viernes, 28 de septiembre de 2007

la última de hermanocerdo

Hacer una revista tiene tantas complicaciones, que a pesar de lo fascinante que resulta son muy pocas las publicaciones de este tipo que sobreviven al primer número —algunas logran mantenerse a flote durante unos cuantos y las que mejor suerte tienen apenas sobreviven con dificultad—. La reciente salida del número 17 de la revista HermanoCerdo da cuenta de la habilidad con la que sus editores, que según tengo entendido se divierten como enanos haciendo su trabajo, han sorteado estas dificultades.


Su más reciente movida ha consistido en emigrar la revista de un blog a una página Web, como bien lo explica Javier Moreno: ‘la semana pasada Mauricio Salvador me consultó sobre la posibilidad de transferir HermanoCerdo a un sitio Web. El trabajo de edición y montaje del PDF era pesado y los frutos inciertos. La idea del PDF era poder hacer una transición rápida a una versión impresa en caso de conseguir financiación, pero está cada vez más claro que tal cosa es imposible. Por otro lado, el formato PDF probablemente restringía a muchos potenciales lectores de explorar el contenido de la revista. Leerla en línea no era cómodo e imprimirla costoso. El sitio Web, en contraste, de ser bien montado podría ser más fácil de administrar y sin duda alguna mucho más accesible debido entre otras a la posibilidad vincular artículos individualmente’.






A continuación presento el índice del número 17 de HermanoCerdo:


EDITORIAL


ENSAYO


La estética de la accesibilidad

John Irving


Diez años de Harry Potter

José Luís Justes Amador y Mariana Torres Ruiz


También el cine

Alberto Bruzos


La tragedia Kafkiana

Gabriel Castillo


NARRATIVA


Las rosas son rojas, la violeta es azul

Patricia Suarez


Ming I y Ming II

Javier G. Cozzolino


Jardín

Mauricio Salvador


Afuera

Arturo Camargo


Viernes, 6pm

Andrés Burgos


CRÍTICA


Elegía, de Philip Roth

Javier Avilés


Elegía, de Philip Roth

Mauricio Salvador


El huésped, de Guadalupe Nettel

Lucila Turrent


MISCELÁNEA


Eudora Welty y el cuento

Eudora Welty


Edith Wharton y los personajes

Edith Wharton


Manifiesto: Comunicado de GRMA

George Saunders


COLUMNAS


Tribulaciones de un joven indolente

Raúl Aníbal Sánchez


ILUSTRACIONES


Lorena Cabrera


Como siempre, claramente dan ganas de leer la revista. Felicitaciones y mucha suerte para Mauricio Salvador, Javier Moreno, Daniel Espartaco Sánchez, Edgardo Dieleke, Javier G. Cozzolino, Raúl Aníbal Sánchez y María Lightowler.

jueves, 27 de septiembre de 2007

dos caras de la concentración de la propiedad en la industria editorial

Aunque me interesa abordar en términos generales las tendencias del mercado editorial, debido a limitaciones evidentes relacionadas con el acceso a la información y a mis preferencias en [ el ojo fisgón ] me he centrado sobre todo en el ámbito español y en el trabajo de las editoriales literarias independientes. Esta perspectiva me ha permitido ver la forma que adoptan en un contexto particular algunas tendencias globales propias de la industria editorial y de otras afines a ésta como la discográfica, la de la prensa escrita, la radial, la cinematográfica, la televisiva y la publicitaria —todas penetradas por el capital de los grupos multimedia y muchas veces integradas por éste—.


En algunas entradas me he referido a los efectos nocivos que produce la concentración de la propiedad en la industria editorial y he sido muy crítico con los grandes grupos multimedia, que empiezan a administrar con unos criterios basados en el rendimiento económico las editoriales independientes que compran —el agente literario Guillermo Schavelzon dice en la entrevista que le hice que ‘en la medida en que en el mundo editorial avanza el proceso de concentración en grandes grupos multimedia, va disminuyendo el número de editores que hay en cada empresa. En este contexto los editores están limitados por la dinámica propia de las grandes empresas y sufren una presión enorme por obtener éxitos de venta’—. Sin embargo, nunca he aclarado que en ocasiones las editoriales independientes pueden conservar su línea editorial tras haber sido compradas por grandes grupos.



De hecho, Mondadori siguen publicando a autores excelentes como Philip Roth, António Lobo Antunes, Cormac McCarthy, Susan Sontag, de Gore Vidal, Orhan Pamuk, J. M. Coetzee, V. S. Naipaul, Chuck Palahniuk, David Foster Wallace, César Aira y Rodrigo Fresán; en Lumen siguen apareciendo obras de autores como Virginia Woolf, Ernest Hemingway, Katherine Anne Porter, James Joyce, Umberto Eco y Joyce Carol Oates; en Seix Barral siguen editándose títulos de Carson McCullers, de Ernesto Sabato, de Octavio Paz, de Guillermo Cabrera Infante, de Juan Goytisolo, de Kenzaburo Oé, de Rubem Fonseca, de Manuel Puig, de Julio Ramón Ribeyro o de Ernest Hemingway; de la misma manera, Alfaguara sigue publicando libros de José Saramago, de Günter Grass, de Orhan Pamuk, de Mario Vargas Llosa, de Tomás Eloy Martínez, de Juan Carlos Onetti, de Rubem Fonseca, de William Faulkner, de Julio Cortázar y de Javier Marías.


El problema es que está claro que hoy en día tiende a primar la regla de que quien publica a los autores exitosos o con posibilidades de serlo es aquel que pueda ofrecer más dinero por ellos, lo cual pone en evidencia lo nociva que es la concentración de la propiedad de la industria editorial al inclinar la balanza a favor de los grandes grupos —sobran ejemplos de autores que han terminado en sellos de estos que les ofrecieron un cheque más jugoso que el que podían darles los editores independientes que los descubrieron—.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

novedades editoriales en españa [ 5 ] / editorial minúscula

A partir del próximo 15 de octubre estarán disponibles en librerías los dos nuevos títulos de la editorial minúscula. Se trata de dos libros pertenecientes a Paisajes narrados, que como nos dijo Valeria Bergalli en la entrevista publicada el pasado 10 de abril, ‘es una colección abierta que busca explorar el papel que ocupa el lugar en la literatura. Los ingleses tienen la expresión the sense of place, que sugiere la exploración de textos que pueden surgir a partir del estímulo que produce el hecho de intentar aprehender un determinado lugar real o imaginario. La colección también busca explorar los microcosmos que se van creando alrededor de un determinado lugar, por lo cual creo que la expresión ‘paisaje’ engloba muy bien esto si la entendemos como todo lo que forma parte del lugar y no sólo como la apariencia física de éste’.


Los siguientes son los dos títulos que nos propone minúscula para este otoño:


- Venecia es un pez. Una guía, de Tiziano Scarpa


- Relatos de Kolimá. Volumen I, de Varlam Shalámov —de cuyo nacimiento se conmemora el centenario este año—


martes, 25 de septiembre de 2007

destino frankfurt [ 2 ] / el panorama de la traducción al castellano de obras escritas en catalán según jorge herralde

La lengua es uno de los vehículos privilegiados para la expresión de una cultura y de una identidad —también lo son la comida, las marcas que se llevan sobre el cuerpo, las creencias, la música, la tradición oral y muchos otros aspectos de la vida social—. Gracias al carácter perdurable de la escritura, a través de sus distintas formas podemos transmitir en un lenguaje común nuestras ideas, preguntas o inquietudes y dejar constancia de ellas para la posteridad. Supongo que además de ser particularmente crítico en el caso de las lenguas minoritarias, lo anterior explica por qué en ocasiones quienes las hablan las defienden encarnizadamente y recurren a ciertas estrategias para protegerlas de amenazas externas de todo tipo.


En todas estas cosas me hizo pensar el libro Autores catalanes traducidos al castellano, en el que Jorge Herralde presenta la colección que preparó Anagrama con motivo de la invitación de la culturar catalana a la Feria de Frankfurt que tendrá lugar próximamente.


En un capítulo titulado “Recepción de los autores catalanes traducidos” dice Herralde:


‘La acogida por parte del mercado español de la literatura catalana traducida no ha sido muy entusiasta, por decirlo de una forma suave. Por una parte, las librerías están muy invadidas por los autores españoles (más algunos, aunque no demasiados, autores latinoamericanos) y por las traducciones de países anglosajones.


Una situación muy similar a la de otros países europeos (de la Europa continental), donde sus respectivos autores nacionales y los anglosajones también son hegemónicos. Como es sabido, tan sólo un número reducido de autores traducidos del francés, italiano, alemán, polaco, etc., logra un apreciable número de lectores (estas consideraciones se refieren a la llamada literary fiction, concepto con márgenes algo imprecisos pero bien entendible).


Pese a las dificultades comerciales previsibles (y luego confirmadas), empecé a publicar a autores catalanes, al igual que hacía con otras literaturas continentales europeas, la francesa y la italiana es especial, a las que también podía acceder como lector. Por cierto, tampoco fueron precisamente gloriosas las ventas de autores como Pierre Michon, Julien Gracq, Claude Simon, Rayomnd Queneau, Giorgio Manganelli, Salvatore Satta o Gesualdo Bufalino, pero sus obras enaltecen cualquier catálogo literario.


El caso del autor catalán traducido sería, pues, similar al del autor europeo continental pero con algunos handicaps adicionales que agravan la situación. Por una parte, en Cataluña gran número de su posible público lo lee, claro está, en su versión original. Por otra, no hay que descartar la hipótesis de que, a ciertos lectores españoles, las onomásticas y toponimias que persisten en libros traducidos del catalán les produzcan un rechazo visceral. Por no hablar de la extrañeza que puede suscitar el hecho de que haya escritores que se empecinen en escribir en tan minoritaria lengua (…).


Además, los medios de comunicación en Cataluña dan cuenta de la publicación de los libros cuando aparecen en catalán; al traducirlos al castellano las migajas mediáticas que se obtienen son escasísimas. Para combatir estas carencias, cada vez se procura más la publicación simultánea en catalán y castellano. Pero el porcentaje es aún escaso, al contrario de lo que pasa con las traducciones de otros idiomas al catalán y al castellano, en la que, con mucha frecuencia, se pactan de forma fluida entre los editores en catalán y castellano la publicación simultánea y la promoción conjunta. Para completar el panorama, los escritores catalanes, salvo esporádicas y escasísimas excepciones, viajan poco por España, por lo que su red de alianzas y amistades, su network, es muy precaria, lo que no ayuda precisamente a favorecer su difusión.


Todo ellos, y pese a la calidad literaria de un número apreciable de escritores, ayuda a comprender la difícil penetración en España de la literatura catalana, como rama particularmente frágil, debido a los handicaps mencionados, de la literatura europea continental.


Y explica la dificultad de una política sistemática de traducción al castellano de las obras más valiosas y de los nuevos valores de la literatura catalana. Así, por ejemplo, en la década de los setenta, si bien recuerdo, se produjo una voluntariosa iniciativa de Alianza Editorial, en la que se lanzó una colección compuesta por títulos bien escogidos y bien traducidos, con resultados decepcionantes.


Sin embargo, en estos últimos años la compra de sellos catalanes por grandes grupos que publican habitualmente en castellano, como el caso de Columna, ahora propiedad de Planeta, ha propiciado un mayor número de traducciones al castellano en algunos de sus sellos.


También merece la pena reseñar un fenómeno inesperado: la publicación de best sellers previsibles (o confirmados) de autores en castellano que se traducen al catalán, algunas veces en lanzamiento simultáneo en ambos idiomas, y cuyos resultados han sido, al parecer, muy satisfactorios. Así los casos de Carlos Ruiz Zafón, Javier Cercas e Ildefonso Falcones’.


Herralde ya nos ofrece para el caso del catalán las apreciaciones agudas y certeras de quien conoce muy bien el mercado. ¿Qué pasará con el gallego o el euskera? ¿Qué pasará en otros países que tienen lenguas minoritarias?


Claramente este tema puede parecernos muy raro en un principio porque como uno de los principios de la expansión de la cultura occidental ha sido la homogeneización, nos cuesta trabajo darnos cuenta de que tanto ésta como las demás pueden llegar a encerrar una heterogeneidad de la que en ocasiones da cuenta la diversidad lingüística.

lunes, 24 de septiembre de 2007

donde pongo el ojo... [ 3 ]




Lecturas en curso *


El último libro de Sergi Pàmies, de Sergi Pàmies

Anagrama

Barcelona, 2001

* (... y sigo leyendo Ébano, de Ryszard Kapuściński. Anagrama. Barcelona, 2000)


Mi recomendado de la semana


Revista Trama y Texturas


Mis libros favoritos


El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell

Anagrama

Barcelona, 2000


Me llama la atención


Bordados, de Marjane Satrapi

Norma editorial

Barcelona, 2004

domingo, 23 de septiembre de 2007

lecturas de fin de semana [ 50 ] / 'situarse en el mundo', de enrique vila-matas

A propósito de la invitación de la cultura catalana a la Feria de Frankfurt de 2007, reproduzco un interesante y polémico artículo en el que el escritor catalán Enrique Vila-Matas intenta explicar las razones de la invisibilidad de la literatura española contemporánea en el panorama internacional —que contrasta con el creciente interés por aprender nuestra lengua y que está relacionada con la notoriedad que han conseguido ciertos autores latinoamericanos—.


Situarse en el mundo

Por Enrique Vila-Matas, escritor (El País, 05/07/07)


Convertido en escritor español por arte de birlibirloque o por el arte político de no haber sido demasiado invitado a Frankfurt, quiero tratar ciertas cuestiones relacionadas con el idioma que utilizo, cuestiones que creo que también pueden ser de interés de los que escriben en catalán. Como dije en un reciente boletín del Instituto Cervantes, está claro que la lengua española es la cuarta más hablada del mundo, detrás del chino, el inglés y el hindi, y que eso ha producido una indudable expansión del español. El propio Instituto Cervantes sabe mucho de eso, pues conoce el aumento espectacular del interés por aprender esa lengua, lo que no necesariamente va acompañado de una ampliación del horizonte cultural de los nuevos hispanohablantes, que muchas veces constituyen a lo sumo un contingente de lectores potenciales, susceptible, eso sí, de convertirse en público lector de nuestros libros de ficción.


Por lo general, se aprende español para tener acceso a trabajos remunerados que requieren el conocimiento de esa lengua. Nadie niega que se ven películas de Almodóvar y Amenábar y se tienen ligeras nociones sobre Buñuel, Dalí o Lorca. Pero, por lo demás, son unas minorías muy minoritarias las que conocen algo de la literatura española actual. Hubo una cierta curiosidad por esa literatura en los años ochenta, coincidiendo con la aparición de la llamada nueva narrativa española y la consolidación de la democracia en España. Sin embargo, recuerdo haber participado en esa época, por ejemplo, en la Feria de Frankfurt o en el Salón del Libro de París (dedicados ambos eventos a la nueva y joven literatura española de entonces, savia fresca para la vieja Europa) y haber visto muchos escaparates de librerías decorados con imágenes tópicas de toros y flamenco. Particularmente lamentable, dentro del lanzamiento de nuestra literatura en Frankfurt, fue el pabellón dedicado a la tortilla española, el más visitado, con una afluencia de público (se invitaba a tortilla de cebolla a quien quisiera) muy superior a la de los stands de libros. Eran entonces la gran mayoría de escritores españoles muy jóvenes y activos y nadie intuía que tardarían muy poco en apoltronarse y ser engullidos por la repentina necesidad de llevar una vida de correctos hombres de negocios. Hoy en día no queda casi nada de aquella narrativa que pudo impactar en Europa.


El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es su visibilidad internacional. En mi caso particular, creo o imagino que ese problema lo he roto de fuera hacia dentro, trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos crearon en los años ochenta. En vista de que no encajaba en esa narrativa nueva española (donde se jaleaba el casticismo y el rechazo de todo experimentalismo), opté por escribir una literatura no nacional española. Y así Portugal, Francia, México o Argentina se acercaron a mi obra mucho antes de que ésta fuera mínimamente aceptada por mis conciudadanos. Me inscribí en una tradición literaria híbrida en la que cabían el italo-germánico Claudio Magris y el anglo-alemán W. G. Sebald, franceses excéntricos como Perec y Roussel, mexicanos como Sergio Pitol, argentinos como Ricardo Piglia, César Aira o el inefable Borges, españoles como Juan Benet y Javier Marías.


Lo hablaba, el otro día, con José María Pozuelo Yvancos. El gran reto, hoy, de la literatura española (que es también, por supuesto, el de la catalana, precisamente en puertas de Frankfurt) consiste en situarse en el mundo. ¿Por qué no tenemos visibilidad internacional? La respuesta nos lleva a un elemento contradictorio: los hispanoamericanos más visibles son los que publican en editoriales españolas. En Estados Unidos entra con más fuerza un autor, por ejemplo, mexicano que un español (y si entra alguien español no es lo mejor de cada casa, sino un narrador de historias bañadas en kétchup, no aptas para lectores literarios europeos).


Hace tiempo que el celebérrimo boom dejó de tener la potencia de antaño, salvo en sus impresentables epígonos. Y sin embargo, a veces uno diría que nadie parece haberse dado cuenta de eso. Tenemos así el caso del chileno mexicano-catalán Roberto Bolaño, que dio, en la noble vertiente de Rayuela, un giro generacional a la herencia de García Márquez y sus novelas adláteres, pero no son tantos los que, a estas alturas del partido, parecen haberse dado cuenta en España de ese giro. Tal vez es significativo que, como todo parece indicar, Vargas Llosa, bastión clave del boom y modelo de solvente intelectual en activo, no haya dado señal alguna de haber registrado la evidente y fuerte irrupción (véase lo que está sucediendo en Estados Unidos) de Bolaño en el panorama de las letras mundiales.


Hay que romper esa invisibilidad. Mi experiencia personal me indica que he tenido que viajar a muy diversos países y padecer de cerca el desconocimiento de la literatura española en casi todas partes. Sólo cinco o seis nombres de escritores en lengua española —best sellers casuales aparte— son realmente conocidos por el público literario europeo. El referéndum más cruel lo pasan los escritores españoles en Hispanoamérica, donde, a diferencia de Europa, sólo dos o tres escritores —más bien los más alejados del tradicional realismo hispánico y de la prosa barroca que huele a tortilla de cebolla pasada por Frankfurt— interesan. Si comienzan por no interesar en Hispanoamérica, ¿cómo van a interesar al mundo? Los 101 escritores catalanes que acuden a Frankfurt podrían comenzar a tomar nota de esto, pues quizás les convenga no caer en el mismo pozo en el que han caído numerosos escritores españoles.

sábado, 22 de septiembre de 2007

lecturas de fin de semana [ 49 ] / '¿cuáles son los nuevos clásicos literarios?'

La revista chilena Quépasa les pidió a varios escritores latinoamericanos —algunos de los cuales forman parte de Bogotá 39— que seguramente en un futuro serán considerados las figuras emblemáticas de nuestra época que hicieran un listado de las siete novelas que a su juicio deberían encabezar el canon de los clásicos contemporáneos. Aparte de Los detectives salvajes, aparecen de manera recurrente obras como 2666, La vida, instrucciones de uso, El teatro de Sabbath y otros libros de autores como Kapuściński, Carver, Coetzee, Murakami y Bryce Echenique y de algunos otros de la cosecha de cada escritor—.


También a ejercicios de este tipo me refería en la entrada que hice tras la salida del listado de los autores elegidos por el jurado de Bogotá 39 cuando dije que ‘al prescribir un catálogo de autores una iniciativa de este tipo contribuye a la configuración de un canon de la narrativa contemporánea, a orientar a los lectores y a redefinir los intereses de la industria editorial’.


Valdría la pena contrastar este listado con las líneas sobre los clásicos de nuestros tiempos que, como quien no quiere la cosa, ha venido sugiriendo Harold Bloom desde la publicación de El canon occidental.


Los próximos 1900: ¿Cuáles son los nuevos clásicos literarios?


Ya era hora de actualizar el canon de los clásicos universales de la literatura. Veinte escritores latinoamericanos, menores de 40 años, se atrevieron. Y tras revisar libros escritos post 1970, eligieron a los imperdibles. Hay para todos los gustos. Pero es la monumental novela Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, la que parece llevar la delantera.


Gonzalo Garcés

(Argentina, 1974). Su segunda novela, Los impacientes, ganó el 2000 el Premio Biblioteca Breve Seix Barral.


1. El teatro de Sabbath, de Philip Roth. 1995.
"No es lo mismo un gran libro que un clásico. A esa palabra va asociada cierta idea de completud, de redondez. Y cierta idea de tregua. En un clásico la lucha interior que devora a los hombres encuentra, por un momento, resolución. Así en 'Don Quijote' la disparidad entre realidad y ficción se resuelve en la locura del Quijote. Le va mal, lo muelen a palos, pero eso no importa: lo esencial es que Alonso Quijano deja de preocuparse por la realidad y actúa según sus deseos. Así también en En busca del tiempo perdido Marcel se consuela de su vida perdida cuando empieza a escribir su libro. Por eso mi primer clásico contemporáneo es El teatro de Sabbath. Es el gran choque entre los imperativos de la modernidad y las pulsiones masculinas. El desmejorado, el vapuleado macho moderno rompe sus cadenas y sale a hacer de las suyas. También le va mal. Pero Sabbath está conforme consigo mismo, y es a conformidad nos contagia y nos aporta el consuelo propio de los clásicos".


2. Las particulas elementales. Michel Houellebecq. 1998.


3. Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998.


4. Desayuno de campeones. Kurt Vonnegut. 1973.


5. Purgatorio y Anteparaíso. Saul Bellow. 2000.


6. Austerlitz. W. G. Sebald. 2001.


7. La vida, instrucciones de uso. Georges Perec. 1978.


Rafael Gumucio

(Chile, 1970). Autor de novelas como Los platos rotos y Comedia nupcial.


1. La lengua absuelta, de Elías Canetti. 1977.
"Es la primera parte de la autobiografía de Canetti, en la que éste relata su infancia, su relación con su madre y su educación en varias lenguas que tuvo que aprender en un proceso de continuo exilio y cambio de países. Es un libro maravillosamente lúcido y extraordinariamente bien escrito. Un clásico absoluto".


2. Mi vida como hombre. Phillip Roth. 1974.


3. Crónica de una muerte anunciada. Gabriel García Márquez. 1981.


4. Ébano. Ryszard Kapuściński. 2000.


5. Purgatorio y anteparaíso. Raúl Zurita. 1979 y 1982.


6. Sermones y predicas del Cristo de Elqui. Nicanor Parra. 1977.


7. De qué hablamos cuando hablamos de amor. Raymond Carver. 1981.


Pablo Illanes

(Chile, 1973). Autor de novelas como Fragilidad y de series de televisión. Entre ellas, la exitosa Alguien te mira.


1. La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. 1980.
"Me topé con esta novela porque hace mucho tiempo me enteré que John Waters, mi cineasta favorito de todos los tiempos, iba a filmarla. Lo que encontré fue una historia de patético encanto, con uno de los protagonistas más entrañables salidos de la pluma de un autor. Ignatius Reilly, el héroe obeso mórbido, es una especie de fervoroso defensor de las buenas costumbres en un mundo indecente y depravado. Lo mejor es el tono humorístico, bufonesco, que jamás abandona el relato. Definitivamente, un clásico con todas sus letras, tragicómico y disparatado".


2. El obsceno pájaro de la noche. José Donoso. 1970.


3. ¡Qué viva la música! Andrés Caicedo. 1977.


4. Un lugar en el que nunca he estado. David Leavitt. 1989.


5. Alta fidelidad. Nick Hornby. 1995.


6. Las correcciones. Jonathan Franzen. 2001.


7. Campos de Londres. Martin Amis. 1989.


Ivan Thays

(Perú, 1968). Finalista del Premio Rómulo Gallegos por su novela La disciplina de la vanidad.


1. Los emigrados, de W.G. Sebald. 1996.
"El tema del exilio y el desarraigo me parece fundamental para entender la ficción de 1970 a esta parte del siglo XXI. Arrastra temas colectivos importantes como la identidad, la cultura, la nacionalidad, la violencia estructural, pero también preguntas intimistas como la paternidad, el exilio interior, el autoconocimiento. Ningún libro en las últimas décadas ha logrado tocar esto con tanta sutileza, y por eso mismo tanta contundencia, como 'Los emigrados', la gran obra sobre el nomadismo de W.G. Sebald. Su lucidez y profundidad, además de una prosa lírica, incluso melancólica, lo ayuda a sostener y enlazar en estas breves historias de exilio, esas biografías de los desconocidos-de-siempre, con una destreza que un malabarista o un DJ envidiarían. Un auténtico clásico contemporáneo y una cúspide dentro del género de los libros 'híbridos' que en las últimas décadas han ocupado un espacio inusitadamente amplio en las novedades literarias".


2. Desgracia. J.M. Coetzee. 1999.


3. La guerra del fin del mundo. Mario Vargas Llosa. 1981.


4. Hijos de la medianoche. Salman Rushdie. 1980.


5. El arco iris de la gravedad. Thomas Pynchon. 1973.


6. El arte de la fuga. Sergio Pitol. 1996.


7. Perorata del apestado. Gesualdo Bufalino. 1981.


Ricardo Silva

(Colombia, 1975). Autor de Tic y Parece que va a llover, entre otras novelas.


1. Catedral, de Raymond Carver. 1983.
"Decía Carver que 'a menudo la experimentación es pretexto para ser torpe, imitativo, en la escritura'. Creo que en sus cuentos se inventó una voz, una forma de decir las cosas del mundo, a fuerza de huirle a la originalidad. Y que Catedral es un buen ejemplo de las pocas palabras que tuvo que utilizar para dejarnos en claro que todas las cosas de la vida quedan en suspenso".


2. La invención de la soledad. Paul Auster. 1981.


3. El día de la independencia. Richard Ford. 1995.


4. Las horas. Michael Cunningham. 2000.


5. El amor en tiempos del cólera. Gabriel García Márquez. 1985.


6. Ensayo sobre la ceguera. José Saramago. 1995.


7. Sostiene Pereira. Antonio Tabucchi. 1994.


Antonio Ungar

(Colombia, 1977). Autor de libros de relatos —Trece circos comunes, entre ellos— y novelas como Zanahorias voladoras.


1. 2666, de Roberto Bolaño. 2004.
"2666 es la destrucción definitiva de las novelas preconcebidas como estructuras perfectas, adornadas, con efectos calculados y capas de artificio, blancas y relucientes como tortas de boda. Con una estructura rota, un curso de la acción caprichoso, cientos de personajes intercalados, capítulos intencionalmente aburridos, interrupciones arbitrarias, cientos de páginas dedicadas a enumerar asesinatos casi idénticos, 2666 se parece más a la vida que a las novelas del siglo XIX. Es un universo completo contado por voces limitadas y cuya percepción es fragmentaria y parcial, como sucede en la vida misma. Tiene también algo de esas obras de arte de finales de los 70, que llevaban objetos cotidianos a los museos para decirle al espectador que se fijara en ellos. Después de leer 2666 cada acción de la vida (también las insignificantes, las arbitrarias, las aburridas) se vuelve a cargar de sentido. Semejante empresa es posible y profundamente conmovedora sólo porque detrás hay un narrador del tamaño de Roberto Bolaño".


2. Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998.


3. El amor en tiempos del cólera. Gabriel García Márquez. 1985.


4. El río del tiempo. Fernando Vallejo. Novela en cinco entregas, 1985 - 1993.


5. Ravelstein. Enrique Vila-Matas. 2000.


6. La virgen de los sicarios. Fernando Vallejo. 1994.


7. Salón de belleza. Mario Bellatín. 2000.


Martín Solares

(México, 1970). Su novela Los minutos negros fue finalista del Premio Rómulo Gallegos 2007.


1. All the pretty horses, de Cormac Mc Carthy. 1992.
"Mientras la mayoría de los novelistas se concentra en decorar jardines, Cormac McCarthy abre la mano y nos ofrece un desierto. Ocultando palabras clave como Dios, Bondad, Justicia, este novelista norteamericano consigue que sus novelas no sean un espejo, sino un espejismo de tres dimensiones sobre la vida en la difícil frontera entre México y Texas. Aunque influido por Faulkner y Melville, sus personajes nunca persiguen ballenas blancas sino presas pequeñas, que a los ojos de los pobres cazadores que protagonizan sus libros representan la posibilidad de mejorar sus vidas o encontrarle sentido a su errancia. Ocultando las palabras clave, puliendo el resto hasta que den la ilusión de estar vivas, McCarthy ha creado unas cuantas novelas habitadas por paisajes bien definidos, inolvidables, autónomos, y un puñado de personajes siempre dispuestos a acompañar al lector y revelarle nuevos secretos en cada lectura, como ocurre con los mejores libros. Con esos y otros recursos, McCarthy debe ser el único novelista que construye un jardín mientras esconde las plantas".


2. Sostiene Pereira. Antonio Tabucchi. 1994.


3. Buffo & Spallanzani. Rubem Fonseca. 1985.


4. Yo que he servido al Rey de Inglaterra. Bohumir Hrabal. 1971.


5. Un artista del mundo flotante. Kazuo Ishiguro. 1986.


6. Los testamentos traicionados. Milan Kundera. 1992.


7. Trilogía de los gemelos. Agota Kristoff. 1991.


Juan José Rodríguez

(México, 1970). Algunas de sus obras son Mi nombre es Casablanca y La casa de las lobas.


1. Terra Nostra, de Carlos Fuentes. 1975.
"Lampadario barroco que abarca parte fundamental de la historia, el arte y las obsesiones del mundo de habla hispana, a lo largo de sus múltiples encuentros y desencuentros. Es una novela difícil; quizás la que exige mayor atención que otras de sus congéneres, incluidos los textos de Carpentier y Lezama Lima. 'Terra Nostra' -una de las propuestas menos leídas de Fuentes, así como la más desatendida por la crítica- se convertirá en un clásico del futuro cuando se difumine la imagen de su autor y veamos esta época con otros ojos. Envuelta en un halo místico, 'Terra Nostra' debe analizarse con el mismo horror y respeto que si abriésemos alguna tumba de El Escorial de la que surgiesen Francisco de Quevedo, La Celestina, Luis Buñuel, José Luis Cuevas o Jean Valjean. Mi sección favorita es la segunda, El mundo nuevo, en la que Fuentes con prosa vigorosa recrea la odisea de la navegación en el tiempo del descubrimiento. Sugiero iniciar el libro por esta parte y decidir luego si continúa en pos del acertijo propuesto por el artista".


2. Un mundo para Julius. Alfredo Bryce Echenique. 1970.


3. Confieso que he vivido. Pablo Neruda. 1973.


4. El libro de arena. Jorge Luis Borges. 1975.


5. El río, novelas de caballería. Luis Cardoza y Aragón. 1986.


6. Grandes emociones y pensamientos imperfectos. Rubem Fonseca. 1988.


7. Antes que anochezca. Reinaldo Arenas. 1990


Álvaro Bisama

(Chile, 1975). Crítico literario y autor de la novela Caja negra.


1. From Hell, de Alan Moore y Eddie Campbell. 1988-1998.
"Un cómic de 500 páginas (que tardó diez años en publicarse) que puede ser una de las mejores novelas inglesas jamás redactadas. Nada de superhéroes. Nada de esteroides ni viajes espaciales. Sólo tres palabras: Jack el Destripador. Dibujada en blanco y negro y narrada de manera coral (con la identidad del asesino quedando a la vista apenas comenzado el relato), se trata de un texto que indaga sobre la moral victoriana a la vez que intenta agotar el enigma de los asesinatos de Whitechapel. Desde logias masónicas hasta la reina, pasando por la descripción realista y documentada de la vida cotidiana de la Inglaterra que espera la llegada del siglo XX, Moore y Campbell componen un relato documental pero expresionista, a la vez que espeluznante y eficaz, que supera el formato de la historieta y se convierte en la mejor literatura; un clásico instantáneo sobre el sentido del mal, la locura y la conspiración secreta como única y absoluta forma de gobierno".


2. La vida, instrucciones de uso. Georges Perec. 1978.


3. Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998.


4. La dalia negra. James Ellroy. 1987.


5. Respiración artificial. Ricardo Piglia. 1980.


6. Las vírgenes suicidas. Jeffrey Eugenides. 1993.


7. Borges. Adolfo Bioy Casares. 2006.


Rodrigo Hasbún

(Bolivia, 1981). Guionista y cuentista. Este año debutará en la novela.


1. Desgracia, de J. M. Coetzee. 1999.
"Desgarradoramente preciso, arriesgado y demoledor, capaz de enfrentarse a los movimientos furibundos de un país entero, de un continente, de una condición, el sudafricano J. M. Coetzee demostró un libro tras otro su membresía en la estirpe de los escritores imprescindibles. Posiblemente 'Desgracia' sea la novela donde llega más lejos. Su rigor y contundencia al momento de diseccionar la intimidad y el desamparo de sus personajes son difíciles de igualar. Sin duda seguirán ahí durante mucho tiempo, ofreciendo lucha permanente".


2. Ruido de fondo. Don Delillo. 1985.


3. Where I´m calling from. Philip Roth. 1995.


4. Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998.


5. El teatro de Sabbath. Phillip Roth. 1995.


6. Pentalogía autobiográfica. Thomas Bernhard. 1975-1982.


7. Al sur de la frontera, al oeste del sol. Haruki Murakami. 1998.


Daniel Alarcón

(Perú, 1977). Residente en EE.UU., escribe en inglés. Su primera novela Radio Ciudad Perdida fue recién traducida al castellano.


1. El Emperador, de Ryszard Kapuściński. 1978.
"Kapuściński tiene esa increíble capacidad de ver el detalle justo. Ese detalle bien escogido, bien observado, que puede reemplazar a cinco páginas de resúmenes y explicaciones. Recuerdo que Kapuściński tuvo una entrevista en la revista Granta, donde criticaba a los escritores europeos que sólo eran experimentales en cuanto a técnica, y no experimentales en cuanto a su mirada novelística. Y creo que el libro en el cual él hace ambas cosas con más destreza es El Emperador, porque narra la caída del emperador de Etiopía con un estilo agudo que combina justamente una mirada global dentro de un país ignorado con una técnica y un manejo magistral de ella, mezclando varias y disímiles voces para construir una narrativa coherente, al estilo de Los detectives salvajes. Es, digamos, un tour de force".


2. Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998.


3. Un apocalipsis menor. Tadeusz Konwicki. 1979.


4. La hora de la estrella. Clarice Lispector. 1977.


5. Esperando a los bárbaros. J. M. Coetzee. 1980.


6. Ciudades invisibles. Italo Calvino. 1979.


7. El mundo conocido. Edward P. Jones. 2004.


Fabrizio Mejia

(México, 1968). Su novela más reciente es El rencor. Antes, por Hombre al agua, ganó el premio Antonin Artaud.


1. Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. 1998.
"Este libro renueva la literatura latinoamericana con una lectura sobre México desde Chile, Europa desde América Latina, y el mundo desde el fracaso. No se equivocan quienes piensan que Los detectives salvajes es una versión paródica de la Rayuela de Julio Cortázar, pero también dispara hacia un tipo de escritura de la que aún no sabemos cómo recuperarnos. La pregunta que se repiten los escritores de mi generación es la misma que la anterior se hizo con Dinero de Martin Amis: ¿Cómo matamos a este autor para no plagiarlo?".


2. Operación Shylock. Philip Roth. 1993.


3. Si una noche de invierno un viajero. Italo Calvino. 1972.


4. La vida, instrucciones de uso. Georges Perec. 1978.


5. La vida exagerada de Martín Romaña. Alfredo Bryce Echenique. 1981.


6. Respiración artificial. Ricardo Piglia. 1980.


7. Tokio Blues. Norwegian Wood. Haruki Murakami. 1987.


Ena Lucía Portela

(Cuba, 1973). Autora de cuentos y novelas. Su último libro, Djuna y Daniel será publicado este año.


1. American Psycho, de Bret Easton Ellis. 1991.
"Una novela controvertida, que ha suscitado entusiastas adhesiones y vehementes rechazos. Relata en primera persona dos años de la vida de Patrick Bateman, un yupi de Manhattan de mediados de los 80 que es, al mismo tiempo, un serial killer, incluyendo escenas de sexo y violencia sumamente gráficas, lo cual hace que se haya perdido de vista en ocasiones el hecho de que se trata de una comedia negra, punzante y muy divertida. Easton Ellis está considerado por la crítica seria de su país como el mejor escritor satírico de la actualidad".


2. El color del verano. Reinaldo Arenas. 1996.


3. La canción de Salomón. Toni Morrison. 1977.


4. Desgracia. J. M. Coetzee. 1999.


5. La insoportable levedad del ser. Milan Kundera. 1984.


6. Sin destino. Imre Kertész. 1975.