viernes, 23 de enero de 2009

el sony reader en acción: primeras impresiones


Después de cinco días trabajando con él, algunas anotaciones con respecto al funcionamiento del Sony Reader PRS – 505 del que hablé en una entrada anterior:


Aciertos:


- sus dimensiones —aproximadamente 175 milímetros de largo x 124 milímetros de ancho x 7 milímetros de grosor—favorecen la portabilidad: ocupa el espacio de un libro de bolsillo de no más de 150 páginas.


- la pantalla mide 6 pulgadas, lo cual es más que suficiente para una lectura cómoda.


- en la medida en que el aparato sólo gasta batería mientras carga los contenidos —al abrir un documento o cuando se cambia de página—, tiene bastante autonomía de funcionamiento: tras unas ocho horas de lectura sólo he consumido un cuarto de la batería.


- en las dimensiones de un libro de bolsillo de 150 páginas llevo once manuscritos que suman alrededor de 5000 páginas —no sé a cuántos gigas equivalen ni el porcentaje de memoria del aparato que ocupan pero con seguridad éste no excede la décima parte—: ¿no es seductor el hecho de poder moverse de un lugar al otro llevando en el bolsillo la obra completa de Pio Baroja o de Balzac, toda la documentación para hacer una tesis doctoral o las obras cumbres del boom latinoamericano?


- tiene las funcionalidades fundamentales para que la experiencia de lectura sea agradable, éstas están bastante bien desarrolladas y es muy fácil de usar.


- la interfaz y la navegación son bastante sencillas.


- los cambios de luz del ambiente no afectan la visibilidad de la pantalla.




Desaciertos:


- la carga de datos es muy lenta.


- es engorroso ir a una página cualquiera del documento —a la 157, por ejemplo— cuando éste no tiene una tabla de contenidos debidamente indexada para que el aparato la reconozca.


- no es posible tomar notas sobre el texto.


- no se pueden hacer búsquedas en el texto —por palabra clave, por ejemplo—.


- no permite conectarse a Internet para descargar contenidos o para leer blogs y diarios.


- en ocasiones —supongo que cuando los archivos vienen en algún formato de procesador de texto— no se conserva la maquetación del documento cuando se hace zoom.


Creo que la tecnología básica para que el lector digital sea una herramienta eficiente, cómoda y fácil de usar ya está desarrollada y que el mejoramiento de ciertos aspectos que todavía fallan no debe tener mayores complicaciones. En esencia los lectores digitales están tendiendo a superar los inconvenientes tecnológicos que solían utilizarse como argumento en su contra.


En lo que se refiere a la oferta de obras que se comercializan en soporte digital todavía queda por resolver el tema de la interoperabilidad entre los distintos lectores porque cada uno de ellos tiene contenidos y formatos exclusivos. De momento en nuestro medio este tema no preocupa porque aún no hay un comercio de contenidos exclusivos para este tipo de aparatos —hace un par de semanas José Antonio Millán se refirió a la comercialización de obras en formato digital por parte de Carmen Balcells y Mobipocket y luego hizo alusión al rumor sobre el pronto desembarco del Sony Reader en España—.


Bueno, ¿y qué pasa con el placer de tener el libro entre las manos, de manosear el papel y de sentir su olor? Claramente se pierde pero pienso que aunque le aportan una cierta mística a la experiencia de la lectura, estos aspectos no forman parte de su esencia sino del fetiche que hemos construido alrededor suyo —que no me parece irrelevante—.


Luego hay otros temas más complicados como la incidencia de la migración hacia las pantallas sobre nuestros hábitos y prácticas de lectura, así como sobre nuestra capacidad de comprender lo que leemos. En una conversación que tuve hace poco con el librero Damià Gallardo, de la librería Laie del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), éste me planteó algunas inquietudes bastante interesantes al respecto.


Hasta ahora sólo he utilizado el Sony Reader en un contexto puramente laboral pero seguramente pronto empezaré a echar mano de él para hacer mis lecturas de entretenimiento. A propósito de este tema, hace un par de días tuve por Internet la siguiente conversación con mi amigo Miquel:


Miquel: He leído sus cosas sobre gadgets... vi a un tío en el metro con ese juguete... no sé, no me acaba de convencer...


Yo: No sea usted tan reaccionario con el tema del gadget que me está haciendo la vida tan fácil.


Miquel: Vale que le hace la vida más fácil. ¡Saludo su utilidad! ¿Pero usted se lee libros (por placer) con ese trasto? Sí, con este tema estoy chapado a la antigua...


Yo: Hasta el momento sólo he leído cosas de trabajo pero creo que si llegara a ser necesario podría leerme sin ningún problema El retrato de Dorian Gray, Música para camaleones o La literatura nazi en América.


Miquel: ¡¡¡Sacrilegioooooo!!! Bueno, ya me hará una demostración práctica...


A quienes quieran familiarizarse más con los lectores digitales más populares —Kindle, iLiad y Sony Reader— les recomiendo echarle un ojo a esta infografía referenciada recientemente por José Antonio. En ella se explican muy bien las características de cada uno de ellos.

10 comentarios:

Roberto Angulo dijo...

yo estoy muy contento con el sony reader. De acuerdo con las fallas que anota Mártin. Quiero insistir en la ventaja de las antologías de ensayos y columnas bajadas de internet, o de los textos que no se consiguen en físico, estuve leyendo libros que nunca habia podido conseguir en librerías. El tema del fetichismo del libro debe verse por ambos lados, sí, hay ediciones bonitas, pero también hay ediciones feas, de letra pequeña que se deshojan, de libros muy grandes en los que el solo hecho de abrirlos ya es un sufrimiento (me pasó con Bomarzo de Mujica Lainez). El Reader nos ahorra el problema de las malas ediciones. Por lo demás, el mio tiene pastas de cuero, es muy bonito, y ya empiezo a deleitarme con su forma.

martín gómez dijo...

De acuerdo con la utilidad del lector digital cuando se trata tanto de libros descatalogados como de textos sueltos.

Justamente hoy el dueño de una librería especializada en psicoanálisis me hablaba de un Website argentino en el que están colgados un montón de clásicos de esta disciplina que no se editan desde hace tiempo.

Mientras leo yo tiendo a coger el reader como si fuera un libro y me he sorprendido al darme cuenta de que aunque es más lento, el cambio de página también es más cómodo que en un libro en papel.

Yo estoy disfrutando esta herramienta porque todo el tiempo veo las ventajas que me trae consigo. Mi postura crítica va hacia la herramienta tal y como es ahora y no contra el soporte digital.

Ya veremos qué pasa más adelante, una vez se mejoren los aspectos en los que estos dispositivos todavía fallan.

Enrique Redel dijo...

Sony Reader (y sus primos Kindle, ILiad, etc) todavía no da solución a un problema, que es precisamente uno de los que hacen que uno compre un libro en una librería o no lo haga. Un libro que compramos en una librería no es solo un texto (aunque también lo es). Es un aparato estético, con una dimensionalidad, con colores y motivos elegidos, y una textura, además de algo importante: si ese libro está ahí es porque ha pasado una serie de filtros prescriptivos de los que yo, como lector, me fío mucho. Esto es, los libros que compramos hasta ahora en papel son artefactos dotado de personalidad. Es extremadamente difícil (y también lo hablaba con Damià, de Laie) dotar de personalidad a un gadget (permítaseme usar el castizo término de "chisme") como Sony Reader. ¿De qué modo? ¿Con la maquetación, con los colores? Lo que hace que alguien compre todos los libros de Acantilado, Abada o Asteroide es imposible de plasmar en un chisme como Sony Reader. Yo, como lector que está deseando librarse de la dictadura del papel, creo que el punto clave de esta nueva manera de leer pasa por dotar al artefacto de dos cosas: personalización dependiendo del proveedor de contenidos y extrema manejabilidad.

Jorge dijo...

Varios de los desaciertos que mencionas se solucionan con el Sony Reader 700 y otros son causados por el formato del documento, si se maqueta con lenguaje XML no tiene porqué pasar lo que comentas.. Pero no es el único aparato hay otros y parecen mejores. Así parece en esa noticia: http://libros.soybits.com/web/txtr-un-nuevo-lector-para-dominarlos-a-todos

Martín Franco Vélez dijo...

Estuve buscando una buena columna sobre el tema que escribió hace poco Héctor Abad pero no la encontré. Supongo que la habrá leído, Martín. Sobre el reader... ¿qué puedo decir? Yo es que, como muchos, soy de la vieja guardia (papel y lapicerito pa' subrayar), pero seguro algún día terminaremos agarrando ese bendito aparato. Así es la teconología: un mal necesario, ¿no?

Jorge dijo...

En cuanto a lo que dice Redel, puntualizar que la lectura en estos chismes (muy bueno el término) no tiene nada que ver con la falta de criterio del contenido. Una editorial seguirá haciendo la selección de los libros que publica, siguiendo su línea editorial, los mismito que se hace ahora. Lo único que cambia es el soporte donde el consumidor final (lector) va a leer ese libro seleccionado por el editor. Lo ideal sería que convivieran todos los soportes, que yo como editor pudiera satisfacer al lector: si este lo quiere en papel, se lo vendo en papel; si este lo quiere en soporte digital, yo se lo vendo en formato digital. Lo que no se puede es dar la espalda a esa evolución. Porque nos guste o no a los fetichistas del libro como objeto (yo entre ellos) las nuevas generaciones (los nativos de internet) cada vez más se decantarán por lo digital en detrimento del objeto. Además, tú como editor conoces los gastos que genera el alamacenaje y distribución de los libros, imagínate ahorrarte todos esos costes; porque vendiento el libro en formato digital el coste de almacenamiento es tendente a cero y puedes editar más título sin incrementar costes de almacenaje. El invetario digital abarata costes, aumenta beneficios y por supesto posibilitaría que el producto final fuera más barato, y quizá vender más. Casi seguro que ese es el futuro, y los editores españoles o se ponen las pilas o alguien vendrá más espabilado y les quitará cuota de mercado. Lo que podría suponer la desaparición de excelentes editores, con excelentes criterios de selección de títulos, como es tú caso, estimado Redel.

martín gómez dijo...

Enrique, yo creo que más que a un problema te refieres a un rasgo que seguramente ningún lector digital podrá tener jamás: el aspecto estético del libro como objeto dotado de personalidad. Y ahí definitivamente no hay nada que hacer porque de momento en el lector digital priman lo contenidos y la búsqueda de una experiencia de lectura cada vez más cómoda —lo cual todavía no se ha logrado del todo—.

El aspecto estético del libro como objeto dotado de personalidad es particularmente importante en los casos que mencionas, así como en el tuyo propio. Sin lugar a dudas el interés que suscitan los libros de Acantilado, Abada, Libros del Asteroide o Impedimenta va más allá de su contenido como tal. De igual manera, en el caso de los contenidos de referencia o de los artículos científicos cada vez es más clara la ventaja de lo digital sobre el soporte papel.

Creo que hay muchos casos en los que la separación entre contenido y soporte es menos traumática y que según el tipo de lectura que necesites hacer, la clase de documento que tengas que leer o las condiciones de un momento particular variará la importancia que le des tanto al contenido como al soporte.

Como en este caso particular estamos hablando de contenidos publicados por editoriales y no autopublicados, el problema de los filtros queda resuelto.

Aunque para muchas personas —y para mí entre ellas— están íntimamente relacionadas con el placer de leer, yo creo que cosas como el gusto y el amor por los libros, la construcción de una biblioteca o el espíritu del coleccionista son cosas bastante diferentes.

Y es justamente en ese punto de mi experiencia personal donde desaparece la riña entre lo digital y lo impreso: coexistencia de soportes tal y como coexisten los diarios con la radio, la televisión y con Internet.

¿Dejaría de comprar un libro que me guste mucho porque puedo leerlo cómodamente en soporte digital? No porque me gustan los libros, porque me encanta ir a las librerías a comprarlos y porque disfruto cogiéndolos y sabiendo que están en mi biblioteca. Además, me gusta tener la opción de escoger en qué soporte leer según las condiciones de la situación en la que esté.

Vuelvo sobre algo que dice Zaid en su ensayo “Los demasiados libros”: ‘Si uno forma una biblioteca sobre historia de Tlaxcala, o, mejor, de ediciones del Quijote, nadie tiene derecho a exigirle que haya leído mil veces el Quijote, una por edición. Aunque no faltarán visitas inocentes que se escandalicen de ver tantas veces el mismo título. ¿No es como retratarse y exhibirse mil veces, bajo mil ángulos, con el único pez gordo que se ha pescado en la vida?’

En el mundo anglosajón hay editores que cuando compras un libro en papel también te dan acceso al contenido en soporte digital. Esta jugada me parece interesante como estrategia para adaptar tu actividad a la irrupción de lo digital porque lo importante no es reducir las opciones, sino ampliarlas tanto como se pueda. Con esta estrategia los editores no pierden su negocio y los lectores tienen más opciones para acceder a los títulos que desean leer.

Me parece acertadísimo tu comentario. Tus contribuciones a las discusiones que se arman aquí siempre contribuyen a enriquecerla.

Un abrazo.
Martín.

martín gómez dijo...

Martín, eso de montarse en el rollo de una nueva tecnología y de asimilarla es una cuestión de satisfacción de necesidades particulares y de valorar las ventajas que le ofrece en un momento dado. Yo no diría que la tecnología es un mal necesario: uno la adopta o no y asume el costo que tiene su decisión (porque está claro que estas decisiones siempre tienen consecuencias).

No dejaremos de leer en papel con bolígrafo en mano por el hecho de que también empecemos a hacerlo en pantalla, de la misma manera como no hemos eliminado los teléfonos fijos ahora que todos tenemos un celular. Lo que sí que cambiará será la proporción entre lo que leemos en cada soporte. Aunque no es mi caso, sé que hay gente que cada mañana sigue leyendo la prensa en papel aunque sepa que puede leerla en Internet.

Que bueno que se charla con usted, Martín.

Seguimos...

martín gómez dijo...

Jorge, justamente la infografía de Consumer Eroski que referencia José Antonio pone en evidencia las fortalezas y debilidades de cada lector digital frente a los demás. Todavía no conozco la nueva versión del Sony Reader pero también tengo entendido que en ella ya se pueden tomar notas...

Muy pertinente la alusión a la indexación de los contenidos en XML porque deja claro que en este punto en particular el problema no es del lector digital en sí mismo sino del archivo fuente, por lo cual es clave que los editores que quieran volcar sus catálogos al formato digital sean conscientes de la importancia que tiene el trabajo que deben hacer al respecto para que la lectura no sea engorrosa para el usuario.

De acuerdo contigo en lo que dices en tu respuesta a Enrique con respecto a la disminución de los costes de almacenamiento que permite lo digital. ¿Podríamos decir que la eliminación de ciertos costes del proceso de edición en papel permite replantear el precio del libro?

Seguimos...

Jorge dijo...

Martín, a tu última pregunta la respuesta es claramente sí. Los costes de producción física se rebajan (los costes de pre-impresión se mantendrían igual), casi desaparecerían. Así mismo, aunque quizá suena mal, los costes de almacenaje y distribución también podrían desaparecer (los distribuidores se tendrían que poner las pilas para no perder exciva cuota del pastel). Por lo que el beneficio que le queda al editor sería más alto. Esto hace suponer que la bajada de precios sería imprescindible, o el lector se podría ir a otro lado. También la comercialización digital en una plataforma de la editorial (web propia) o en segundas plataformas (librerías virtuales; aquí los libreros se tendrán que espabilar, las grandes cadenas seguro que lo harán), podrían proporcionar nuevos canales de venta así como nuevas fuentes de ingresos. Como ejemplo de esto: hay empresa estadounidense que distribuye libros digitales para lectura en móviles añade publicidad en los libros: http://www.teleread.org/2009/01/10/dailylit-inserting-ads-in-books/ Da los libros gratis pero con publicidad. A mí no me convence, pero es una prueba de cómo se están buscando nuevos modelos de negocio en el mundo del libro.
Una pregunta que sale a relucir con la evoución de la lectura digital, y sé que es romper un tabú generalmente aceptado: ¿en un mercado mayoritariamente digitalizado, el precio único del libro seguirá teniendo sentido o será un lastre del pasado?