viernes, 30 de enero de 2009

31

Un recuerdo de mis lecturas de los 18 años:



‘A los treinta y un años Rimbaud estaba muerto. Desde la madrugada de sus treinta y un años Escobar contempló la revelación, parada en el alféizar como un pájaro: a los treinta y un años Rimbaud estaba muerto. Increíble.


Fina seguía durmiendo junto a él, como si no se diera cuenta de la gravedad de la cosa. Le tapó las narices con dos dedos. Fina gimió, se revolvió en las sábanas; y después, con un ronquido, empezó a respirar tranquilamente por la boca. Las mujeres no entienden.


Afuera cantaron los primeros pájaros, se oyó el ruido del primer motor, que es siempre el de una motocicleta. Es la hora de morir. Sentado sobre el coxis, con la nuca apoyada en el filo del espaldar de la cama y los ojos mirando el techo sin molduras, Escobar se esforzó por no pensar en nada. Que el universo lo absorbiera dulcemente, sin ruido. Que cuando Fina al fin se despertara hallara apenas un charquito de humedad entre las sábanas revueltas. Pensó que ya nunca más sería el mismo que se esforzaba ahora por no pensar en nada; pensó que nunca más sería el mismo que ahora pensaba que nunca más sería el mismo. Pero afuera crecían los ruidos de la vida. Sintió en su bajo vientre una punzada de advertencia: las ganas de orinar. La vida. Ah, levantarse. Tampoco esta vez moriremos.


Vio asomar una raja delgada de sol por sobre el filo hirsuto de los cerros, como un ascua. El sol entero se alzó de un solo golpe, globuloso, rosado oscuro en la neblina, y más arriba el cielo era ya azul, azul añil, tal vez: ¿cual es el azul añil? Y más arriba todavía, de un azul más profundo, tal vez azul cobalto. Como todos los días, probablemente. Aunque esas no eran horas de despertarse a ver todos los días. Nada garantizaba que el sol saliera así todos los días. No era posible. Decidió brindarle un poema, como un acto de fe.


Sol puntual, sol igual,

sol fatal

lento sol caracol

sol de Colombia.


Y era un lánguido sol lleno de eles, de día que promete lluvia. Quiso despertar a Fina para recitarle su poema. Pero ya había pasado el entusiasmo.


Quieto en la cama vio el lento ensombrecerse del día, las agrias nubes grises crecer sobre los cerros, el trazado plomizo de las primeras gotas de la lluvia, pesadas como piedras. Tal vez hubiera sido preferible estar muerto. No soportar el mismo día una vez y otra vez, el mismo sol, la misma lluvia, el tedio hasta los mismos bordes: la vida que va pasando y va volviendo en redondo. Y si se acaba la vida, faltan las reencarnaciones. El previsible despertar de Fina, el jugo naranja, el desayuno.



Cada día pasaban menos cosas, y cosas más iguales, como si sólo sucedieran recuerdos. Al despertarse cada día tenía siempre la boca llena de un sabor áspero de hierro, la garganta atascada como un caño oxidado de sulfatos. ¿Se oxidan los sulfatos? ¿Se sulfatan los óxidos? Pasaba días enteros durmiendo, soñando vagos sueños, sueños de sorda angustia, persecuciones lentas y repetidas por patios de cemento encharcados de lluvia. Fina lo despertaba, le daba de comer, lo dejaba dormir, lo olvidaba en su sueño: a veces insistía en darle vitaminas, como si fuera eso. Había dejado de sentir, de esperar, de hacer planes, de pensar cosas complicadas, con incógnitas. A veces todavía -pero era por inercia- se le seguía viniendo a la cabeza algún poema: un poema bobísimo, como la bobería misma de componer un poema. La forma debe reflejar el contenido. Sí, pero para qué. Sí, pero ah... Como si su organismo por costumbre, fuera poniendo huevos sin querer: un breve esfuerzo, un hipo, y una cosa redonda queda ahí abandonada -asonante, consonante, infecunda. A los treinta y un años Rimbaud estaba muerto, por lo menos. Se sentía resecado, reblandecido, enfriado, moribundo, y rodeado de cosas terriblemente muertas. Y así, días. Semanas. Algo en él le decía que aquello iba a durar toda la vida. Y nada le decía cuánto iba a durar la vida’.


Sin remedio, de Antonio Caballero

Editorial Oveja negra

Bogotá, 1984


Ahora que tengo 31, como Rimbaud y Escobar, y que estoy lejos de Bogotá lo veo todo tan diferente.

jueves, 29 de enero de 2009

entrevista a manuel ortuño, editor de trama y coeditor de texturas / “abrimos espacios de reflexión y de debate en el sector del libro”

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) tuvimos la ocasión de entrevistar a Manuel Ortuño, quien además de ser el editor de Trama editorial es el coeditor de la revista Texturas —junto con Txetxu Barandiarán— y el presidente de la Asociación de Revistas Culturales de España (ARCE). Durante la entrevista Manuel nos habló acerca de Trama editorial, de la colección “Tipos móviles” que lanzó ésta durante el otoño pasado y de Texturas. Estos dos proyectos en particular surgieron ante la necesidad de abrir en nuestro medio un espacio de reflexión sobre el mundo del libro y de la edición con el propósito de suscitar un diálogo alrededor suyo.




Manuel define Trama como una editorial independiente que lleva ya cerca de una década ‘editando pocos títulos al año y que ha sido capaz de aglutinar alrededor suyo a muchos amigos y cómplices’. Según nos cuenta Manuel, de algunos de los miembros de esa red de personas que colaboran con Trama surgió hace dos años la idea de ‘sacar una publicación que pudiera suponer un espacio de encuentro para todos aquellos que sentimos una pasión por el universo del libro y de la lectura no sólo en España, sino también teniendo la mirada puesta en lo que se hace en América Latina’. En cierta medida Texturas es una respuesta a la falta de ‘espacios de reflexión, de debate y de crítica’ en el universo del libro en español, que ‘tiene tanta importancia y proyección pública’. Así pues, la revista —cuyo séptimo número acaba de salir y que ha tenido una muy buena acogida no sólo en el sector editorial sino también entre la prensa cultural— surge como ‘un instrumento a través del cual debatir, discutir, intercambiar, dialogar o criticar’.





Debido a la buena acogida que ha tenido Texturas en América Latina, durante la FIL se ha llegado a un acuerdo para ofrecer la revista en soporte digital de manera que se pueda consultar y adquirir en formato electrónico fuera de España. Manuel destaca las implicaciones que tiene este acuerdo para los lectores latinoamericanos, quienes de ahora en adelante podrán descargar los contenidos de la revista y superar las limitaciones geográficas, temporales y económicas que presupone el envío desde España de los ejemplares en soporte papel.




Por otro lado, Manuel nos presentó una colección que busca cubrir ‘un hueco importante en torno al universo de la edición’: se trata de “Tipos móviles”. Manuel destaca que a diferencia de los libros de vocación más bien técnica y formativa que está editando Tomás Granados en la colección “Libros sobre libros”, los títulos de “Tipos móviles” buscan abordar temas como la historia del libro, de la lectura, de la edición y de los editores.


Cada una de las dos primeras novedades de la colección “Tipos móviles” define claramente una línea editorial: mientras que El nuevo paradigma del sector del libro —de Manuel Gil y Francisco Javier Jiménez—, pertenece a la de ensayo crítico sobre el mundo editorial, La sabiduría del editor —de Hubert Nyssen— se inscribe en la de reflexiones, memorias y recuerdos de los grandes editores ‘que han sido nuestros grandes maestros y el espejo en el que siempre nos hemos mirado’.



Entre las novedades de “Tipos móviles” para 2009 se encuentran las memorias de Tom Maschler —editor de Jonathan Cape— que salieron el año pasado en inglés, un título sobre el oficio del “negro” en el sector editorial y la recuperación de las memorias de Einaudi que se editaron en España a principios de los noventa y que actualmente están descatalogadas.


Además de rendirle un tributo a la imprenta de Gutenberg, el nombre de la colección evoca el espíritu de quienes conforman el entorno que colabora con Trama y el carácter descentralizado de este proyecto que funciona en red desde distintos lugares del mundo —diferentes ciudades de España, México o Argentina, por ejemplo—.

martes, 27 de enero de 2009

dos miradas al negocio digital de carmen balcells: josé antonio millán y el país

En una nota publicada hoy bajo el título “Los grandes de las letras hispanas se digitalizan” la sección de Cultura del diario El País informa sobre Palabras mayores, el proyecto a través del cual la agencia literaria Carmen Balcells comercializará en formato digital —mediante una alianza con la empresa navarra Leer-e— las obras de algunos de los grandes autores que representa: Camilo José Cela, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Miguel Delibes, Julio Cortázar, Juan Marsé y Juan Goytisolo.


Además de informarnos sobre esta iniciativa de Carmen Balcells y Leer-e, el pasado 8 de enero José Antonio Millán nos presentó en Libros y bitios un minucioso análisis acerca de sus implicaciones sobre ‘la parte del importe de la compra percibirá el autor’, los anticipos que se le deben pagar a éste por la edición de un libro electrónico, el Digital Rights Management (DRM) o la sostenibilidad de la política del precio fijo del libro en el mercado de los contenidos digitales.



Mientras que la nota publicada por El País parece ser la reproducción de un cable de la agencia EFE y sólo contiene un par de links hacia información relacionada con la agente literaria y algunos de los escritores que ésta representa, la entrada de José Antonio incluye referencias a una entrevista a Carmen Balcells publicada en el Magazine de La Vanguardia en enero de 2006, reflexiones sobre la posición de los editores frente a los libros electrónicos, opiniones de Ignacio Latasa —responsable de Leer-e— con respecto a los temas mencionados al final del párrafo anterior y material gráfico complementario para ilustrar todo esto.




El enorme contraste existente entre la calidad de la información publicada por el diario más importante del mundo hispanohablante y la ofrecida por José Antonio pone en evidencia la escasa capacidad que tienen los grandes medios de comunicación de ocuparse oportunamente de todo aquello que se escape de la vorágine de la actualidad más inmediata, así como de hacerlo desde una perspectiva que intente ir más allá de la órbita de lo estrictamente general, descriptivo y obvio.


El carácter general, descriptivo y obvio de la nota de El País no tiene nada de reprochable justamente porque el que la publica es un medio generalista. Sin embargo, este hecho deja al descubierto la debilidad e incluso la obsolescencia de un modelo de producción de contenidos arcaico en un momento en el que los medios tradicionales deben asumir el reto de reinventarse para sobrevivir y llama particularmente la atención justo cuando se habla cada vez con más insistencia de la profunda crisis financiera por la que atraviesa actualmente el Grupo Prisa.




Leyendo este artículo vuelvo a sentir el sinsabor que me produjeron en la FIL los eventos “¿Hacia dónde y para qué el periodismo del siglo XXI?” —que organizó justamente el diario El País— y “El futuro del libro. Debate sobre la integración del mundo editorial y nuevas tecnologías (POD, Internet, Ebooks, etc)” —organizado por Google—.


Yo no creo que de momento la blogosfera pueda siquiera hacerle cosquillas al imperio de los medios tradicionales ni que baste con abrir un blog y escribir tres chorradas ingeniosas para convertirse en una celebridad. Pero estoy convencido de que en un contexto en el que las audiencias tienden hacia la fragmentación y en el que eso que se conoce como “la economía de la atención” depende de la capacidad de encontrar información con valor agregado en medio del ruido, la blogosfera está generando circuitos donde se están produciendo, difundiendo y discutiendo ideas realmente interesantes que muchas veces los medios tradicionales sólo asimilan cuando ya son periódico de ayer.

lunes, 26 de enero de 2009

los tigres del norte, roger chartier, john boyne y otros actos de la fil en tökland

A quienes les interese conocer más de cerca el trabajo que hicimos durante nuestra expedición a la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), les recomiendo estar pendientes del material que Pablo está publicando en Tökland sobre los actos más importantes que se celebraron allí. Gracias a este material que se ha ido y se seguirá colgando en el canal de YouTube de la FIL, quienes no tuvieron la oportunidad de asistir a ciertos eventos puntuales podrán ver los momentos más relevantes de algunos de ellos.


En primer lugar, los amantes de la movida norteña pueden ver la charla que sostuvieron Los tigres del norte con los escritores Arturo Pérez-Reverte y Élmer Mendoza —seguro que les encantará—. De ella se da cuenta en el texto “Los tigres del norte, notarios de la realidad mexicana”, que termina destacando que ‘la emotiva reacción del público frente a la presencia de Los tigres del norte en la FIL confirma la capacidad que tiene esta agrupación de sintetizar mediante historias de tres minutos una realidad que trasciende las fronteras de un país al mismo tiempo que demuestra que la cultura va mucho más allá de los libros’.





En segundo lugar, el texto “Hamlet en dos horas” presenta los vídeos en los que quedó registrado el acto del mismo nombre —al que me referí cuando presenté la entrevista al profesor Roger Chartier—. Durante este evento tres actores del Grupo S Teatro hicieron una lectura dramática de siete fragmentos de Hamlet que el profesor Chartier fue comentando detalladamente al final de cada uno de ellos. Como ya se dijo en su momento, ‘a partir del trabajo que durante los últimos años ha hecho Chartier sobre las obras más canónicas de Shakespeare y Cervantes, “Hamlet en dos horas” presupuso un arriesgado e interesante experimento que pretendía llamar la atención sobre la universalidad de la obra y sobre la importancia de ponerla en su contexto abordándola desde una perspectiva histórica al mismo tiempo que proponía liberarse de la forma tradicional de la conferencia’.


Y, en tercer lugar, el texto “John Boyne, el rostro humano de un best seller sirve para introducir los vídeos que dan cuenta del emotivo diálogo que sostuvo el autor El niño del pijama de rayas con un público predominantemente infantil y juvenil. Lo más importante de este acto es que Boyne revela la historia que hay detrás de uno de los best sellers más importantes de los últimos años y su percepción con respecto a la manera como El niño del pijama de rayas ha sido acogida por sus lectores.


Durante las próximas semanas Pablo seguirá publicando en Tökland los contenidos que produjimos durante nuestro viaje a Guadalajara, así que todavía hay FIL para rato.

viernes, 23 de enero de 2009

el sony reader en acción: primeras impresiones


Después de cinco días trabajando con él, algunas anotaciones con respecto al funcionamiento del Sony Reader PRS – 505 del que hablé en una entrada anterior:


Aciertos:


- sus dimensiones —aproximadamente 175 milímetros de largo x 124 milímetros de ancho x 7 milímetros de grosor—favorecen la portabilidad: ocupa el espacio de un libro de bolsillo de no más de 150 páginas.


- la pantalla mide 6 pulgadas, lo cual es más que suficiente para una lectura cómoda.


- en la medida en que el aparato sólo gasta batería mientras carga los contenidos —al abrir un documento o cuando se cambia de página—, tiene bastante autonomía de funcionamiento: tras unas ocho horas de lectura sólo he consumido un cuarto de la batería.


- en las dimensiones de un libro de bolsillo de 150 páginas llevo once manuscritos que suman alrededor de 5000 páginas —no sé a cuántos gigas equivalen ni el porcentaje de memoria del aparato que ocupan pero con seguridad éste no excede la décima parte—: ¿no es seductor el hecho de poder moverse de un lugar al otro llevando en el bolsillo la obra completa de Pio Baroja o de Balzac, toda la documentación para hacer una tesis doctoral o las obras cumbres del boom latinoamericano?


- tiene las funcionalidades fundamentales para que la experiencia de lectura sea agradable, éstas están bastante bien desarrolladas y es muy fácil de usar.


- la interfaz y la navegación son bastante sencillas.


- los cambios de luz del ambiente no afectan la visibilidad de la pantalla.




Desaciertos:


- la carga de datos es muy lenta.


- es engorroso ir a una página cualquiera del documento —a la 157, por ejemplo— cuando éste no tiene una tabla de contenidos debidamente indexada para que el aparato la reconozca.


- no es posible tomar notas sobre el texto.


- no se pueden hacer búsquedas en el texto —por palabra clave, por ejemplo—.


- no permite conectarse a Internet para descargar contenidos o para leer blogs y diarios.


- en ocasiones —supongo que cuando los archivos vienen en algún formato de procesador de texto— no se conserva la maquetación del documento cuando se hace zoom.


Creo que la tecnología básica para que el lector digital sea una herramienta eficiente, cómoda y fácil de usar ya está desarrollada y que el mejoramiento de ciertos aspectos que todavía fallan no debe tener mayores complicaciones. En esencia los lectores digitales están tendiendo a superar los inconvenientes tecnológicos que solían utilizarse como argumento en su contra.


En lo que se refiere a la oferta de obras que se comercializan en soporte digital todavía queda por resolver el tema de la interoperabilidad entre los distintos lectores porque cada uno de ellos tiene contenidos y formatos exclusivos. De momento en nuestro medio este tema no preocupa porque aún no hay un comercio de contenidos exclusivos para este tipo de aparatos —hace un par de semanas José Antonio Millán se refirió a la comercialización de obras en formato digital por parte de Carmen Balcells y Mobipocket y luego hizo alusión al rumor sobre el pronto desembarco del Sony Reader en España—.


Bueno, ¿y qué pasa con el placer de tener el libro entre las manos, de manosear el papel y de sentir su olor? Claramente se pierde pero pienso que aunque le aportan una cierta mística a la experiencia de la lectura, estos aspectos no forman parte de su esencia sino del fetiche que hemos construido alrededor suyo —que no me parece irrelevante—.


Luego hay otros temas más complicados como la incidencia de la migración hacia las pantallas sobre nuestros hábitos y prácticas de lectura, así como sobre nuestra capacidad de comprender lo que leemos. En una conversación que tuve hace poco con el librero Damià Gallardo, de la librería Laie del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), éste me planteó algunas inquietudes bastante interesantes al respecto.


Hasta ahora sólo he utilizado el Sony Reader en un contexto puramente laboral pero seguramente pronto empezaré a echar mano de él para hacer mis lecturas de entretenimiento. A propósito de este tema, hace un par de días tuve por Internet la siguiente conversación con mi amigo Miquel:


Miquel: He leído sus cosas sobre gadgets... vi a un tío en el metro con ese juguete... no sé, no me acaba de convencer...


Yo: No sea usted tan reaccionario con el tema del gadget que me está haciendo la vida tan fácil.


Miquel: Vale que le hace la vida más fácil. ¡Saludo su utilidad! ¿Pero usted se lee libros (por placer) con ese trasto? Sí, con este tema estoy chapado a la antigua...


Yo: Hasta el momento sólo he leído cosas de trabajo pero creo que si llegara a ser necesario podría leerme sin ningún problema El retrato de Dorian Gray, Música para camaleones o La literatura nazi en América.


Miquel: ¡¡¡Sacrilegioooooo!!! Bueno, ya me hará una demostración práctica...


A quienes quieran familiarizarse más con los lectores digitales más populares —Kindle, iLiad y Sony Reader— les recomiendo echarle un ojo a esta infografía referenciada recientemente por José Antonio. En ella se explican muy bien las características de cada uno de ellos.

miércoles, 21 de enero de 2009

donde pongo el ojo... [ 60 ]



Lecturas en curso


Chroniques Birmanes, de Guy Delisle

Éditions Delcourt

París, 2007


Mi recomendado de la semana


Sobre el agua, de Guy de Maupassant

Marbot

Barcelona, 2008


Mis libros favoritos


Triste, solitario y final, de Osvaldo Soriano

Seix Barral

Buenos Aires, 2004


Me llama la atención


Lecturas de mí mismo, de Philip Roth

Mondadori

Barcelona, 2008

martes, 20 de enero de 2009

los scouts

En el mundo editorial y en la prensa de interés general se habla mucho de los editores, de los autores y de los agentes pero rara vez se hace referencia a figuras importantísimas como los scouts —cuyo rol vine a comprender hace poco gracias a una explicación de la editora Àngels Balaguer—. Hace unos días mientras leía feeds que tenía pendientes desde que estuve en Colombia me encontré un artículo bastante esclarecedor sobre los scouts que publicó la sección de Cultura del diario El País durante la Feria de Frankfurt. Se trata de “'Scouts', los sabuesos de los libros”.




Tras partir de una premisa obvia y vaga, el artículo aterriza en una afirmación más puntual:


‘Como en tantos otros aspectos de la vida, en el mundo editorial hay un factor que marca la diferencia entre triunfar y fracasar: la información. Los principales sellos del mundo han creado sus propios servicios de inteligencia para sobrevivir en un sector en el que, con las nuevas tecnologías, las cosas van cada vez más rápido: los scouts (ojeadores)’.


Más adelante añade:


‘Los scouts trabajan desde las grandes capitales de la letra impresa —sobre todo Londres, Nueva York y París— y su labor consiste en detectar cuanto antes un libro o una tendencia. Cuanto antes quiere decir cuando el manuscrito llega a un agente o a un sello editorial, y muchas veces se enteran a pesar de los receptores del texto. A veces incluso, como ocurrió con Las cenizas de Ángela, dan el queo con sólo 100 páginas escritas’.


Y luego presenta algunos matices con respecto al rol de los scouts y explica las razones por las que éstos cada vez cobran más importancia en el sector editorial:


‘"Un scout tiene que captar todas las informaciones que salen de un país, no sólo los manuscritos importantes, sino también los cambios de tendencia o de dirección en una editorial", explica Cristina de Stefano, italiana afincada en París, antigua periodista y escritora (…) "cada vez hay más información y menos tiempo para procesarla", agrega De Stefano, que trabaja desde Francia para cinco países (en España para el grupo Santillana)’.


Tres scouts españoles le dan la estocada final al tema mencionando algunas pistas sobre el know how y las destrezas que requiere el desarrollo de su trabajo:


‘Si la información es poder, la inmediata no tiene precio. Por eso [Aurelio] Major ha afilado su nuevo oficio acudiendo a la madre de todo el negocio, el autor. "Hay que trabajar con información privilegiada y leer muy rápido y discriminar aún más y mejor". "Nuestra labor es ser un filtro con criterio ante una avalancha de información; luego está tener una buena agenda y fuentes de información y después buscar aquello que no es obvio", dicen [Carmen] Pinilla y [Daniel] Aragó’.


En un momento en el que se escribe y se publica tanto y en el que circula tanta información, los scouts parecen jugar un papel clave en la medida en que los procedimientos de filtrado y de identificación e interpretación de señales son cada vez más críticos en los procesos de toma de decisiones. Al final hoy en día el problema está no sólo en el acceso a la información sino también en la capacidad de gestionarla —es decir, de seleccionar sus fuentes y de saber cómo discriminar, clasificar, conservar y desechar la información que se recibe—.

lunes, 19 de enero de 2009

gadgets y libros

El viernes pasado una de las editoriales con las que trabajo me dio un Sony Reader para facilitar el trabajo de lectura de manuscritos. Aunque todavía no lo he explorado a profundidad, hasta el momento sólo le veo ventajas al hecho de tener un lector digital —por lo menos para cuestiones estrictamente laborales—. Lo que he visto hasta ahora confirma la buena impresión que me produjeron las demostraciones de lectura en teléfono móvil y en Sony Reader que en su momento me hicieron Javier Celaya y Pablo Arrieta.



Un par de anotaciones al respecto a partir de lo que he podido ver:


- se trata de un gadget más o menos del tamaño de un libro de bolsillo y que pesa un poco más que éste.


- tiene una buena capacidad de almacenamiento de documentos en formatos estándar —en algunos de éstos permite archivar unos 250 libros de 300 páginas—, lo cual favorece la portabilidad de éstos sobre todo cuando se tiene la necesidad o el deseo de desplazarse.


- el contraste es óptimo y no depende de la luz que haya en el ambiente.


- tiene una interfaz básica y austera, así como un sistema de navegación bastante simple.


- el cambio de página es lento.


- se pueden señalar páginas mediante una simulación del gesto de doblar una de las esquinas de la hoja del libro.


- en términos de energía es un dispositivo altamente autónomo en la medida en que gracias a la tinta electrónica sólo consume batería cuando se cambia de pantalla.


- hasta donde sé, en España todavía no se pueden comprar contenidos exclusivos para este dispositivo.


Y ya.



Hace unos días que cogí Los demasiados libros para buscar una cita recordé que allí había un ensayo titulado “La superación tecnológica del libro” en el que Gabriel Zaid da seis argumentos a favor del libro en papel. Teniendo en cuenta que desde 1996 —cuando fue publicado Los demasiados libros— el desarrollo tecnológico ha introducido transformaciones significativas en el ámbito de los contenidos digitales, valdría la pena preguntarse en qué medida el libro electrónico ha empezado a satisfacer las siguientes ventajas del libro en papel que evoca Zaid:


'1. Los libros pueden ser hojeados.


2. Un libro se lee al paso que marca el lector.


3. Los libros son portátiles.


4. Los libros no requieren cita previa.


5. Los libros son baratos.


6. Los libros permiten mayor variedad'.


Los demasiados libros, de Gabriel Zaid. pp. 57 - 63

Anagrama

Barcelona, 1996

jueves, 15 de enero de 2009

los libros no leídos



La montaña mágica, de Thomas Mann, es una novela importantísima para mí porque representa todos los libros que no he leído y que no sé cuándo podré leer. Empecé a leerlo a principios de enero de 1998, durante las vacaciones, y nunca pude terminarlo porque a mitad de mes empezaron las clases y me quedé sin tiempo para leer cosas distintas de las de mis cursos.


Durante mucho tiempo fui uno de esos compradores compulsivos de libros que se gastan cualquier billete que les cae en las manos comprándose alguna cosita que han estado buscando o que se les atraviesa por el camino. Mi biblioteca fue creciendo rápidamente —tanto que muy pronto me quedé sin espacio en mi cuarto, que igual es más bien pequeño, y que cada cierto tiempo tenía que hacer una Operación Tetris para reacomodarlo todo— pero como mi capacidad de lectura no lo hacía al mismo ritmo la brecha entre aquellos libros míos que había leído y los que no empezó a hacerse cada vez mayor.


Como en algún momento empecé a sentirme frustrado cada vez que salía de una librería llevando en la mano una bolsa con un par de novelas porque no sabía cuándo iba a tener el tiempo para leerlas, un día decidí dejar de comprar libros. Muchas veces soñaba que por culpa de alguna enfermedad me daban de baja en el trabajo y me obligaban a quedarme en cama durante meses enteros que yo dedicaba a leer Los detectives salvajes, La isla del tesoro, El otoño del patriarca, El corazón de las tinieblas, Tres tristes tigres, Moby Dick, La guerra de fin del mundo, Diario del año de la peste, La Vorágine, Guerra y paz, El obsceno pájaro de la noche y todos esos libros que me atraían y que no había podido leer hasta entonces, que en su mayoría tampoco he leído todavía y que espero poder leer algún día —lo máximo que he conseguido hasta el momento es leer Los detectives salvajes durante unas vacaciones, justo un par de semanas antes de la muerte de Bolaño—.


Ahora sólo compro libros que sé que voy a empezar a leer en el momento. Muchas veces los dejo empezados bien sea por falta de tiempo o bien porque no conecto con ellos. Pero si los compro es porque en ese momento tengo la necesidad imperiosa de leerlos. Si no llego a tener esa necesidad considero que no vale la pena comprarlos.


A propósito de los libros no leídos, en el ensayo “Los demasiados libros” dice Gabriel Zaid:


‘La gente que quisiera ser culta, va con temor a las librerías, se marea ante la inmensidad de todo lo que no ha leído, compra algo que le han dicho que es bueno, hace el intento de leerlo, sin éxito, y cuando tiene ya media docena de libros sin leer, se siente tan mal que no se atreve a comprar otros.


En cambio, la gente verdaderamente culta es capaz de tener en su casa miles de libros que no ha leído, sin perder el aplomo ni dejar de seguir comprando más.


“Toda biblioteca personal es un proyecto de lectura”, dice un aforismo de José Gaos. La observación es tan exacta que, para ser también irónica, requiere la complicidad del lector bajo una especie de imperativo moral, que todos más o menos acatamos: un libro no leído es un proyecto no cumplido. Tener a la vista libros no leídos es como girar cheques sin fondos: un fraude a las visitas.


Ernest Dichter, en su Handbook of Consumer Motivations, habla de esta mala conciencia en los clubes de libros. Hay gente que se inscribe como si entrara a un festival de la cultura; pero, a medida que los libros llegan y se acumula el tiempo que hace falta para leerlos, cada nueva remesa, y el montón, se vuelven un reproche muy poco festivo: una acusación de incumplimiento, hasta que rompe con el club, decepcionada y resentida de que le siga enviando libros, a pesar de pagarlos’.


Los demasiados libros, de Gabriel Zaid. pág. 11

Anagrama

Barcelona, 1996

miércoles, 14 de enero de 2009

donde pongo el ojo... [ 59 ]



Mi recomendado de la semana


La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz

Mondadori

Barcelona, 2008


Mis libros favoritos


La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro

Seix-Barral

Barcelona, 2003


Me llama la atención


Mario Eskenazi, diseño gráfico




martes, 13 de enero de 2009

comentarios del editor nicolás morales sobre los libros más vendidos en colombia

En dos de sus columnas más recientes en la revista Arcadia el editor colombiano Nicolás Morales hace algunas anotaciones con respecto al tipo de libros que más se venden actualmente en Colombia. Se trata de “El modelo Disney” y de “Los libros más vendidos del 2008”.





“El modelo Disney” se refiere a la reciente decisión del grupo Carvajal de ‘botar por la borda la colección más prestigiosa de no ficción en Colombia’: Vitral.


Esta colección que durante años le ha dado una mayor difusión al conocimiento que produce la academia en el ámbito de las ciencias sociales —eso que los franceses llaman con dignidad “vulgarisation de la connaissance”— y que durante años ha construido un fondo constituido por trabajos serios y rigurosos escritos en un lenguaje accesible para un público amplio entra en crisis en un momento en el que, en palabras de Morales, ‘las editoriales han inundado todo el mercado con las pantanosas aguas de la no ficción-basura, dejando reseco el suelo en que podría sembrarse algo distinto a mala hierba’.


Según Morales, ‘puede que Vitral fuera simplemente un lugar para que los académicos de prestigio intentaran trascender los 1.000 ejemplares de la edición universitaria, pero para mí era mucho más que eso: se trataba de la cuota de responsabilidad social de una industria editorial enferma e idiotizada por los megacontratos y los “beast” sellers. El pequeño ejercicio ético en un negocio que, con muy pocas excepciones, no logra trascender, tomar riesgos y ser generoso con el público. El intento de reivindicación de una industria que ha invadido los quioscos de los aeropuertos y los estantes de las librerías con tristes páginas de vedettes, narcos y bajeza sexual’.


En el Grupo Editorial Norma ya habían acabado con colecciones poco rentables como la de poesía, La pequeña biblioteca y alguna otra. El cierre de Vitral representaría la desaparición de una fórmula para divulgar el pensamiento humanista mucho más eficaz que la de la mayor parte de las editoriales universitarias —con las que ha hecho varias coediciones importantes—.


***



En “Los libros más vendidos del 2008” Morales hace un recuento no sólo de los títulos que mejor se vendieron el año pasado según el listado que publica el periódico El Tiempo, sino también de las editoriales que los publicaron. Morales hace las siguientes anotaciones:


El secreto, de Rhonda Byrne, es el libro más vendido en Colombia según la lista. Estuvo 26 semanas en diversas posiciones del conteo superando a El olvido que seremos (24 semanas), El cartel de los sapos (22) y Mi fuga hacia la libertad (18).



En la quinta posición encontramos, curiosamente, la novela del afgano Khaled Hosseini Cometas del cielo, que no solo fue la novela más vendida en Colombia, sino también uno de los cuatro o cinco libros decentes de ficción que se colaron en la lista, en la que alcanzó 14 semanas. El triunfo de los renacuajos. El best seller que logró más semanas en el primer lugar fue El cartel de los sapos, de Andrés López (Editorial Planeta). Mi fuga hacia la libertad (Planeta) y Siete años secuestrado por las Farc (Aguilar) ostentaron la camiseta amarilla durante cinco semanas cada uno. Germán Castro Caycedo se tomó el listado durante cuatro semanas con su Palacio sin máscara (Planeta) y algo similar le sucedió a nuestro ex canciller con El trapecista (Planeta). Por editoriales, no quedó duda del triunfo de Planeta (20 semanas) y su rival más cercano, Alfaguara, tuvo que conformarse con siete. Editorial Planeta masacra’.


Por otro lado, Morales hace dos observaciones que me parecen bastante dicientes:


1. ‘no hay libros de Anagrama, Pretextos, Acantilado, Crítica, Gedisa, Paidós ni Editorial Panamericana. No hay un solo libro de edición universitaria ni de sellos independientes nacionales tan prestantes como La Carreta, Icono o La Silueta. Escasean los libros intempestivos. El club de libros que aparecen en alguna posición del listado y mueren rápidamente es pequeño’.


2. ‘si quitamos el libro de los chicos afganos, nos quedamos con apenas algunos libros de ficción durante todo el año: Harry Potter y las reliquias, Justos por pecadores, Líbranos del bien, El País de la Canela y Lara y un par más. Ausencia total de novelistas extranjeros salvo por la chillona Isabel Allende. ¿Nadie compra en Colombia libros de Sandor Marai, Philip Roth, Zambra ni Murakami?’


En cuanto a la ausencia de títulos editados por los sellos españoles mencionados por Morales, supongo que en ésta deben incidir el tamaño del público al que van dirigidos y, salvo en el caso de Panamericana, el precio. Con respecto a las editoriales universitarias e independientes supongo que aparte de no interpelar a un público muy amplio, muchas de ellas deben tener problemas de distribución y de acceso a los espacios de comentarios de libros que hay en los medios de comunicación.


¿Por qué la ficción y, particularmente la escrita por autores extranjeros, no se vende tan bien en este momento? Me imagino que la crispación y los sentimientos encontrados provocados por la convulsionada vida cotidiana del país, el oportunismo de ciertas figuras públicas que han atraído la atención de los medios tras haber vuelto a libertad después de haber estado secuestradas o por haber protagonizado algún escándalo con impacto mediático, la tensión entre polarización y unanimismo o el fervor patriotero que ha despertado el estilo populista del presidente Uribe deben haber contribuido de alguna manera al éxito de la no ficción-basura a la que se refiere Morales.


Morales es categórico cuando afirma que ‘si el listado conserva algo de verosimilitud, lo más preocupante de todo es que sea eso lo que los colombianos están leyendo, pues en un 80% se trata de mediocres libros de autosuperación y consejos y de no-ficción basura’.


A mí no me parece preocupante que la gente lea libros mediocres y aprovecho para insistir en que cada quien debe leer aquello que responda a sus gustos, intereses, expectativas y necesidades en un momento dado. El análisis del listado de los títulos más vendidos que propone Morales podría darnos algunas pistas con respecto a los temas que ocupan la atención de quienes compran libros en Colombia.


Antes de terminar quisiera llamar la atención sobre la alerta que emite Morales con respecto a las fuentes de la lista y a los criterios bajo los cuales se elabora ésta:


‘Hace algunos años propuse en El Malpensante una arqueología de este listado, al que llamé La culpa es de la vaca en honor a un libro dudosamente laureado y a los practicantes que hacían los listados del periódico nacional. Mostré los errores, las pasiones y las falsedades de un ejercicio torpe que por aquel entonces intentaba ser un indicador cultural con cierta credibilidad. Pues bien, debo confesar que, después de tres años, el listado se afinó. Se ordenó, es más coherente, tiene muchos menos títulos y es menos aleatoria la selección.


Sin embargo, se mantienen algunos problemas de credibilidad que provienen del hecho de que es bien probable que una sola librería lo esté dictando casi al pie de la letra y de que Planeta esté exagerando su presencia. Una sola librería, por más grande que sea el centro comercial donde se encuentra, no puede dictar lo que se lee en Colombia y Planeta, por su parte, no debería borrar de forma tan visible a sus competidores. Ediciones B, Santillana o Norma tendrían mucha mejor suerte si los dados no estuvieran cargados’.


No es la primera vez que las publicaciones de la Casa Editorial El Tiempo le dan una visibilidad sospechosamente excesiva a los autores y libros que editan los sellos pertenecientes al Grupo Planeta, que desde el verano de 2007 tiene una participación accionaria cercana al 50 % en esa empresa. Pero bueno, en estos tiempos de concentración de la propiedad de los medios de comunicación y de la industria editorial eso es lo normal y, por lo tanto, no debemos sorprendernos con estas curiosidades ni esperar nada distinto porque es lo que hay.