miércoles, 12 de septiembre de 2007

el mundo auster

Creo que entre los autores de ficción literaria contemporánea una de las figuras más representativas para muchos lectores de nuestros días es Paul Auster, un escritor que se mueve cómodamente en el ámbito de la narrativa, de la poesía, del ensayo literario, del guión cinematográfico y del cine. Considero que en las novelas de Auster que he leído hasta el momento —Mr. Vértigo, Ciudad de cristal, Fantasmas, La habitación cerrada, Leviatán, El palacio de la Luna y El libro de las ilusiones— priman las buenas historias, una escritura amena de tono intimista y un ritmo narrativo lento pero agradable. Salvo las tres novelas cortas que componen La trilogía de Nueva York —que me parecen un tanto herméticas—, todas se dejan leer con bastante facilidad.


Se me ocurre que Auster se ha convertido en un autor de culto debido en parte a estas características que están presentes en el conjunto de su obra. Y digo que sólo en parte porque tal vez el elemento más importante de sus obras es lo que podríamos llamar “el mundo Auster”. Se trata de un mundo que no cesa de enriquecerse. La aparición de La vida interior de Martin Frost, película de la cual Auster es director y guionista, hará las delicias de los amantes de la intertextualidad, del análisis de los niveles de realidad y ficción o de los laberintos narrativos: resulta que cuando David Zimmer, el protagonista de El libro de las ilusiones, es llevado al rancho de Nuevo México donde el actor de cine mudo Hector Mann se esconde desde hace varios años para que vea las catorce películas que éste ha hecho desde que desapareció de la vida pública, se encuentra con que una de ellas es justamente La vida interior de Martin Frost —curiosamente el título de otra es Viajes por el Scriptorium—. Es más, Zimmer hace una minuciosa descripción de La vida interior de Martin Frost —que es la única película de la segunda época de Mann que logra ver—.


Cada novela suya que leo me produce la impresión de que estoy frente a una repetición de las anteriores que he leído justamente porque en su obra el tema parece ser siempre el mismo: las casualidades, las coincidencias y el azar —tres términos entre los que todavía no consigo identificar los matices que los diferencian—.


Si la sensación de que Auster reitera en cada novela lo que ha dicho en todas las demás me producía cierto malestar, éste desapareció hace tres años cuando leí Experimentos con la verdad porque gracias a los textos que componen este libro entendí que cada obra de su autor es una variación en torno al mismo tema. En algunos de los textos de este libro el autor devela la motivación que hay detrás de toda su obra —de hecho, leyéndolo confirmé que el Auster de La invención de la soledad o de Experimentos con la verdad me gusta mucho más que el de sus obras de ficción—.


Justo Navarro, el traductor al español de El cuaderno rojo, afirma en el prólogo de éste que Paul Auster dice ser “un cazador de coincidencias por obligación moral”. A propósito de uno de los textos de El cuaderno rojo en el que Auster cuenta cómo su amigo Ralph murió electrocutado por un rayo mientras ellos y sus demás compañeros intentaban pasar bajo una cerca durante una excursión al campo en la que hubo una tormenta, Navarro afirma que ‘quizás el explorador Paul Auster hubiera muerto electrocutado porque hubiera cruzado la alambrada en lugar de Ralph. O quizás, si no hubiera vivido tan de cerca la muerte del explorador Ralph, no hubiera tenido una idea tan clara de cómo el azar decide de repente la vida y la muerte de las personas, y no hubiera escrito ninguna de las novelas que escribió mucho más tarde’.


Cada nuevo lector de Auster que conozco empieza a encontrar en la lógica de “el mundo Auster” la explicación a una serie de historias personales. Es más, parece que una vez empezamos a leer a Auster no nos es posible utilizar otra lógica para dar cuenta de las cosas que nos pasan.


En fin, creo que como lectores podemos llegar a sentirnos identificados con “el mundo Auster” porque en las historias de las novelas sobre las que éste se construye las relaciones de causa y efecto no funcionan del todo y porque el pensamiento mágico explica mucho mejor lo que sucede en ellas. Al fin y al cabo supongo que para que nuestras vidas nos parezcan menos aburridas en algún momento a todos nos gusta aferrarnos a la idea de que en los designios que las rigen hay algo completamente ajeno a nuestra voluntad y a nuestro entendimiento.

6 comentarios:

Fernando Visbal Uricoechea dijo...

Mi impresión leida sólo La trilogía de Nueva York, es que Auster le pone lógica a lo inexplicable para mostrar lo inutil del intento.

martín gómez dijo...

A mí me parece que la cosa apunta hacia dar cuenta de relaciones entre hechos y personas que el pensamiento racional no consigue detectar y cuyo valor explicativo dentro de la lógica de éste siempre será insatisfactoria.

Gracias por tu comentario.
Martín.

Camilo Jiménez dijo...

Leí la Trilogía cuando el entusiasmo de amigos y colegas estaba al rojo. Y encontré historias muy bien hiladas, esa extrañeza tan bien llamada aquí "mundo Auster". Pero me decepcionó la forma en que las soluciona, en que las remata. Y no pasé de ese libro. Voy a acercarme a sus escritos de no ficción. ¿Alguna recomendación especial para comenzar?

martín gómez dijo...

A ver... La invención de la soledad está compuesto por dos ensayos muy bonitos sobre la historia personal de Auster. Es un libro bastante entrañable.

Por otro lado, Experimentos con la verdad es una miscelánea de textos que abarca temas diversos que van desde el azar y la casualidad —es ahí donde se pone en evidencia la poética del mundo Auster — hasta la poesía francesa, pasando por reflexiones sobre el oficio del escritor y del traductor. En Experimentos con la verdad está incluido El cuaderno rojo, que Anagrama publicó aparte hace un par de años.

Después de leer La trilogía de Nueva York nunca entendí por qué se hace tanta alharaca en torno a ella y la verdad es que me quedé con ganas de releerla para ver si encuentro eso tan extraordinario que dicen que tiene.

Anónimo dijo...

Sin embargo en Tombuctú, me dió la impresión que Auster estaba trabajando lo contrario del azar: el destino de Willie Christmas y Mr. Bones como personajes ya hechos y construidos para un final esperado, el cielo del perro en la ciudad mítica, el final apagado del poeta, todo, todo desde el principio parecía llevar a eso.

martín gómez dijo...

Eso del mundo visto a través de los ojos de un perro me recuerda un poco a The Sound and the Fury, en el que vemos una buena parte de la historia desde la perspectiva de un retrasado mental.