miércoles, 30 de abril de 2008

entrevista a elisenda julibert y ramon vilà, de marbot ediciones / "buscamos libros atendibles desde la academia y accesibles para lectores inquietos"


Por iniciativa de unos amigos, Elisenda Julibert y Ramon Vilà decidieron montar Marbot ediciones en un momento en el que su vida laboral había llegado a un punto muerto. Sin embargo, al final sólo quedaron ellos dos y empezaron a trabajar en un proyecto cuyo objetivo consiste en editar libros que independientemente del tema que aborden estén bien escritos y que tengan una vida larga con el propósito de ir consolidando un sello de fondo.


Elisenda y Ramon consideran que su ventaja radica en el hecho de que el tamaño de la estructura de Marbot ediciones les permite hacer movimientos muy pequeños de libros que las grandes editoriales no pueden hacer.


M.G.: ¿Cuándo y por iniciativa de quién surge la idea de crear Marbot ediciones?


Ramon Vilà: Justamente hace un rato comentábamos que es curioso porque nosotros fuimos quienes nos sumamos más tarde a este proyecto y quienes terminamos haciéndolo. Esto era una conversación de amigos: primero entre dos que ya no están, luego me sumé yo al proyecto y más adelante se lo comenté a Elisenda de manera que el grupo fue creciendo. Sin embargo, seguía siendo algo de comentarios entre amigos y al principio nadie creía que fuésemos a llegar a alguna parte. Y luego los últimos que llegamos fuimos quienes más nos implicamos en el tema y al final hemos terminado sacándolo.


Yo fui a hablar con Elisenda porque ella estaba en Paidós y en alguna ocasión me había pedido que la tuviese informada de todas las cosas que se hicieran. Aparte, ella conoce muy bien el mundo editorial y sobre todo el del ensayo. Yo como traductor también estaba muy en contacto pero los otros estaban más implicados en el sector de las grandes publicaciones.


Elisenda Julibert: Esto paso hace dos años y la verdad es que aunque fue un poco accidental también es explicable porque todos los que queríamos montar el proyecto estábamos en un punto muerto de nuestra vida laboral. Llevábamos muchos años haciendo la misma cosa, en una especie de zona de confort y trabajando por cuenta ajena de manera que por razones distintas cada cual estaba agotado del proceso que había seguido. Ramón llevaba mucho tiempo traduciendo, le apetecía ver otra parte del sector y lo que en ese momento le gustaba de su condición era la autonomía. Yo estaba contenta con el trabajo que hacía pero no me gustaba la falta de autonomía. Al mismo tiempo la editorial donde estaba había sido absorbida por el Grupo Planeta, de manera que el horizonte podía ser alentador porque se me podían abrir posibilidades de editar pero al mismo tiempo se trataba de un tipo de trabajo de edición para el que yo no me sentía especialmente dotada porque era para un tipo de libro más comercial. Y aunque sabía que lo podía ser, sentía que en alguna medida editar ese tipo de libros implicaría un esfuerzo encaminado a aprender algo que yo no tenía ningún afán de hacer.


De manera que como en ese momento todos estábamos en un punto parecido aunque por razones distintas, empezamos a hablar los fines de semana. Los dos que en un principio habían pensando en la posibilidad de montar una editorial dejaron el proyecto y quedamos Ramón y yo. Estuvimos echando números y mirando más en serio el asunto, convenciéndonos cada vez más de que aquello era viable.





M.G.: ¿Cuáles son las motivaciones que condujeron a la creación de la editorial?


R.V.: Yo llevaba bastante tiempo en la traducción, que es un trabajo muy agradable y que tiene grandes virtudes. Antes también trabajaba en el sector de las grandes publicaciones en una empresa que era packager para Océano y realmente el paso a la traducción de ensayo lo viví como una gran mejora. Lo que pasa es que es un trabajo que cuando lo haces durante muchos años tiene sus servidumbres porque pasas mucho tiempo encerrado en casa y ves poca gente. Al final esos también son aspectos importantes en las decisiones. Y es cierto que yo también tenía ganas de ampliar un poco mi paisaje profesional y personal. Tenía ganas de salir de casa y de ver más mundo, digamos.


E.J.: Es curioso porque él ha conseguido salir de casa y yo, por mi parte, lo que quería era justamente no hacerlo. Estoy encantada porque salgo de mi habitación y cuando atravieso el pasillo ya estoy en el trabajo. De momento me resulta muy gratificante que no haya una diferencia muy pronunciada entre mi vida personal y el trabajo aunque es probable que en algún momento esta continuidad sea agobiante.


M.G.: ¿Cómo se definió el perfil de las distintas colecciones de Marbot ediciones?


E.J.: Las colecciones responden, por una parte, a nuestro perfil como editores —es decir, a nuestros conocimientos y a nuestras capacidades reales—; y, por otra parte, también responden a cierta perspectiva comercial. Las tres colecciones son “Ensayo”, “Clásicos” y “Tierra de nadie”. La colección de ensayo está pensada para publicar autores de cualquier disciplina de las ciencias humanas. Ahí somos competentes, sobre todo en el campo de la filosofía, del ensayo político y de la sociología.


R.V.: E incluso en las ramas de las humanidades siempre nos interesará que el ensayo tenga una cierta perspectiva filosófica.


E.J.: Claro, aunque no descartamos incursionar en disciplinas como la antropología o la psicología. Ahora vamos a publicar un libro de Ronald Laing, que es más literario que psicológico. En esta colección le prestamos atención a lo que está sucediendo en todas las disciplinas pero somos conscientes de la importancia de tener una perspectiva comercial porque si vamos a entrar en las humanidades tenemos que jugar todas las cartas en la medida en que puede pasar algo interesante en cualquiera de sus disciplinas.


“Clásicos” es una colección en la que evidentemente publicaremos cosas de filosofía y autores anteriores al siglo XX, lo cual tiene que ver con nuestra formación y nuestros intereses. Pero al mismo tiempo también tiene que ver con lo comercial en la medida en que se trata de libros cuyos derechos son de dominio público, ¿vale? “Tierra de nadie” probablemente sea la colección más audaz aunque también tiene un perfil comercial porque allí publicamos títulos con un perfil más literario del tipo de literatura que nos interesa como lectores de ensayo que somos principalmente, que son esos experimentos fronterizos muy difíciles de situar en términos de los géneros tradicionales. Pero al mismo tiempo es la colección más arriesgada porque es cierto que la literatura depende mucho más del gusto. Al fin y al cabo en el ensayo hay cosas que son más estables o previsibles.


R.V.: En la edición de ensayo tú puedes prever más cuál será la recepción de un libro por parte del público.


E.J.: Justamente por ser más imprevisible, es en la edición literaria donde podemos tener una sorpresa más agradable. Es decir, el ensayo es más fiable y es una apuesta más segura pero allí sabemos cuál es el techo mientras que en esta colección puede que algo no nos salga tan bien como un libro de ensayo pero también podemos encontrarnos con una sorpresa muy grata en el sentido de que un título que coincida con el gusto de los lectores consiga llegar a un techo más alto.


R.V.: Y también se trata de rebuscar en áreas mucho menos trabajadas por otras editoriales. En la ficción hay mucha gente buscando pescar, por lo cual intentamos ocuparnos de cosas que no se sabe muy bien qué son y con respecto a las cuales queda mucho por hacer. Estamos buscando un lector que haya hecho una trayectoria parecida a la nuestra porque al final uno se busca siempre a sí mismo. Yo empecé como lector de novela, que era mi pasión, y llegó el momento en el que cada vez me definía más como lector de ensayo —lo cual tampoco debe ser un recorrido tan original—.


M.G.: ¿Bajo cuáles criterios editoriales se eligen los libros que publica Marbot ediciones?


E.J.: Pasando de alto preferencias o prejuicios que uno tiene y que son inevitables, en las colecciones de “Clásicos” y “Ensayo” el principal criterio es sobre todo que se trate de textos muy bien elaborados literariamente. Es decir, que sean muy legibles. Queremos huir del texto denso, académico y muy técnico y presentar temas que sean perfectamente atendibles desde la academia pero de un modo que también sean accesibles para lectores inquietos. Los franceses han cultivado esto con mucho éxito en el sentido literario porque hacen un ensayismo en el que en la manera de escribir pesa mucho la capacidad literaria del autor sin renunciar a la dificultad y a la especialidad de ciertos temas que claramente no son de interés universal. En síntesis, los textos que publicamos tienen que estar muy bien escritos.


R.V.: También tienes que tener en cuenta al tipo del lector al que te diriges. Si te ocupas de un libro puramente académico tal vez te dirijas a un lector que trabaja en el mismo departamento que el autor o que es su alumno, por lo cual esa dimensión ensayística y de cómo está escrito el texto se pierde. No estamos buscando textos para especialistas ni para bibliografías universitarias. Hay un gran número de editoriales que se dedican a publicar este tipo de obras con un enfoque más académico. Se trata siempre de hacer de la capa un sayo: debemos huir de aquel terreno donde hay más competencia y más editoriales trabajando porque no podremos competir allí, de manera que podamos hacer de esa huída una virtud. Hay un lector que lee ensayo no necesariamente por razones de su ocupación profesional sino por interés y por gusto. Claramente eso tiene que ver con la selección que hacemos y con lo que les pedimos a nuestros autores. Pedimos un libro ensayístico escrito con gusto y con ganas de despertar interés.



E.J.: Claro, con un afán de comunicar. Creo que aquí probablemente no haya un criterio propiamente comercial aunque sí que confluye con lo comercial porque un libro bien escrito siempre tiene más posibilidades de llegar a sus lectores que uno mal escrito. Del mismo modo que al ir madurando como lectores nos hemos inclinado más hacia el ensayo, también es verdad que a medida que te conviertes en un lector maduro te das cuenta de que la aridez está en la incapacidad de comunicar porque puedes encontrar autores que hablan de temas muy complicados de una manera perfectamente comprensible. El caso perfecto es el de Oliver Sacks, que como narrador tiene una capacidad maravillosa. Hay otros casos como Bruce Chatwin o Claude Lévi-Strauss, cuyo trabajo Tristes trópicos es una obra fascinante: es un libro de viajes con algo de autobiografía y es un relato maravilloso que está bellísimamente escrito. Algunas veces te encuentras con textos que abordan temas que te resultan interesantes pero que están escritos de un modo tan técnico que probablemente impedirá que cualquiera vea su interés. Me parece que la aridez no es necesaria para que un libro sea teóricamente aceptable.


R.V.: E incluso la forma y el fondo nunca están tan lejos. Aquella persona que escribe de esta forma más ensayística o literaria probablemente tenga una mirada con respecto a su tema que nos interesa más. En cierto modo la aridez ya presupone una forma de abordar los temas teóricos que tiende al tecnicismo y a encerrarse, por lo cual como apuesta teórica nos parece empobrecedora. Estoy generalizando pero es cierto que la manera como escribes un libro tiene que ver con cómo estás pensando y tiene consecuencias. Nos parece que algunos de los mejores libros de las distintas disciplinas tienen una dimensión literaria interesante. ¿Hasta que punto la aridez que en algunos terrenos se considera la mata de la seriedad puede ser más un indicio de la pobreza a todos los niveles? No puedes reducirlo a que el hombre pensó muy bien pero no supo escribirlo con la misma claridad porque la distancia entre ambas cosas no es tan grande.


M.G.: ¿Creen que Marbot ediciones está llenando un hueco que han dejado en el mercado tanto los grandes grupos como las editoriales independientes que ya están posicionadas?


E.J.: Creo que como tantas otras editoriales hemos entrado a ocupar un espacio que ha quedado desocupado. Editoriales como Paidós publicaban mucho ensayo de humanidades pero a partir del momento en el que se incorporaron a un gran grupo como Planeta empezaron a tener unas exigencias en términos de rentabilidad que esos textos no permiten satisfacer. Y eso es perfectamente comprensible porque se trata de un negocio distinto. Existen dos tipos de negocios: por un lado, el de las grandes editoriales que hacen títulos de gran venta que son básicamente de novedad, que se producen de una manera muy diferente —incluso hacen estudios de mercado para saber cuál es la demanda— y que van a un tipo de lector masivo; y, por otro lado, editoriales que funcionamos con el modelo tradicional que existe desde la imprenta y que es el del editor que tiene unas expectativas discretas, que sabe que hay un número de lectores reducido pero suficiente para subsistir y que de vez en cuando puede llevarse una agradable sorpresa.


En este tipo de editoriales tienes un modelo de empresa sostenible a partir de ventas muy moderadas. Por el contrario, el de las grandes empresas es un modelo que desde el punto de vista cultural es muy discutido pero en términos de mercado es muy interesante y da muchísimos puestos de trabajo. El modelo de las pequeñas y medianas editoriales parece más atractivo desde el punto de vista cultural pero efectivamente genera mucho menos empleo. Les sirve a los editores y a un par de empleados para vivir muy bien pero no más porque claramente no es un motor de actividad económica.


R.V.: La mayor parte de los libros que hemos hecho no se los hemos quitado a ningún gran grupo porque prácticamente no hay ninguno que a ellos les interese. Se trata de libros que tienen otra vida en librerías y otro tipo de lectores. Es cierto que ocupamos el espacio dejado por los grandes grupos pero también lo es que somos muchas editoriales pequeñas tratando de ocupar ese espacio.


E.J.: Estamos compitiendo con editoriales de nuestro perfil: editoriales nuevas y muy jóvenes que están haciendo cosas similares.


R.V.: Hace treinta años en España había unas editoriales de un nivel medio que hacían un poco todo: libros como los que hacemos nosotros y como los que hacen hoy en día los grandes grupos. Es como si el mercado se hubiera dividido más porque estas editoriales que han sido absorbidas por los grandes grupos han dejado de atender ciertas partes de su catálogo, por lo cual han surgido estas editoriales que han salido a cubrir ese espacio que ha quedado libre.


M.G.: ¿En qué consiste la estrategia tanto editorial como comercial de Marbot ediciones para alcanzar y conservar una posición propia en el mercado?


E.J.: Nuestra idea consiste en editar libros que tengan una vida larga con el propósito de ir consolidando un sello de fondo.


R.V.: Claro, buscamos sobrevivir con base en el catálogo. Entonces la cuestión fundamental es llegar a tener los suficientes libros en las librerías como para que el catálogo aguante el proyecto. Como no nos basamos en la novedad, la cuestión está en cómo llegar a este punto seleccionando libros que puedan sobrevivir bien en librerías de manera que haya un colchón que funcione. Y entiendo que los primeros años son los cruciales para conseguir hacer este mínimo colchón de libros que efectivamente sobrevivan.


E.J.: Es fundamental comprobar que hacemos libros que tienen una larga duración, que es algo complicado porque requiere la complicidad del distribuidor, del librero y de los lectores mismos. El modelo de vida y de lectura ha cambiado tanto que es imposible que un libro perviva como lo hacía antes. Por ejemplo, en su momento una editorial como Paidós tenía cerca de 2400 referencias vivas que realmente se movían. Vamos a ver si seremos capaces y si nos da el mercado para seguir soportando un modelo así. Pero en principio yo creo que sí aunque siempre será una cosa muy modesta, lo cual te exige hacer unos movimientos muy pequeños de libros que es precisamente lo que las grandes editoriales no pueden hacer. En una estructura como la que nosotros tenemos se pueden mover esas pequeñas cantidades de libros siempre y cuando el distribuidor y el librero estén atentos. Lo que hay que hacer es escoger bien los libros como para que sean títulos de referencia aunque no sean necesariamente técnicos sino que pertenezcan a este tipo de lecturas que no caducan en el tiempo.


R.V.: En estos primeros años la cuestión es hacer una producción muy artesanal del libro. Es decir, que nosotros nos encargamos de una buena parte del proceso de producción porque tenemos una estructura lo más ligera posible que nos facilita sostenernos. Esta estructura nos da la posibilidad de hacer ciertos movimientos que no tienen sentido para los grandes grupos. Si conservamos una estructura pequeña podremos seguir manteniéndonos con este ritmo de producción.



M.G.: ¿Cuál sería el balance de la experiencia de la editorial hasta ahora?


E.J.: Es muy pronto para hacer un balance.


R.V.: Tardas más de lo que pensábamos en tener los elementos necesarios para hacer un balance. A nivel personal el balance es muy positivo y seguimos muy entusiasmados con el proyecto pero en este momento nos costaría mucho trabajo decir cómo está yendo éste. Ahora mismo es muy difícil medir de manera fiable lo que está ocurriendo.


E.J.: Supongo que cuando un libro completa un año de recorrido puedes empezar a ver cosas pero no es el caso porque aunque empezamos a trabajar en febrero de 2007 los primeros títulos salieron en septiembre de ese mismo año, de manera que nuestros libros sólo llevan ocho meses en circulación.


R.V.: Todo va cambiando. La capacidad que tienes de colocar un libro y el acceso al lector no son los mismos en septiembre que ahora. Y probablemente dentro de dos meses también habrán cambiado. El asunto es que todo se está moviendo tanto, que realmente es difícil decir ‘éste es el techo’.


E.J.: En términos generales hemos tenido un comienzo discreto pero muy positivo. Hace un tiempo hemos ido a Madrid a hablar con nuestro distribuidor y nos ha dicho que considera que todo va muy bien, que todavía hay mucho por hacer y que hemos tenido un comienzo muy aceptable. No hay para tirar cohetes pero todo ha ido muy bien. Estamos entusiasmados porque hemos aprendido un montón de cosas. Cuando empezamos yo me lo imaginaba todo muy sencillo porque pensaba que hacer diez libros al año era pan comido debido a que cuando estaba en Paidós allí se hacían ciento cincuenta y la gente no se moría por el camino. Yo pensaba que íbamos a vivir de maravilla: que empezaría a trabajar a las 10.00 a.m. y que a las 3.00 p.m. estaría libre para hacer otras cosas. Y no es así. Diez libros es muchísimo trabajo. Además, cuando sólo haces diez libros tienes que ir con más cuidado porque te juegas todo a diez cartas mientras que si haces ciento cincuenta tienes una mayor probabilidad de acertar.


R.V.: Por otro lado, nos gustan mucho los libros que hacemos y consideramos que nos están quedando muy bien. Estamos muy convencidos de cada libro y a nivel de producción, de calidad del texto y de selección tenemos mucha confianza en lo que estamos haciendo. Por eso estamos satisfechos con el resultado.


E.J.: Desde hace un par de meses hemos empezado a ver en la prensa que hay una serie de personas con reconocimiento y autoridad que nos indican que la selección que estamos haciendo es oportuna y pertinente.


M.G.: ¿Podrían adelantarnos algo con respecto a los libros que está preparando en este momento Marbot ediciones?


E.J.: En mayo vamos a publicar en la colección “Tierra de nadie” un libro de Ronald Laing llamado Nudos. Laing fue considerado el antipsiquiatra de los años sesenta aunque a él mismo la etiqueta no le acababa de parecer adecuada para su trabajo. Nudos se publicó hacia finales de los sesenta cuando Laing ya estaba muy consagrado como autor de textos de psiquiatría pero actualmente su obra teórica está muy revaluada. Sacaremos este libro que fue un best seller en el mundo anglosajón pero que aquí nunca se publicó. El libro viene con un prólogo de Enrique Lynch, que es profesor en la facultad de Filosofía y que intentó fallidamente editar este título cuando estaba en Gedisa.


R.V.: Se trata de un libro bastante raro que no ha caducado ni podría hacerlo realmente. Es un artefacto medio literario y a la vez muy elocuente desde el punto de vista psicológico.


E.J.: También publicaremos un libro llamado Spinoza que descubrimos hace poco en los diarios de Adolfo Bioy Casares sobre Jorge Luis Borges. En algún momento Bioy Casares comentaba que Borges había quedado fascinado con este librito de Alain, un pensador francés de principios del siglo XX. Nosotros habíamos querido publicar cosas de Alain y estábamos muy atentos pero no nos acababa de convencer porque es un prosista un poco amanerado. Su escritura tiende a ser florida, por lo cual lo que habíamos leído de él no nos acaba de entusiasmar. Había un par de obras suyas que nos gustaban mucho pero ya estaban editadas en castellano. Sus obras más aforísticas ya estaban publicadas. Cuando vimos esta pista en el libro de Bioy Casares decidimos mirar el libro, que es fascinante no sólo porque Spinoza es un autor muy hermético y Alain hace una aproximación que permite entender perfectamente los temas más claves sino también porque está escrito de una manera muy particular.


Luego publicaremos un libro de Clément Rosset llamado Principios de sabiduría y de locura. Se trata de una lectura de la filosofía en clave rossetiana que busca mostrar hasta qué punto esta disciplina pervierte en alguna manera el sentido común al duplicar el mundo. Después del verano publicaremos otro libro de Raymond Queneau llamado Odile, que nos parece maravilloso. También hemos contratado un libro de Robert Pinget, un autor que hasta ahora no ha sido editado en España pero su publicación será más a largo plazo porque la edición de esta obra titulada El interrogatorio es bastante complicada. Pinget es un contemporáneo de Samuel Beckett, de quien fue un gran interlocutor, e intentó publicar su obra en Gallimard cuando Queneau estaba allí como asesor literario pero como éste la rechazó terminó publicando en Les Éditions de Minuit por recomendación de Beckett —que publicaba en esta editorial—.


Publicaremos también una obra de un autor italiano llamado Maurizio Ferrari, que desde nuestro punto de vista es muy interesante y que fue un muy buen interlocutor de Jacques Derrida. Ferrari es un gran conocedor de la filosofía moderna y su obra es muy reconocida en el ámbito académico. Durante los últimos cinco años Ferrari ha venido escribiendo una obra más ensayística sobre temas actuales y nosotros publicaremos un libro que es una ontología del teléfono móvil. Se llama Dove sei? —es decir, ¿Dónde estás?—, que es la pregunta que uno hace cuando llama a un teléfono móvil.


Simon Critchley, de quien ya publicamos Muy poco... casi nada, nos ofreció un libro llamado Infinitely Demanding que también estamos preparando.




martes, 29 de abril de 2008

inventario de lecturas [ 4 ]

En mis primeras vacaciones de la universidad releí tanto Cien años de soledad como Destinitos fatales y leí por primera vez La inmortalidad, Crimen y castigo y Sobre héroes y tumbas. Mi segundo semestre en la carrera de Ciencia Política fue soportable gracias a un curso llamado “Siglo XX en América Latina”, en el que descubrí a autores como Manuel Puig, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Alfonso Reyes, releí Pedro Páramo y me vi Memorias del subdesarrollo —de Tomás Gutiérrez Alea—. En este mismo curso también debería haber leído a Ángeles Mastretta y a Elena Poniatowska pero no hice la tarea porque ambas se me hicieron insufribles.


Me había inscrito en el curso de Latín I y me moría de la envidia porque mientras yo leía unos mamotretos aburridísimos sobre las teorías de la dependencia y de la modernización, metodología, el Estado Social de Derecho y la doctrina del realismo en las relaciones internacionales mis compañeros leían a El castillo, la Poética de Aristóteles, La muerte en Venecia, el Tratado de lingüística general de Saussure y Edipo Rey. Yo quería divertirme tanto como ellos y por eso decidí que el siguiente semestre le pasaría una carta al consejo del departamento de Literatura solicitando ser admitido allí.


Debido a los autores que descubrí en él, el curso “Siglo XX en América Latina” fue decisivo para mí. En el leí algunos textos que orientarían mis lecturas durante un par de años, entre los que se encuentran los siguientes:


- El Aleph, de Jorge Luis Borges


- Los cuentos Continuidad en los parques, Casa tomada, Lejana y La noche boca arriba, de Julio Cortázar


- Boquitas pintadas, de Manuel Puig


- Pedro Páramo, de Juan Rulfo



Recuerdo que durante ese semestre leí El lobo estepario, Aventuras de Arthur Gordon Pym y el primer número de la revista El malpensante. Durante las vacaciones de diciembre de 1996 vendí en una casa de cambio unos dólares que alguna vez me había regalado mi papá y en una sola tarde me gasté todo lo que me dieron en la feria popular del libro del Parque de los periodistas y en los saldos que en aquella época hacía cada año Alianza distribuidora en esa casa tan bonita de la carrera sexta con calle 67.


Recuerdo que ese día compré los siguientes libros:


- Pequeños cuentos misóginos, de Patricia Highsmith


- Las olas, de Virginia Woolf


- Bajo la mirada de Occidente, de Joseph Conrad


- Antologías de José Martí y Rubén Darío



No sé cómo escogí estos libros porque no estaba familiarizado con ninguno de sus autores pero sé que en ese momento el boom latinoamericano y Andrés Caicedo fueron mis guías de lectura: por rebote, García Márquez y Vargas Llosa me llevaron al resto de autores del boom mientras que Andrés Caicedo me despertó la inquietud por Edgar Allan Poe —que en su momento me gustó mucho— y por H. P. Lovecraft—que nunca me gustó—. Aunque lo más probable es que nunca en mi vida vuelva a leer a Andrés Caicedo, lo que sí tengo claro es que tengo una deuda doble con él porque la lectura de Destinitos fatales me hizo pasar momentos muy bonitos y me animó a lanzarme a descubrir nuevas lecturas.


Como me habían gustado García Márquez y Vargas Llosa, estaba seguro de que los demás autores del boom también me gustarían. Sin embargo, a la hora de la verdad me encontré con que una cosa era hacer una lectura superficial de esos textos de Cortázar y Borges que oscilaban entre lo lúdico y lo erudito y con que otra cosa muy distinta era enfrentarse a la densidad de Rulfo o Carpentier —que en ese momento me quedaron grandes y a quienes desde entonces no me he atrevido a volver a enfrentarme—.


Fue durante la temporada de vacaciones en Cartagena de diciembre de 1996 que leí Divertimento, de Julio Cortázar, y Peter Camenzind, de Herman Hesse.


En la próxima entrega de esta serie me referiré a lo que pasó en 1997, que para mi formación como lector fue un gran año.

lunes, 28 de abril de 2008

donde pongo el ojo... [ 32 ]


Lecturas en curso


Help a él, de Fogwill

Editorial Periférica

Cáceres, 2007


Mi recomendado de la semana


Los culpables, de Juan Villoro

Anagrama

Barcelona, 2008


Mis libros favoritos


El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

Alianza editorial

Madrid, 2007


Me llama la atención


El centurión de la noche (biografía de Joe Arroyo), de Mauricio Silva

La iguana ciega

Barranquilla, 2008

viernes, 25 de abril de 2008

etiqueta negra sigue ahí seis años después

Fue en 2004 por esta misma época que oí hablar por primera vez de Etiqueta negra, una revista hecha en Lima por un equipo joven lleno de vitalidad y buenas ideas que pese a la distancia integra a miembros de distintos países latinoamericanos. Desde un principio me llamó la atención que al mismo tiempo que publicaba textos de autores como Ryszard Kapuściński, Norman Mailer, Woody Allen, Jon Lee Anderson, Paul Auster, Martin Amis, José Antonio Marina o Juan Villoro, esta revista fuera una cantera de nuevas figuras en los campos de la crónica, el reportaje, la fotografía y la ilustración.





Etiqueta negra es una prueba fehaciente de que pese a la escasez de medios se pueden sacar adelante proyectos interesantes y muy bien hechos siempre y cuando se cuente con iniciativa, inquietud, ingenio, capacidad de gestión, talento y, por supuesto, un puñado de buenos contactos.


A los seguidores de Etiqueta negra les recomiendo echarle un ojo a la entrada que ayer le dedicó el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán en su blog Río Fugitivo.

jueves, 24 de abril de 2008

mi regalo de sant jordi: help a él, de fogwill

Por lo menos durante un tiempo he dejado atrás esa deliciosa práctica compulsiva de comprar libros que quiero leer aunque no sepa cuándo lo haré. Ayer cuando salí a hacer mis compras de Sant Jordi sabía qué me iba a regalar a mí mismo pero no tenía claro cuál libro comprarle a Anita.


Al salir del metro en Diagonal se me activó el agobio que siento cada día de Sant Jordi cuando estoy en la calle: tarimas desde las cuales se emiten en vivo programas de radio, parlantes que amplifican las voces y la música un poco más de la cuenta, paradas de libros y rosas por todos lados y atascos de gente que hacen que llegar de una esquina a otra sea toda una odisea.


Cuando llegué a la librería en la que haría mis compras me deslicé en medio de la multitud hasta la sección de literatura latinoamericana, donde encontré de primerazo mi regalo para mí mismo: Help a él, de Fogwill. Hace poco mi amigo Subal Quinina leyó Help a él y lo disfrutó tanto, que despertó en mí una envidia que empezaba a tornarse insoportable. También debo decir que los libros de Periférica me parecen muy bonitos y que por puro capricho siempre había querido tener uno —además, el catálogo de esta editorial es interesantísimo—.


Después de un rato de aguantar empujones, pisotones y un calor infernal mientras buscaba algo que pudiera gustarle a Anita se me ocurrió comprarle Este libro te salvará la vida, de A. M. Homes, pero la novela estaba agotada en esa librería y yo en ese momento no tenía la paciencia para irme hasta alguna otra y someterme de nuevo a este martirio. Mi consigna era muy clara: ‘si no encuentro algo en cinco minutos, no le compro nada. Y punto’.



Al final encontré un libro que parece ser el regalo perfecto pero cuyo título no revelaré para no dañarle la sorpresa a Anita.

miércoles, 23 de abril de 2008

la euforia de sant jordi

Ayer las librerías que visité para hacer la lista de los libros que me gustaría que me regalaran en Sant Jordi parecían una sala de emergencia de un hospital de guerra: desde hace varios días y hasta último momento no dejaban de llegar furgonetas que descargaban cajas y cajas, por todos lados se acumulaban pilas de libros y quienes querían hacer sus compras por adelantado se amontonaban tanto en las mesas de novedades como en las cajas.



‘Sólo a esta librería, en los últimos días han llegado 40.000 libros para Sant Jordi. Hemos tenido que poner libros hasta debajo de las mesas’, me dijo agobiado un dependiente de La Central del Raval. ‘Además, hay que tener lo que la gente busca’.


Supongo que se refería a las pilas que teníamos al lado nuestro porque se trataba de títulos que normalmente forman parte de la oferta de la librería pero no del fondo en el que ésta quiere hacer énfasis: El juego del ángel, de Carlos Ruiz Zafón, y Un mundo sin fin, de Ken Follet. Parece que en este Sant Jordi también se aprovecha el auge la novedad para jalonar la venta de La sombra del viento y Los pilares de la tierra.


Se prevé que este Sant Jordi será un duelo entre Ruiz Zafón y Follet. ¿Qué pasará con La bodega, de Noah Gordon, y con El niño con el pijama de rayas, de John Boyne?


A juzgar por las reservas que tienen las librerías para satisfacer la demanda de Sant Jordi, el listado de títulos que seguramente también venderán mucho está lleno de registros y matices bastante distintos:


- Vida y destino (Vida i destí, recién salido en catalán), de Vasili Grossman


- Kafka en la otra orilla, de Haruki Murakami


- Cien años de soledad (edición conmemorativa), de Gabriel García Márquez


- El corazón helado, de Almudena Grandes


- Tu rostro mañana, de Javier Marías


- Un día de cólera, de Arturo Pérez-Reverte


- Exploradores del abismo, de Enrique Vila-Matas


- La elegancia del erizo, de Muriel Barbery


- Mil cretins (Mil cretinos), de Quim Monzó


- El asombroso viaje de Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza


- Saber perder, de David Trueba


Vale la pena destacar la presencia en este listado de tres banderas de la literatura española contemporánea —Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte y Almudena Grandes— y de tres figuras emblemáticas de las letras catalanas —aunque dos de ellos escriban en castellano— cuya obra tiene una enorme repercusión en Catalunya y más allá de sus fronteras: Quim Monzó, Enrique Vila-Matas y Eduardo Mendoza.


Salgo ya mismo a comprarme mi regalo de Sant Jordi y el que le daré con un mes de retraso a Anita cuando regrese a Barcelona.

martes, 22 de abril de 2008

lista de libros que me gustaría que me regalaran en sant jordi

Mañana se celebra en Catalunya el día de Sant Jordi, en el que se tiene la tradición de regalar libros y rosas. Se especula mucho sobre las cifras de facturación de las librerías en esta fecha: a los más entusiastas y pequeños libreros que dicen que cerca del 20 % de las ventas del año se hacen el 23 de abril se contraponen afirmaciones como la de Marta Ramoneda, que reconoce que en negocios medianos y relativamente estables como La Central se vende en Sant Jordi lo que normalmente se vendería en medio mes. Seas cuales sean las cifras de ventas, Sant Jordi nos da un buen pretexto para regalar y recibir libros.


En un gesto de lo más egoísta e iluso, hace un par de días decidí que me pasaría por mis librerías favoritas para hacer una lista de los libros que me gustaría que me regalaran en Sant Jordi. Juro que intenté no fijarme sólo en títulos que acaban de salir o relativamente recientes pero como verán no lo conseguí. La razón: el alud de novedades que sale por esta época.



Tras revisar las mesas de novedades tuve la firme intención de pasar por las estanterías de las secciones que más me interesan para buscar eso que llaman “libros de fondo” pero el agobio me lo impidió. En todo caso, a las novedades que enumeraré más adelante me gustaría añadir clásicos que no he leído, que no tengo y que me gustaría leer como La educación sentimental, de Gustave Flaubert; El llano en llamas, de Juan Rulfo; Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes; Al otro lado del canal, de Julian Barnes; Moll Flanders, de Daniel Defoe; y El siglo de las luces, de Alejo Carpentier.


Acabo de llegar de mi visita a mis librerías favoritas, durante la cual he hecho la siguiente lista de regalos:


- Cosa de risa, de William Saroyan


- Ángeles rebeldes, de Robertson Davies


- Acción de gracias, de Richard Ford


- París, de Émile Zola


- El infinito viajar, de Claudio Magris


- Conejo de viaje, de Liniers


- Circo familiar, de Danilo Kiš


- Help a él, de Fogwill


- Mil cretinos, de Quim Monzó


- Momentos de vida, de Virginia Woolf


- Los culpables, de Juan Villoro


Una vez presentada la lista de los libros que me gustaría que me regalaran, la pregunta es: ¿qué les regalaría yo a las personas más cercanas a mí?

lunes, 21 de abril de 2008

donde pongo el ojo... [ 31 ]


Lecturas en curso


El zorro ártico (Skugga-Baldur), de Sjón

Nórdica libros

Madrid, 2008


Mi recomendado de la semana


The Penguin Blog

Reino Unido


Mis libros favoritos


Ricardo III, de William Shakespeare

Espasa Calpe

Madrid, 2007


Me llama la atención


La mujer sentada, de Guillaume Apollinaire

El Olivo Azul

Sevilla, 2008