jueves, 31 de mayo de 2007

entrevista a anna monjo, directora de icaria editorial / "nos gusta buscar dónde está la punta del debate en cada momento"

Icaria es una editorial que se ha centrado no sólo en la publicación de libros que abordan temas que son objeto de debate, sino también en la búsqueda de espacios destinados a la confrontación de opiniones. En la medida en que sus actividades van mucho más allá de la simple publicación y distribución de libros, Icaria es mucho más que una editorial. Es, además, un actor que busca hacer una contribución al debate en torno a temas como movimientos sociales, ecología, paz y conflictos, economía crítica, política internacional, relaciones Norte-Sur y feminismo. Para conseguirlo, su estrategia ha consistido en establecer fuertes vínculos y una dinámica de trabajo en red con quienes están trabajando en estos temas desde el punto de vista tanto de la investigación como de los movimientos sociales.


Martín Gómez: ¿Cuándo y por iniciativa de quién surge la idea de crear la editorial Icaria?

Anna Monjo: La iniciativa fue de un grupo de amigos. Sucedió en 1975 y por casualidad este grupo convocó a una reunión el mismo día que murió Franco, en el mes de noviembre. María Rodríguez era quien iba a dirigir la editorial y también estaba Rafael Argullol. Era gente que provenía del PSUC —el Partit Socialista Unificat de Catalunya—. Estaban entonces María Rodríguez, Rafael Argullol, Xavi Berenguer y algunos otros más para hacer libros críticos marxistas pero también heterodoxos —porque había también cosas de anarquismo— sobre aquel momento.


M.G.: ¿Cuáles son las motivaciones que condujeron a la creación de la editorial?


A.M.: En aquella época se quería dar respuesta a inquietudes sobre las que hasta entonces difícilmente habrían podido publicarse cosas durante la dictadura, aunque poco a poco se había venido dando una apertura. En ese momento la editorial pretendía publicar textos de filosofía marxista, de feminismo y heterodoxos. Y también literatura clásica que no se hubiera publicado.


M.G.: ¿En el catálogo de Icaria hay de manera implícita una posición de la editorial frente a temas como movimientos sociales, ecología, paz y conflictos, economía crítica, política internacional, relaciones Norte-Sur y feminismo?


A.M.: Sí, exacto. Cuando yo entré, en 1988, María se había ido a México a montar un consorcio de exportación de editores españoles. En ese momento había poco interés por el ensayo porque en la transición parecía que con la democracia ya estaba todo conseguido. Entonces a la gente le interesaba más la literatura. Y en aquel momento fue muy duro porque la editorial tenía un aspecto bastante clásico y diría yo que, incluso, anticuado. Poco a poco empezamos a abrirnos a temas de literatura clásica, recuperando a mujeres de los años treinta en París. Pero también empezamos a abrirnos hacia temas como conflictos internacionales, paz y conflicto, ecología y mujeres. Aparte de eso empezamos a hacer colaboraciones con organizaciones que hacían investigación sobre estos temas. Entonces montamos la revista Ecología política, publicamos cosas del Centro de Investigaciones de la Paz (CIP) y fuimos afianzándonos en temas que iban abriéndose cada vez más como movimientos sociales, paz y conflicto, ecología, etcétera. Luego ya entramos con Mediterráneo, mundo árabe, análisis contemporáneo de la comunicación, inmigración y otros temas de foros. Sin quererlo hemos coincidido con el comienzo de los foros aunque desde antes nosotros ya estábamos allí publicando material de este tipo.


M.G.: ¿Aparte de editar libros Icaria desempeña algún papel en la reflexión y el debate en torno a los temas que aborda su catálogo?


A.M.: Nos gusta buscar dónde está la punta del debate en cada momento. Por ejemplo, el principio de precaución en ecología, la nanotecnología o el tema de la participación democrática y la renovación de la política. Son temas que nos interesan permanentemente. Tratamos de buscar estos temas que todavía no son para nada mediáticos pero que están en el debate gracias a la gente que está reflexionando en torno a ellos. Hacemos muchos debates. Cuando publicamos libros nunca hacemos presentaciones sino que intentamos hacer debates en los que participa gente que está en estos temas. La idea es generar un espacio en el que se despierte un interés más allá de los libros y en el que haya confrontación de opiniones. Estos debates normalmente los hacemos en Barcelona y Madrid. En ocasiones los hacemos en otros lugares. Por ejemplo, hemos presentado en Granada y en Córdoba El mundo visto por los árabes, que es un anuario de prensa árabe sobre los temas que preocupan actualmente —desde la jihad hasta Irak— y que busca mostrar la heterogeneidad del mundo árabe. Con las fuerzas, que son pocas, intentamos crear complicidades a través de los autores.


M.G.: ¿Cómo definiría usted la posición que ocupa a Icaria con respecto a otras editoriales cuyo catálogo aborda temas similares o afines?


A.M.: En 1990, antes de que se empezara a hablar de globalización, publicamos algo sobre mundialización. Pero luego, a partir del Informe Lugano y del No Logo, esto se convirtió en un tema de medios de comunicación cuando empezó a imponerse. Normalmente llegan muchas editoriales a publicar pero diría yo que lo hacen desde un punto de vista más crematístico en el sentido de que buscan un tema que esté presente en los medios y empiezan a publicar gente que ha venido de fuera del país pero publican muy sobre seguro. Nosotros, en cambio, vamos más tanto a publicar algo de lo que se produce en España —aunque no sea tan vendible— como a buscar cosas de afuera. Pero no tanto buscando el interés de que la cosa ya esté muy instaurada y de que tenga un público muy específico, sino intentando buscar dónde están los debates que a lo mejor cuesta más introducir porque todavía son minoritarios. El tema es que, claro, luego cuando éstos ya se introducen, Crítica o Paidós toman los autores más prestigiosos y más reconocidos porque tienen mucha más capacidad económica que nosotros. Pero en ocasiones esto nos ha ayudado a hacer una relación de mucha complicidad con la gente que investiga o que está en los movimientos, lo cual también tiene un interés. Nosotros estamos muy vinculados con la gente y tenemos relaciones muy horizontales. Nos beneficiamos todos mutuamente porque estamos muy vinculados con movimientos que promueven campañas que están en curso con respecto a temas como deuda ecológica o consumo responsable. Entonces cuando publicamos ellos también hacen difusión de los libros y los venden a través de sus medios, que no es lo mismo que hacen las editoriales clásicas que entran al mercado y que sólo buscan autores prestigiosos que puedan venir a presentarlos para que tengan gran difusión en los medios. Yo diría que lo nuestro es más de calle. Estamos más en la calle.


M.G.: ¿Cómo se definió el perfil de las distintas colecciones y líneas editoriales de Icaria?


A.M.: Hay una colección de ensayo universitario de ciencias sociales que existe desde el principio, cuyo nombre es ‘Antrazyt’. Ésta sigue siendo una colección más de reflexión tanto académica como no académica. Luego hay una colección divulgativa que se llama ‘Más madera’, conformada por textos de 100, 120 0 136 páginas que intentan abordar estos temas con mucho rigor pero sin ser tan críticos ni tan académicos —por ejemplo, no hay notas al pie, son más como una conferencia o un debate y tienen un tono más narrativo y directo—. ‘Más madera’ es para que la gente a la que le interesa abordar estos temas pueda tener elementos para establecer su propio criterio. Su punto de vista es bastante crítico. Luego hay otra colección que trata los temas de cambio personal y colectivo —es decir, cómo tendría que vincularse una cosa con la otra—. Aborda aspectos como el cambio personal en la vida cotidiana a nivel del consumo, de la alimentación, de las relaciones, de las resolución de conflictos, etcétera. La idea es que la adopción de nuevas maneras de actuar tenga una implicación en el campo colectivo porque pensamos que si no es así todo está desvinculado. Hay gente que quiere estar equilibrada y tranquila pero que no se implica en movimientos más colectivos de cambios sociales. Algunas veces la gente que está en política también tiene unos problemas personales de ego que hacen que no haya unos cambios personales precisos para que este cambio colectivo se dé. Entonces en cierta medida eso es una trampa porque no hay un cambio realmente personal que te lleve a querer trabajar en red horizontalmente o a intentar que lo que prevalezca sea el cambio y no tu postura.


Tenemos también una colección de literatura hecha en alianza con Intermón, que intenta abordar desde la literatura los temas de los procesos de cambio histórico, político y social. Esta colección es para que la gente a la que no le interesa tanto leer ensayo entienda también cómo los procesos de cambio repercuten en la vida cotidiana de la gente y cómo éstos se reflejan a través del día a día. Hemos publicado un libro que pasa en Argentina durante la época de la dictadura y otro sobre Irán que abarca desde el Sha hasta la etapa de Jomeini —de hecho, al principio publicamos un libro increíble de Jomeini—. Pronto publicaremos un libro de un autor sudanés, a otro egipcio y a una corresponsal de guerra que ha estado siempre en Afganistán, en la India y en otras partes de Asia. El libro es muy interesante porque es una crónica de cómo vive ella esta vida globalizada y estos cambios en otros contextos. Tenemos otra colección con Intermón llamada ‘Encuentros’, que nos sirve para apoyarnos mutuamente y para abrir la difusión de estos temas hacia un público más amplio que no es tan militante o comprometido.


M.G.: ¿Bajo cuáles criterios editoriales se eligen los libros que publica Icaria?


A.M.: En realidad el criterio es que tengan el registro de estos temas y que aporten cosas nuevas. Esto es muy importante porque se están haciendo muchas cosas. Por ejemplo, en el tema de inmigración hay mucha cosa publicada y, por lo tanto, buscamos libros que aporten una perspectiva diferente y nueva que puede abarcar desde las remesas hasta la prostitución de la mujer inmigrante. No sé, la idea es ir viendo aspectos que no se han tocado hasta ahora. Es importante la calidad del texto. En cada tema tenemos gente que puede asesorarnos y a la que consultamos. En ‘Más madera’ nosotros mismos proponemos y encargamos algunos libros. Hemos publicado uno llamado Venezuela contracorriente, que ha sido hecho por varios autores. Juan Torres lo ha coordinado en Málaga pero nosotros lo encargamos. O sea que depende. Algunas veces traducimos. Es una búsqueda un poco espontánea. Algunas cosas van llegando, otras las buscas y otras las encargas. Es muy relativo.


M.G.: ¿Cuáles son los rasgos de los lectores de los libros de Icaria?


A.M.: El perfil es bastante más variado de lo que parece. Diría que hay más hombres que mujeres. Bueno, quizás en el feminismo no pero en los otros temas… Las encuestas dicen que en general la mujer lee más literatura. Por las fichas que algunas veces envía la gente cuando compra libros sabemos que el perfil profesional es muy variado y que la edad no es muy alta —no son de veinte ni tampoco hay mucha gente mayor de sesenta. Nuestros lectores están entre treinta y sesenta—. Aparte de las personas que conocemos —que definitivamente están implicadas en movimientos sociales por la paz o de carácter ecológico y que sabemos que compran Icaria—, por las fichas que nos llegan sabemos que hay más hombres que mujeres. No sé si esto esté cambiando.


M.G.: ¿En qué consiste la estrategia tanto editorial como comercial de Icaria para alcanzar a sus lectores y mantenerse en contacto con ellos?


A.M.: Tenemos un blog desde hace dos meses. Más que hablar de libros, quisiéramos que allí se unieran agendas para interrelacionar campañas y actos poniendo información sobre temas variados que tienen que ver con nuestros libros. Queremos que el espacio que hay alrededor de Icaria esté en este blog y que la gente encuentre en él mucho más que libros —si, por ejemplo, hay un libro que ha salido y luego publican una entrevista en El País, la ponemos—. También queremos registrar allí las actividades que se van a hacer o las campañas que están en curso en distintos lugares para poder dar toda una visión de lo que hay alrededor de la editorial y de las cosas con las que estamos conectados. Esto se refiere no sólo a libros sino también a maneras de ver la vida.


M.G.: ¿Cuál sería su balance de la experiencia de la editorial hasta ahora?


A.M.: Bueno, que ya tenemos un espacio muy asignado porque la publicación de todos estos temas coincide con un cambio a partir de 1999 gracias al cual el ensayo empieza a interesar otra vez. Como ya habíamos hecho mucho trabajo en estos temas y nadie los tocaba, entonces, claro, como editorial eso nos afianza mucho en un momento. Yo creo que hay un reflujo. Hay mucha información porque muchos temas que antes sólo aparecían a través de los libros ahora están siendo tratados en los medios de comunicación, que hablan de inmigración, de cambio climático, de globalización, de Irak y de conflictos internacionales. Se habla. No digo que se hable a fondo. Digo que hay información y que la gente considera que está informada. Algunas veces en los periódicos hay buenos gráficos y esto ha hecho que ahora la forma social de comunicación sea muy rápida e inmediata. Y también está el tema de informarse a través de las nuevas tecnologías como Internet y tal, que creo que es algo que ha ido en detrimento de la búsqueda de profundidad. Es una idea que tengo y que últimamente me viene mucho a la cabeza.


M.G.: ¿Podría adelantarnos algo con respecto a los libros que está preparando en este momento Icaria?


A.M.: Ha salido uno que se llama El militarismo en España, que aborda desde el proceso de la tendencia militarista hasta las actividades militares de “ayuda humanitaria” y la inclusión de éstas en conflictos internacionales. Después sale un libro muy interesante que se llama África en auxilio de Occidente acerca de todo lo que aporta África para superar los retos que actualmente tiene el planeta y que están planteados a nivel ecológico, de relaciones, de calidad de vida y de decrecimiento. La autora es una periodista de Le Monde Diplomatique llamada Anne-Cécile Robert, que plantea el tema de las relaciones, de la calidad, del tiempo y del trabajo como una función social más que económica. Es decir, cómo todo esto puede aportar ideas nuevas para plantear una sociedad más agradable de vivir y menos angustiada y agobiada que la nuestra.


Ahora estamos muy implicados en el tema del decrecimiento, de todo lo que suponen los límites ambientales y las desigualdades sociales planetarias —causadas por el capitalismo y por el neoliberalismo—. Una manera de superar esto es pensar cómo se ha de decrecer para igualar en el fondo en lugar de seguir hablando de crecimiento o de desarrollo. Esto lo hacemos con Serge Latouche, que es un pensador francés que ha escrito Sobrevivir al desarrollo y de quien ahora publicaremos justamente un libro llamado El reto del decrecimiento. También saldrá un libro de Susan George, que habla del fundamentalismo americano.




M.G.: ¿Podría mencionarnos algunos autores y/o libros que le gustaría incluir en el catálogo de Icaria?


A.M.: Me gustaría volver a publicar La muerte de Ivan Illich. También me gustaría haber publicado La sociedad líquida, de Zygmunt Bauman. Hace unos años me habría encantado publicar Las cruzadas vistas por los árabes y una novela llamada Las chicas de Riad, que habla acerca de la manera como en Arabia Saudita las mujeres se comunican y montan sus estrategias a través de Internet. No pudimos publicarlo porque lo descubrimos en árabe y ya sabes lo que pasa, que levantas la tela y lo das a conocer a la gente… Me gusta mucho lo que publica Crítica, ¿sabes?

miércoles, 30 de mayo de 2007

la colección 'la otra orilla' se convierte en sello editorial

En una entrevista que le hice hace dos días y que publicaré la próxima semana, Pere Sureda, el director de la editorial Belacqva, me contó que a partir de junio la colección ‘La otra orilla’ se convertirá en un sello por sí solo. Gracias al selecto catálogo de esta colección, Norma en América Latina y Belacqva en España han logrado construir en muy pocos años el prestigio que caracteriza a las editoriales de buena calidad.


Por lo menos en Colombia, donde Norma es la única editorial que ha asumido el riesgo de traducir a autores que escriben en otras lenguas, ‘La otra orilla’ ha publicado a grandes figuras contemporáneas como Roddy Doyle, Rubem Fonseca, Truman Capote, Adolfo Bioy Casares, Osvaldo Soriano, Michael Cunningham, Isaac Bashevis Singer, Charles D’Ambrosio, Bruce Chatwin, Nadine Gordimer, Yasunari Kawabata, T. C. Boyle, Ben Okri, Guillermo Arriaga, Griselda Gambaro, Tomás González, Edwidge Danticat, Alberto Manguel y Gesualdo Bufalino. Parece ser que tras haber traído a España algunos títulos que ya había publicado Norma en América Latina, para fortalecer y consolidar la posición alcanzada hasta el momento por Belacqva muy pronto el sello ‘La otra orilla’ hará lo mismo con algunos libros de Rubem Fonseca que aún no han sido publicados aquí.


Por otro lado, Pere me adelantó que actualmente el Grupo Editorial Norma prepara un sello de bolsillo que se lanzará en España después del verano y que sacará alrededor de veinte títulos en lo que queda de 2007. Por ahora sólo quería dar estas dos buenas noticias antes de publicar la entrevista en la que Pere habla, entre otras cosas, de los libros que actualmente está preparando la editorial.

martes, 29 de mayo de 2007

mi idea romántica sobre el librero y el editor

En 2004 mientras el escritor chileno Alberto Fuguet rodaba Se arrienda, le hice vía Messenger una entrevista en la que me dijo lo siguiente: “es mi opera prima y me tiene feliz. Estoy pasándola muy bien. Es como tener por fin la banda de rock”. La pasión de Fuguet por el cine y la influencia de éste sobre su obra se ven claramente tanto en sus libros de ficción como en sus textos periodísticos —de hecho, en esa época acababa de publicar una novela titulada Las películas de mi vida—.


Yo en mi adolescencia también soñé con tener una banda de rock. Es más, como en esa época mis gustos y mis convicciones eran más volátiles que nunca debo decir que también soñé con ser armador de un equipo de basketball, profesor de Humanidades, roller, ajedrecista, escalador, periodista y muchas otras cosas más según la fascinación del momento o lo que dijera la gente que me rodeaba. Después, cuando estaba terminando el colegio, descubrí la única cosa que no ha dejado de interesarme a pesar del paso del tiempo: la literatura.


A raíz de este descubrimiento luego quise ser escritor, librero y editor. Como al cabo de un par de años me di cuenta de que ser escritor era muy difícil, para mí tener una librería o una editorial se convirtió en algo tan importante como la banda de rock para Fuguet. A partir de entonces pasé una buena parte de mi tiempo pensando en lo bonito que sería montar la librería o la editorial de mis sueños —como la gente que hablaba del proyecto de abrir un bar hecho a su justa medida—.


Sin embargo, el cierre progresivo tanto de algunas de las librerías tradicionales más importantes de Bogotá como de varias colecciones literarias de las grandes editoriales colombianas me hizo darme cuenta de las enormes dificultades a las que deben enfrentarse este tipo de negocios para sobrevivir y de lo reducida que es su viabilidad en el mediano o en el largo plazo. Y aún así seguí teniendo la idea romántica de que una librería y una editorial eran las empresas que más feliz me harían porque para mí no había nada más satisfactorio que descubrir y recomendar buenos libros y autores. Tanto que durante una época asumí el riesgo de dedicarme a leer libros de los que no tenía ninguna referencia, lo cual me llevó a hacer gratos descubrimientos como Roddy Doyle, Osvaldo Soriano, Julian Barnes o Tomás González y a aburrirme leyendo a autores como Gesualdo Bufalino y Edwidge Danticat.


En [ el ojo fisgón ] he hablado sobre todo de las editoriales y las librerías, que son los dos sectores del mercado editorial cuya existencia es más evidente para el lector porque son aquellos con los que su experiencia le permite familiarizarse porque saltan a la vista más fácilmente. Como desconozco por completo el mundo tanto de los impresores como de los distribuidores y la dinámica que lo rige, desde que empecé este blog no les he dedicado la atención que se merecen teniendo en cuenta que caer en manos de un mal distribuidor o un alza mínima en el costo del papel son factores externos a una editorial que pueden acabar con su buena salud.


De hecho, es bien sabido que la distribución es una variable crítica en la actividad editorial y que por más que la calidad de su catálogo sea sobresaliente un buen editor puede quebrarse si no logra controlarla adecuadamente. En estos tiempos de auge de la concentración de la propiedad en mega grupos multimedia y de las grandes superficies es más evidente que nunca que los intermediarios son quienes más ganan en la cadena de producción de contenidos. Por otro lado, quienes montan empresas en el sector cultural muchas veces parecen no saber o no tener en cuenta que la probabilidad de cualquier proyecto, por bueno que sea, depende de una planificación y de una gestión administrativa apropiadas.



Hasta el momento he tenido la suerte de hacer distintos tipos trabajos en el sector de la edición —he editado un par de publicaciones, he sido jurado de preselección en un concurso de cuento organizado por un importante periódico y he evaluado manuscritos en editoriales de distintos tamaños— pero quizás por falta tanto de espíritu emprendedor como de recursos, lo más probable es que eso de montar mi propia editorial se quede para siempre en mi lista de proyectos pendientes.


Nota: la última foto es de Álvaro Castillo, quien desde San Librario no sólo ha orientado a sus clientes en Bogotá sino que también nos ha ayudado encontrar un sinnúmero de libros a los que jamás habríamos llegado por nosotros mismos.

lunes, 28 de mayo de 2007

campaña para salvar las reseñas de libros promovida por el national book critics circle en 'critical mass'

A raíz de la reducción del espacio dedicado a la crítica de libros en los diarios estadounidenses, el National Book Critics Circle Board of Directors decidió emprender en su blog Critical Mass una campaña para salvar las reseñas de libros. Desde que empezó la campaña, varios críticos provenientes de distintos medios de todas las regiones de Estados Unidos han expresado su punto de vista con respecto al tema para ejercer presión sobre la prensa y para sensibilizar a los lectores de ésta frente a su reivindicación.


Dos aspectos llaman la atención con respecto a esta iniciativa: en primer lugar, que ha sido emprendida con rigor y perseverancia; y, en segundo lugar, que da cuenta de la diversidad de opiniones que hay en el seno de un gremio organizado que desde afuera podría verse como una organización homogénea. Por otro lado, en el contexto de la campaña para salvar las reseñas de libros también se está haciendo una reflexión importante con respecto al rol que desempeñan los blogs literarios en la formación y la movilización de la opinión un tema en el que estoy muy interesado en este momento y sobre el que ya escribí hace unos días cuando comenté el artículo 'Not Everybody's a Critic', de Richard Schickel—.


Recomiendo visitar Critical Mass no sólo para seguir de cerca tanto la reflexión promovida por el National Book Critics Circle Board of Directors como los resultados de ésta, sino también para estar al tanto de la evolución del mercado editorial y del paisaje de la prensa escrita estadounidenses —que en muchos aspectos son un referente importante en el resto del mundo—.

domingo, 27 de mayo de 2007

lecturas de fin de semana [ 18 ] / apartes de entrevista a helena marzo, creativa de la agencia tiempo bbdo barcelona, sobre publicidad interactiva

Hace un par de semanas entrevisté a Helena Marzo, creativa de la agencia de publicidad Tiempo BBDO Barcelona para hablar un poco acerca de la publicidad interactiva, del marketing viral y de su experiencia como redactora del equipo que concibió y desarrolló la famosa campaña ‘Levántate ZP’ para promocionar la Campaña del Milenio de la ONU. En sus respuestas Helena hace algunos planteamientos interesantes con respecto a aspectos como las fuentes de las que se nutre la publicidad, lo borrosa que ha venido tornándose la frontera entre un spot y una producción cinematográfica, el status artístico de una pieza publicitaria, el rol activo del consumidor en el paisaje publicitario de Internet, la capacidad que hoy en día tiene cualquier persona de producir contenidos que tengan un alcance global y la controversia en torno al tipo de reconocimiento que debe recibir de parte de una agencia publicitaria alguien que ha concebido una idea que le ha servido a ésta como punto de partida para una campaña.



Cito algunos apartes de las lúcidas y agudas respuestas de Helena:


“Ahora está toda la polémica como el anuncio de Audi, que está basado en una cosa de Internet. Entonces, ¿esto es lícito, no es lícito, es un plagio, es un homenaje como le llaman o es inspiración? Y hay toda una controversia sobre esto porque esto influye mucho. Ahora Internet se ha convertido en una fuente de ideas como pueden ser el arte, el cine o la literatura. Con Internet parece que todavía no se sabe muy bien. Parece más lícito inspirarse en un gran escritor que en Internet. Creo que hay maneras de hacerlo, hay maneras de inspirarse. Creo que no puedes plagiar. Si plagias tienes que compensar al creador de aquella idea en Internet pero sí que veo que este medio es una herramienta en la que te puedes inspirar como ha hecho Volkswagen con el Polo, que se han inspirado en la historia de aquel personaje que a través de Internet empezó cambiando un clip y consiguió una casa. En el anuncio consigue un coche”.


“Ahora el consumidor ya no es un objeto pasivo que se traga un mensaje publicitario. Ahora realmente el consumidor quiere y puede ser emisor. Con todo el fenómeno YouTube o Myspace el público está creando mensajes que incluso compiten con los mensajes publicitarios. Es un fenómeno que está pasando. Por ejemplo, en la revista Advertising Age en 2006 el personaje del año fue el consumidor. Y esto era un poco porque salían ejemplos como el de aquel viral —no sé si lo viste— en el que con una Coca Cola y un Mentos aquello se convertía en una bomba. Y aquello fue tan fuerte que al final Coca Cola, que es súper reacia a estas cosas y siempre se mantiene al margen, tuvo que involucrarse y participar. Y fue el espectador quien se convirtió en el emisor de un mensaje publicitario. Entonces todo esto nos lleva a que realmente el rol ha cambiado tanto, que hacer publicidad en línea es una necesidad”.



“Creo que con la publicidad interactiva ha cambiado la manera de plasmar los conceptos. Un poco los nuevos medios te ofrecen maneras de hacerlo diferente. Por ejemplo, BMW había hecho estos micro films —pequeñas películas muy cortas con realizadores súper buenos— y es publicidad pero también es cine y es viral porque se pasa por Internet. Son películas suyas que en vez de hacerlas la Fox pues ahora las hace BMW. Es decir, la manera cambia pero la creatividad sigue siendo la misma. BMW sigue vendiéndose como un coche estupendo y tal”.


“Creo que el marketing viral, como lo decía hace poco un director creativo de acá, es el ‘boca a oreja’ de siempre. Lo de ‘yo te lo cuento, tú se lo cuentas a un amigo y él se lo cuenta a otro amigo. Es un mensaje que se dispersa de persona a persona. Lo que pasa es que ahora con las nuevas tecnologías tienes cincuenta mil maneras de enviarlo y puedes enviarlo a todo el mundo como con YouTube. Pero bueno, es lo que te decía: el diálogo entre marca y consumidor es lo que ha cambiado. Ya no se habla de ‘consumer’, ahora le llamamos ‘prosumer’ porque es un proactivo al comunicar estas cosas”.

sábado, 26 de mayo de 2007

lecturas de fin de semana [ 17 ] / '66 feria de madrid ¿la hora del relevo?'

Con ocasión de la 66 Feria del Libro de Madrid la edición de esta semana del suplemento El Cultural, del diario El Mundo, incluye un interesante reportaje de Nuria Azancot que recoge el punto de vista de distintos pequeños editores independientes con respecto al estado actual del mercado editorial español y a la manera como éste los afecta un tema que desde el principio ha ocupado un lugar privilegiado en la agenda de [ el ojo fisgón ]—. Quienes están al frente de distintas editoriales como Abada, Alpha Decay, Artemisa, Berenice, Irreverentes, La Factoría de Ideas, Menoscuarto, Nórdica, Periférica, Rey Lear, Sexto Piso y 451 hablan de su experiencia y analizan tanto las dificultades que han tenido hasta el momento, como sus planes y proyecciones a futuro.


66 Feria de Madrid ¿La hora del relevo?

Nuria Azancot


Los nuevos editores analizan los problemas del sector en vísperas de la gran fiesta del libro que comienza el viernes


A partir de mañana —25 de mayo de 2007— y hasta el 10 de junio, la 66 Feria del Libro volverá a apoderarse del corazón de Madrid, arrastrando al parque del Retiro a miles de escritores, libreros, editores, lectores y curiosos ojeadores (y hojeadores) de novedades. Una fiesta en la que, sin embargo, la mayoría de sus 344 casetas ofrece una oferta es casi clónica, con pocas alternativas a los best sellers impuestos por el mercado. El Cultural quiere ocuparse de hoy de esas alternativas, porque en ellas se refugia a menudo el talento, la ironía y la felicidad que proporciona la gran literatura. Esa por la que han apostado los editores convocados en estas páginas, casi todos con presupuestos mínimos pero grandes esperanzas y problemas serios de supervivencia.

La mayoría de los pequeños editores no tienen caseta propia en la Feria, aunque, como explica bienhumorado Javier Azpeitia, responsable de
451, “estaremos dando vueltas por ahí: todos los libreros y los editores en tan pequeño espacio... Es demasiado tentador”. Tampoco se hacen demasiadas ilusiones sobre posibles ventas: “No creo que haya muchas”, se lamenta Diego Moreno, de Nórdica; “Para nosotros la cifra de venta en la feria no es importante, lo que nos interesa sobre todo es repartir catálogos, material promocional y llegar a un público que de otra manera no llegaríamos”, explica Paris Álvarez, de La Factoría de Ideas; “No tenemos grandes expectativas de ventas. Nuestros autores tampoco”, apunta Santiago Tobón, de Sexto Piso; “Más que ventas importa que la gente nos conozca y se interese por lo que publicamos”, destaca Diana Zaforteza, de Alpha Decay. El más optimista es Fernando Guerrero, de Abada, ya que, “aunque hablar de ventas es siempre complicado, este año esperamos movernos en torno a los 800 ejemplares vendidos...”Y claro, con esas perspectivas, se conforman, como explica Jesús Egido, de Rey Lear, con “participar en la fiesta, que nos conozcan, que toquen nuestros libros, que los hojeen, que los huelan… Que pierdan el respeto hacia el libro como algo lejano o muy sesudo y aprendan a disfrutar con él. ¡Qué más pueden pedir nuestros autores! La feria debe ser compartida por todos”.

Se trata, en definitiva, de que sus libros estén en alguna caseta, ya que la Feria es una oportunidad de salvar el cerco de silencio que a veces les acosa.


Elogio y refutación del librero


Al cabo, como explica Carola Moreno, de Barataria, “allí los pequeños tenemos la posibilidad de enseñar nuestros libros y de tomar contacto con libreros y público. Es además un excelente escaparate para los autores que, como los editores, suelen hacer su trabajo muy aislados, muy alejados de los lectores. De todas formas, la feria de Madrid es la fiesta de los libreros, el gremio más maltratado en los últimos años. Su paulatina desaparición por asfixia ante el avance de los macrogrupos es el verdadero drama del libro. Un buen librero conocedor de su oficio no tiene repuesto posible. Merecen todo nuestro reconocimiento y toda la ayuda que se les pueda prestar”.

Ellos también reclaman ayuda, aunque cada caso es muy distinto, empezando por el dinero que manejan. Así, el presupuesto de
Rey Lear para este año rondará los 50.000 euros; el de Periférica, los 100.000; Ediciones Irreverentes, los 110.000, para 29 títulos editados en 2006, y tiradas de 500 a 2.500 ejemplares; Menoscuarto cuenta con 125.000 euros de presupuesto, para 15-20 títulos anuales y tiradas de 2000 a 3000 ejemplares, “llegando excepcionalmente a 5.000”; Diana Zaforteza, de Alpha Decay, publica 9-10 títulos al año, con tiradas que oscilan entre 2000 y 2.500 ejemplares y un presupuesto “muy limitado”. Tampoco lo precisan Marian Montesdeoca, de Artemisa, ni Santiago Tobón, de Sexto Piso, ni ....

En cambio, Javier Fernández, de
Berenice, señala como “objetivos de ventas para 2007 los 300.000 euros”, con un ritmo de publicaciones de tres títulos al mes y 2000 ejemplares de tirada; Fernando Guerrero, de Abada, cuenta para este ejercicio con 440. 000 euros, “con el que pretendemos continuar nuestra media de libros por año, 30”, pero con tiradas medias de 1.200 ejemplares para los títulos de autores españoles y 2.200 para las traducciones. La excepción, claro, es La Factoría de Ideas, no en vano su editor, Paris Álvarez Ruiz, menciona “una cifra de negocio de 2.000.000 de euros que equivalen a unas ventas de unos cuatro millones de euros a precio de portada”.

Un año dramático


Pero es eso, la excepción. Quizá por ello, Carola Moreno prefiere no “enterarme demasiado de los aspectos económicos del ‘negocio’. Si lo hiciera probablemente Barataria no existiría desde hace tiempo. En todo caso, una editorial pequeña es un negocio casi siempre ruinoso. Las alegrías económicas son mínimas”. Y es que para estos editores todo es pequeño, menos las esperanzas. Y los problemas. Aunque en eso tampoco se ponen de acuerdo, ni siquiera en si existe o no la crisis del sector o cómo les afecta. En este sentido, la más clara (la más sincera) vuelve a ser Carola Moreno, quien proclama que “en privado o en público el año está siendo dramático. Acabo de estar en la Feria del libro de Sevilla. Casi todas las casetas lucían en un ochenta por ciento repetitivas cubiertas de pseudo novelas históricas. El espacio para el libro-libro es mínimo, puramente residual. Habrá otras explicaciones, pero ésa salta a la vista”.

“Se lee poco, pero más que antes”


Javier Azpeitia (
451) denuncia que “la desorientación de los lectores no se debe al exceso de libros sino a la falta de definición de las líneas editoriales, que en muchos casos las grandes editoriales fomentan para revolver las aguas”. Jesús Egido (editor y único empleado de Rey Lear) apunta que “el gran enemigo de la cultura en España es la debilidad de nuestro sistema educativo, del que el lector tiene poca culpa”. Tampoco se plantea vencer a los grandes grupos, pues “somos muy pequeños para plantearnos este tipo de carreras de velocidad, nos va más el maratón. No obstante, publicamos Alves & C. de Eça de Queiroz meses antes de que Alba Editorial editase Alves y Compañía. Y nuestra traducción, de Juan Lázaro, es magnífica.”

Por su parte Julián Rodríguez Marcos (
Periférica) reivindica el papel del editor “no sólo como intermediario entre el autor y el lector, sino también como una mezcla de hermeneuta y agente o activista cultural”. Y ofrece su personal diagnóstico: “Estamos en un momento confuso, pero también excitante. Excitante porque está en transformación. No somos agoreros: creemos en el futuro. Cada vez, eso sí, ha de ser más plural, necesita ser más plural. Se lee poco, por supuesto. Siempre se lee poco. Pero se lee más que antes. Y el número de bibliotecas ha crecido en toda España. Y tenemos confianza en ese papel futuro de las bibliotecas respecto a las pequeñas editoriales. Su ayuda sería muy útil para proyectos como el nuestro”. Y denuncia otro problema: “algunos de los autores latinoamericanos que hemos publicado han recibido, tras ser publicados por Periférica y encontrar eco en la crítica española, ofertas de grandes grupos editoriales, algunos de capital español, en sus países de origen, y también de algunas agencias literarias españolas que no han actuado con elegancia al dirigirse a nuestros autores de espaldas a nosotros...”.

Autores vetados por las grandes


Diego Moreno (
Nórdica) descubre que el balance del primer año de la editorial “ha sido muy positivo. Hemos empezado desde cero, pero se va consolidando”, aunque reconoce que “a veces los proyectos fallan porque no le damos la importancia que tienen la comunicación y la distribución”. Más: “El problema no son tanto los otros editores de mi tamaño como la inundación de los best sellers de los grandes grupos que dejan muy poco espacio a los demás. Además, estamos en un país en el que no se da la importancia que el libro tiene, y no hay apenas ayudas para proyectos culturales”.

En busca del lector fiel


También Javier Fernández, de Berenice, considera sus mayores problemas “la visibilidad y la rotación vertiginosa en el punto de venta. Mi experiencia me dice que para que sobrevivan los libros de fondo, como son mayormente los nuestros, hay que complementar la oferta con otros títulos de mayor pegada que fidelicen a libreros y lectores. El editor debe trabajar con dignidad y honestidad, y buscar soluciones mirando hacia delante. Me viene también a la cabeza el caso de J. G. Ballard. Hace unos años pedí los derechos de un libro que había sido olvidado por Minotauro, Running Wild, y en un primer lugar se nos concedieron los derechos, pero después se usó nuestra oferta para presionar a Minotauro y el libro vio la luz allí. Tras esta experiencia me dirigí al editor de Minotauro, y le expuse mi interés personal en Ballard, puesto que aún quedaba un libro inédito suyo y no quería que se repitiese la experiencia. Hemos recibido un trato exquisito por parte de Minotauro y su ayuda para obtener los derechos. Y War Fever, de J. G. Ballard, verá la luz en Berenice en el otoño próximo”.

Otro editor que ha sufrido en sus carnes editoras estas prácticas ha sido Paris Álvarez Ruiz (
La Factoría de Ideas), que recuerda cómo “sí nos hemos adelantado y hemos publicado libros que publican en grandes grupos editoriales, pero es muy difícil; no podemos hacer las ofertas que hacen ellos. Sí que hemos tenido autores a los que les han vetado publicar con nosotros a cambio de publicar con ellos, un ejemplo es la editorial Planeta. También algunos de estos grupos han comprado algún título por el que estábamos interesados sin intención de publicarlo, de esta manera impiden que sean publicados por nuestra editorial u otras y evitan competencia. Son prácticas habituales que desde el punto de vista empresarial son comprensibles pero desde el cultural no, porque ese título nunca llegará al mercado”.

Mentiras imposibles de creer


Pero, en general y a pesar de todos los problemas, estos editores rezuman optimismo, incluso cuando, como Miguel Ángel de Rus (Ediciones Irreverentes) afirma que “los editores y los políticos dicen siempre en público que todo va genial, pero es falso. Las estadísticas de lectura son mentiras imposibles de creer, pero Ediciones Irreverentes está en crecimiento. Hasta nos hemos dado el lujo de publicar un periódico literario mensual, Irreverentes, que tira 6.000 ejemplares”. En la misma línea, Fernando Guerrero, de
Abada, destaca que “para nosotros este año está siendo positivo. No diré que todo esto esté siendo fácil, pero no puedo hablar de un año dramático, ni mucho menos”. También Santiago Tobón, de Sexto Piso, lo confirma: “en medio de un panorama tan pesimista, creemos que somos afortunados”. Muy divertida, Marian Montesdeoca, de Artemisa, asegura que “¡el año está siendo todo un éxito! Nuestros libros cada vez gustan más. Sin embargo, las ventas no reflejan la buena acogida de nuestro catálogo. ¿Será que es cierto que hay crisis?”. Y es que, señala Azpeitia, “los editores somos un poco llorones, hay que tener paciencia con nosotros”. Menos entusiasta, José Ángel Zapatero, de Menoscuarto, considera que la actual crisis del sector “afecta más a las grandes editoriales. Nosotros lo notamos menos porque no nos dirigimos al gran público, sino a un público lector bastante más reducido pero más fiel. Creo que el gran problema es la excesiva producción de títulos que saturan las librerías y despistan a los lectores”. Según Diana Zaforteza, “el panorama no es muy alentador pero yo creo que los vientos son más favorables de lo que parece, eso sí uno ha de tener claro que es una profesión vocacional. Mi experiencia es claramente positiva, tanto que quiero embarcarme en otro proyecto”. O, como celebra Jesús Egido, “Debe ser por el atrevimiento de la ignorancia, pero en Rey Lear estamos encantados de haber nacido. Los lectores nos han acogido mucho mejor de lo que esperábamos. No hay que engañarse, el mundo del libro en España es el que es y quien quiera obviar esa realidad puede encontrarse con grandes frustraciones”.

viernes, 25 de mayo de 2007

valiosas perlas sobre la especulación en el mercado editorial

El viernes pasado cuando comenté el artículo ‘The Greatest Mystery: Making a Best Seller’, publicado en The New York Times, me referí tanto al problema que suponen los anticipos exorbitantes que están pagando algunas grandes editoriales para asegurar la publicación de autores best sellers potenciales o consolidados, como a las burbujas que genera esta forma de especulación en el mercado editorial —particularmente cuando el rendimiento de las ventas al final no compensa el valor del anticipo—.


Justamente ese mismo día por la tarde Camilo Hoyos encontró dos perlas valiosísimas a propósito de la subasta de los derechos de una opera prima, que me envió tras leer mi entrada. A continuación reproduzco los hallazgos de Camilo —cualquier comentario adicional sobra—:


Turning Down a Cool Mil Works Out Great for ‘The Gargoyle’


The literary world is buzzing today over Andrew Davidson's novel, The Gargoyle, which went out on submission to editors last week and is already attracting a great deal of attention. Reportedly the agent, Eric Simonoff of Janklow and Nesbit Associates, has already turned down a $1 million preemptive offer for the novel; though we don't know who made the offer, we've been told by publishing sources that the submission was huge, with multiple editors within publishing groups receiving it. (Cindy Spiegel of Spiegel & Grau, for example, was reportedly trying to sort out with colleague Gerry Howard of Doubleday which of them would be allowed to bid.)


So what's it about? It's a densely packed story about a car-accident victim in the burn ward befriended by a mysterious woman who claims to be a stone carver in a fifteenth-century German abbey. The narrative moves back and forth in time from the woman's tales to the present day and incorporates the story of the first German translation of Dante. We've been told it's an excellent page-turner, though one publishing insider said it felt overly calculated, "like someone sat down to write the bastard love child of The Birth of Venus and The English Patient."


What's next? An auction, most likely, possibly before the end of the week. Plus, a flurry of film activity; we hear prominent agent Howie Sanders of UTA just started sending it to producers.



Agent Turns Down $1 Million Offer for First Novel


We've heard that Gerry Howard of Doubleday has won the auction for Andrew Davidson's The Gargoyle, and that agent Eric Simonoff totally made the right move in turning down a $1 million preempt offer yesterday. Multiple bidders were in the auction at seven-figure levels, and we've heard that Howard — who, we've been told, was the editor who made the million-dollar offer in the first place — wound up paying around $1.25 million for the book.


Now, that's a lot of money for a first novel, obviously, and it's even more impressive when you consider the deal is only for U.S. rights. Ordinarily publishers who pay out mega-advances like this have a chance to make back a chunk of change quickly by selling rights to foreign publishers, but Doubleday doesn't have that opportunity; instead, Simonoff tells us he's busy managing foreign submissions as well, with the book already preempted in Italy and with another substantial offer on the table in the U.K. And all that money goes in Andrew Davidson's pocket, not Doubleday's.

jueves, 24 de mayo de 2007

barcelona, un gran centro editorial

¿En qué momento se convirtió Barcelona en el enorme centro editorial que es hoy en día? ¿Ha influido en algo su posición sobre la costa mediterránea y en zona frontera? ¿Su crecimiento como centro editorial se deriva del auge industrial que empezó en el siglo XIX? ¿Qué pasó en Barcelona con la industria editorial durante el franquismo? ¿Qué condiciones propician el auge de la actividad editorial en la ciudad tras la muerte de Franco? ¿Qué tensiones hay en el campo de la edición entre el impulso de la lengua catalana y el tamaño potencial del mercado en lengua española? ¿Es cierto que Barcelona es un lugar de paso obligado para un escritor en lengua española que quiera triunfar? ¿Cómo es actualmente el panorama del mundo editorial en la ciudad?


Tengo respuestas a medias para algunas de estas preguntas. Lastimosamente la mayoría de estos temas no están muy bien documentados y el material existente está no sólo bastante disperso sino también muy mal referenciado, lo cual sugiere que en España no ha habido un esfuerzo constante y sistemático orientado a documentar la historia tanto de la actividad como del mercado editorial. ¿Por cuenta de quién han corrido las iniciativas realizadas hasta ahora? ¿Por cuenta de quién deberían correr iniciativas futuras?





Tanto las memorias de Esther Tusquets, de Mario Muchnik y de Jorge Herralde como las entrevistas a éstos y a otros editores como Beatriz de Moura o Ana María Moix están llenas de alusiones a lo sucedido en el ocaso del franquismo y en los años de la transición. Sin embargo, una buena parte de lo que se dice en estos testimonios se mantiene en un plano puramente anecdótico, es bastante autocomplaciente y es tan reiterativo que empieza a sonar a lugar común. Después de leer estos pequeños y dispersos testimonios sobre la historia y la evolución de la actividad editorial en la ciudad, a cualquiera que esté ligeramente interesado en el tema le dan ganas de ser editor.


Mucha gauche divine —¡cómo me choca el término por ese alarde que hacen quienes se jactan de haber pertenecido a tan exquisito movimiento!—, mucha rebeldía, mucha aventura y mucho riesgo. Y también muchas ganas de engrandecer un pasado a fuerza de evocarlo persistentemente hasta convertirlo en un mito mediante el relato de su esplendor.


En Barcelona surgen editoriales legendarias como Gustavo Gili, Salvat, Juventud, Herder, Crítica, Plaza & Janés, Seix – Barral, Bruguera, Edhasa, Tusquets, Lumen, Gedisa, Icaria o Anagrama. Editoriales de la otra orilla del Atlántico como Sudamericana, Minotauro, Paidós y Emecé se abren un nuevo mercado dando un salto hacia Barcelona que garantiza su supervivencia al permitirles ampliar el ámbito de circulación de sus prestigiosos catálogos. Luego vienen la compra de algunas de estas editoriales por parte de los grandes grupos —Planeta y Random House Mondadori, sobre todo— y un extraño resurgir de la edición independiente con editoriales como minúscula, Quaderns Crema y Acantilado, Grup 62, Salamandra, Libros del Asteroide, Roca editorial, Global Rhythm Press, Urano, Alpha Decay, Alba, Melusina, Arcadia y muchas otras pequeñas que se me escapan.


Considero que actualmente hay muchas cosas por estudiar a fondo y por contar —más allá de la simple anécdota— con respecto a la Barcelona en la que han sucedido todas estas cosas. Sin lugar a dudas, hacerlo contribuiría a dar un paso importante en la elaboración de una historia de la edición en España. Sería interesante que quienes estamos interesados en la historia y en la evolución del mercado editorial coordináramos esfuerzos en esta dirección y que lográramos producir algo que se alejara de la tendencia a seguir construyendo ese tipo de relatos sobre lo que pasa en la ciudad que han hecho que ésta termine por convertirse en un insufrible parque temático.


En cualquier caso creo que desde todo punto de vista Barcelona tiene mucho que ofrecernos a los apasionados de la movida editorial.

miércoles, 23 de mayo de 2007

la crítica, los grandes medios, los 'bloggers' y la autoridad

A propósito de la reducción del espacio para crítica de libros a la que se refiere el reportaje ‘Are Book Reviewers Out of Print?’ y del especial ‘Los venenos de la críticacomentados respectivamente el 12 de mayo y el 29 de abril en [ el ojo fisgón ]—, ayer leí en el diario Los Angeles Times el artículo titulado ‘Not Everybody's a Critic’, de Richard Schickel —crítico de cine y libros—. Schickel parte de la base de que “cualquiera que tenga un blog puede expresar una opinión, pero la verdadera crítica es más que una simple opinión”.


Sin lugar a dudas la crítica es un ejercicio para el que es necesario haberse formado un criterio previamente. Ahora bien, creo que lo importante de este criterio es la manera como está articulado y no su orientación. Según Schickel, “la crítica no es una actividad democrática. Es, o debería ser, una empresa de elite, idealmente asumida por individuos que aportan algo más allá que sus opiniones apresuradas e instintivas sobre un libro (o cualquier objeto cultural). Es un trabajo que requiere, entre otras cualidades, un gusto disciplinado, conocimiento histórico y teórico y un profundo sentido del conjunto de la obra del autor (o del realizador o del pintor)”.


Rechazo tajantemente esta idea rancia de Schickel que llega a la conclusión de que necesariamente un blogger es una persona que no tiene formado un criterio para asumir con altura el ejercicio de la crítica. Está claro que las ideas ‘apresuradas e instintivas’ no son suficientes para articular una crítica y que en ésta la opinión del autor no debe ser ni el único ni el más importante aspecto a tener en cuenta —de hecho, creo que lo que diferencia a un crítico de un comentarista de libros es que el primero se rige por unos criterios ‘técnicos’—. Sin embargo, no creo que sea evidente que un crítico de una revista tenga las cualidades a las que se refiere Schickel mientras que un blogger no. Quiero recordar que ni siquiera diarios tan prestigiosos como The New York Times o El País han salido bien librados de escándalos que han puesto en entredicho su criterio editorial. Y quiero recordar también que el prestigio se construye todos los días y que hay bloggers a quienes gracias a su trabajo los lectores les han otorgado un reconocimiento comparable e incluso superior al que tienen ciertos críticos que escriben para grandes diarios y revistas. Entre los casos que tengo a la mano —para mencionar sólo algunos de ellos— se destacan blogs como Critical Mass, Syntax of Things y The Art of Fiction, cuyo público les ha dado a sus autores las credenciales a las que se refiere Schickel.


Si bien es cierto que las credenciales constituyen una importante legitimación externa, no considero que la de los grandes medios de comunicación necesariamente sea más confiable que la de un blogger. De hecho, cuando estaba en la facultad de Letras se daba por sentado que la confiabilidad de la crítica de los medios era igual a cero. Sin embargo, hoy en día la crítica de la academia tampoco me parece confiable por sí misma —confieso, además, que siempre me ha aburrido muchísimo—.


No es que quiera desacreditar ni a los medios ni a la academia para favorecer a los bloggers. Simplemente quiero hacer énfasis en que estoy convencido de que la autoridad no se tiene a priori y de que una vez alguien se la gana debe seguir esforzándose por mantenerla porque ésta también puede perderse. Sólo que a menudo la crítica tanto mediática como académica parece olvidarlo y a menudo gasta una buena parte de sus esfuerzos defendiendo su status de amenazas externas en vez de dedicarse a reafirmarlo de la única manera honesta que existe, que es el ejercicio juicioso e ininterrumpido de su oficio.


Finalmente, quisiera plantear una pregunta: ¿cuál es el tipo de crítica que queremos? Lo único que puedo decir es que hay diversos circuitos de lectura, que en cada uno de ellos la crítica se ejerce desde una gama amplia de corrientes y que, por lo tanto, quien quiera recurrir a una crítica es responsable de definir los criterios necesarios para escoger la que mejor satisfaga sus intereses como lector —sea ésta académica, mediática o 'apresurada e instintiva'—.


Creo que el problema de fondo es que hay gente que en vez de hacer su trabajo se dedica a defender su terruño por temor a perder su status. Considero que la academia, los medios y la blogósfera son circuitos distintos que en ocasiones pueden cruzarse y que cada quien —ya sea un simple lector o alguien que aspira a formar parte de la crítica— busca su lugar allí donde se sienta más cómodo.