miércoles, 23 de mayo de 2007

la crítica, los grandes medios, los 'bloggers' y la autoridad

A propósito de la reducción del espacio para crítica de libros a la que se refiere el reportaje ‘Are Book Reviewers Out of Print?’ y del especial ‘Los venenos de la críticacomentados respectivamente el 12 de mayo y el 29 de abril en [ el ojo fisgón ]—, ayer leí en el diario Los Angeles Times el artículo titulado ‘Not Everybody's a Critic’, de Richard Schickel —crítico de cine y libros—. Schickel parte de la base de que “cualquiera que tenga un blog puede expresar una opinión, pero la verdadera crítica es más que una simple opinión”.


Sin lugar a dudas la crítica es un ejercicio para el que es necesario haberse formado un criterio previamente. Ahora bien, creo que lo importante de este criterio es la manera como está articulado y no su orientación. Según Schickel, “la crítica no es una actividad democrática. Es, o debería ser, una empresa de elite, idealmente asumida por individuos que aportan algo más allá que sus opiniones apresuradas e instintivas sobre un libro (o cualquier objeto cultural). Es un trabajo que requiere, entre otras cualidades, un gusto disciplinado, conocimiento histórico y teórico y un profundo sentido del conjunto de la obra del autor (o del realizador o del pintor)”.


Rechazo tajantemente esta idea rancia de Schickel que llega a la conclusión de que necesariamente un blogger es una persona que no tiene formado un criterio para asumir con altura el ejercicio de la crítica. Está claro que las ideas ‘apresuradas e instintivas’ no son suficientes para articular una crítica y que en ésta la opinión del autor no debe ser ni el único ni el más importante aspecto a tener en cuenta —de hecho, creo que lo que diferencia a un crítico de un comentarista de libros es que el primero se rige por unos criterios ‘técnicos’—. Sin embargo, no creo que sea evidente que un crítico de una revista tenga las cualidades a las que se refiere Schickel mientras que un blogger no. Quiero recordar que ni siquiera diarios tan prestigiosos como The New York Times o El País han salido bien librados de escándalos que han puesto en entredicho su criterio editorial. Y quiero recordar también que el prestigio se construye todos los días y que hay bloggers a quienes gracias a su trabajo los lectores les han otorgado un reconocimiento comparable e incluso superior al que tienen ciertos críticos que escriben para grandes diarios y revistas. Entre los casos que tengo a la mano —para mencionar sólo algunos de ellos— se destacan blogs como Critical Mass, Syntax of Things y The Art of Fiction, cuyo público les ha dado a sus autores las credenciales a las que se refiere Schickel.


Si bien es cierto que las credenciales constituyen una importante legitimación externa, no considero que la de los grandes medios de comunicación necesariamente sea más confiable que la de un blogger. De hecho, cuando estaba en la facultad de Letras se daba por sentado que la confiabilidad de la crítica de los medios era igual a cero. Sin embargo, hoy en día la crítica de la academia tampoco me parece confiable por sí misma —confieso, además, que siempre me ha aburrido muchísimo—.


No es que quiera desacreditar ni a los medios ni a la academia para favorecer a los bloggers. Simplemente quiero hacer énfasis en que estoy convencido de que la autoridad no se tiene a priori y de que una vez alguien se la gana debe seguir esforzándose por mantenerla porque ésta también puede perderse. Sólo que a menudo la crítica tanto mediática como académica parece olvidarlo y a menudo gasta una buena parte de sus esfuerzos defendiendo su status de amenazas externas en vez de dedicarse a reafirmarlo de la única manera honesta que existe, que es el ejercicio juicioso e ininterrumpido de su oficio.


Finalmente, quisiera plantear una pregunta: ¿cuál es el tipo de crítica que queremos? Lo único que puedo decir es que hay diversos circuitos de lectura, que en cada uno de ellos la crítica se ejerce desde una gama amplia de corrientes y que, por lo tanto, quien quiera recurrir a una crítica es responsable de definir los criterios necesarios para escoger la que mejor satisfaga sus intereses como lector —sea ésta académica, mediática o 'apresurada e instintiva'—.


Creo que el problema de fondo es que hay gente que en vez de hacer su trabajo se dedica a defender su terruño por temor a perder su status. Considero que la academia, los medios y la blogósfera son circuitos distintos que en ocasiones pueden cruzarse y que cada quien —ya sea un simple lector o alguien que aspira a formar parte de la crítica— busca su lugar allí donde se sienta más cómodo.

2 comentarios:

sfer dijo...

"Lo único que puedo decir es que hay diversos circuitos de lectura, que en cada uno de ellos la crítica se ejerce desde una gama amplia de corrientes y que, por lo tanto, quien quiera recurrir a una crítica es responsable de definir los criterios necesarios para escoger la que mejor satisfaga sus intereses como lector —sea ésta académica, mediática o 'apresurada e instintiva'—."

Estoy completamente de acuerdo. Cada persona, de manera individual y totalmente subjetiva, escogerá el tipo de crítica que considere más adecuado a sus necesidades. Incluso puede escoger más de uno, según la utilidad que le quiera dar. Yo, por ejemplo, busco críticas diferentes dependiendo de si quiero seleccionar un libro para comprarlo para la biblioteca, o si quiero saber si me gustaría leerlo en un futuro. Muchas veces, la opinión de un compañero/a de profesión me resulta más útil que la crítica que pueda leer en alguna revista o suplemento literario, por mucho que el crítico del suplemento sepa muchísimo más de literatura (o tenga más experiencia en el campo de la crítica) que mi compañero/a.

En el número 559/560 (julio/agosto 2006) de la revista Serra d'Or apareció un especial titulado "Parlar de llibres" que creo que te interesará. Puedes leer algunos fragmentos aquí

martín gómez dijo...

Ay, mil gracias por la referencia.

Yo creo que al final siempre terminamos orientándonos por lo que nos dicen aquellas personas en cuyo criterio confiamos y con quienes sabemos que tenemos gustos o sensibilidades afines.