en ellos o en otros medios como peaje político?


R. No. Una empresa no tiene ideología; tiene que poder hacer un periódico como La Razón, de derechas y españolista, y el Avui, que es como mínimo catalanista. Nunca me presionó nadie. Creíamos que era posible asegurar la permanencia del Avui. Puede sonar rimbombante, pero era un servicio a la sociedad por el valor simbólico de su cabecera: el primero en catalán tras el franquismo'.


En muchos aspectos no estoy de acuerdo con la forma de pensar de José Manuel Lara ni con la política de adquisiciones mediante la cual busca aumentar la cuota de mercado de su negocio, pero me gusta mucho su franqueza —a la cual ya me referí en esta entrada a propósito del premio Planeta. Aunque su discurso me resulta mucho menos seductor y estimulante que el de los editores pertenecientes a lo que se conoce como la gauche divine, en Lara no percibo esas chocantes ínfulas de glamour tan frecuentes en los testimonios de algunas figuras de la burguesía catalana pertenecientes a este movimiento de intelectuales y artistas de izquierda —como Beatriz de Moura, Jorge Herralde, Ana María y Terenci Moix o Esther Tusquets—.



Aunque nos estemos refiriendo a una misma actividad, estamos hablando de formas distintas de asumirla: Lara es un empresario para quien parece no haber mayor diferencia entre ser constructor, banquero o transportador y ser editor; los de la gauche divine, por su parte, en ocasiones parecen ser editores empeñados en esconder la dimensión empresarial de su oficio para evitar la asociación entre sus decisiones y cualquier tipo de consideración de carácter no cultural.




martes, 13 de mayo de 2008

inventario de lecturas [ 5 ]

Como lo dije en la entrega anterior de esta serie, 1997 fue un gran año para mi formación como lector. En ese momento a mi amigo Roberto y a mí se nos ocurrió hacer una revista literaria y decidimos ponernos manos a la obra junto con dos amigos míos de la universidad —el Cumpa y Pedrito—. Por supuesto que nunca hicimos la revista porque ni siquiera sabíamos qué teníamos que hacer ni mucho menos por dónde empezar.



En cambio leímos, fumamos, escribimos, hablamos, bebimos y nos reímos mucho. Todos los viernes en la tarde nos reuníamos en un lugar llamado El café de la luna lela —ubicado sobre el Park Way, en el barrio La Soledad de Bogotá— para intercambiar y comentar lecturas. Creo que para los cuatro estas reuniones fueron una fuente de descubrimientos riquísima y que ese entusiasmo adolescente fue clave porque despertó en nosotros una curiosidad que nos suscitó una serie de inquietudes que seguramente no habrían surgido bajo otras circunstancias —por lo menos en mi caso—.


Durante esas reuniones semanales descubrí a autores tan variados como Álvaro Mutis, César Vallejo, Arthur Rimbaud, Luis Vidales, William Blake, Álvaro Cepeda Samudio y algunos otros miembros del Grupo de Barranquilla —Ramón Vinyes, José Félix Fuenmayor, Néstor Madrid Malo y Alfonso Fuenmayor—, Walt Whitman, Octavio Paz, Charles Baudelaire, Vicente Huidobro, Aurelio Arturo, Paul Valéry, Horacio Quiroga, Eduardo Zalamea Borda y Carlos Fuentes. También conocí mejor la obra tanto de Edgar Allan Poe como de Julio Cortázar y por influencia de Roberto todos nos obsesionamos con Opio en las nubes, la novela de Rafael Chaparro que leímos y releímos una y otra vez porque nos parecía lo más vanguardista del mundo —también debo confesar que influenciado por Pedrito leí tanto los inventarios de Mario Benedetti como An American Prayer y The American Night, de Jim Morrison, pero prometo no volver a hacerlo nunca más—.


Al revisar este listado encuentro un detalle que me llama muchísimo la atención: una buena parte de estos autores son ante todo poetas y aunque yo siempre me he interesado más por la narrativa, en esa época tenía una fuerte inclinación a leer poesía —que un par de años después se diluyó y que me gustaría recuperar algún día—.


En ese momento mi consigna era leerlo todo. Era consciente de que tenía todo por conocer y no quería que se me escapara nada. Cada vez que oía mencionar autores y obras o que me topaba con una referencia tomaba nota y luego me iba a echar un ojo en alguna librería o biblioteca —normalmente a la Luis Ángel Arango porque la de mi universidad era más bien floja— para ver con qué me encontraba. Aunque naturalmente no pude leer todas las cosas con las que me encontraba porque mi radar todo el tiempo incorporaba nuevas referencias, lo interesante es que en ese momento empecé a construir un mapa de épocas, países, ciudades, movimientos, revistas, obras y autores que desde entonces me sirve como guía.


Todo esto empezó justo mientras esperaba la respuesta del consejo de profesores del departamento de Literatura a mi solicitud de admisión. El semestre siguiente empezaría formalmente mis estudios de Literatura, gracias a los cuales pude pasarme todo el resto de mis años universitarios leyendo —que es una de las tres o cuatro cosas que más me gusta hacer—.