viernes, 31 de octubre de 2008

los libros que me traje de bogotá

Hace ya una semana larga que regresé a Barcelona y todavía no he sacado el tiempo para desempacar mi maleta —menos mal mi mamá no lee [ el ojo fisgón ] porque si lo hiciera esta entrada me haría merecedor de una cantinela que no vean—. Quiero hacerlo tranquilamente y tomarme mi tiempo pero siempre hay algo más importante o menos aburrido. La verdad es que he ido sacando las cosas a medida que he ido necesitándolas.


No había querido sacar los libros que me traje para no tener que pensar dónde ponerlos pero hoy decidí hacerlo —aunque todavía el problema sigue sin resolver—.


Como quería traer una sola maleta, la lista de libros que me traje sufrió cambios de última hora debido a caprichos repentinos, a compras inesperadas y al tráfico de encargos de amigos, conocidos y extraños.


Al final terminé incluyendo en mi equipaje un par de títulos de la colección Libros sobre libros que estaban a muy buen precio en la librería del Fondo de Cultura Económica, un ejemplar de El enterrador que David Roa —el librero de allí, que es un crack— encargó al almacén de Santillana y consiguió hacerme llegar a tiempo, dos libros de Tragaluz —el cuaderno de notas de Débora Arango y los poemas de Eduardo Escobar—, Un día más con vida, El viaje vertical, La industria del libro y dos de los libros que compré el día antes de venirme en los saldos de la Panamericana de la carrera 13 con 61 —Los Boys y Cantos de marineros en La Pampa, de Fogwill—.


Como tenía que dar de baja algunos libros, sacrifiqué los que no era esencial traerme o bien porque no iba a leerlos pronto o bien porque podía conseguirlos aquí fácilmente: El hombre que fue jueves, De ratones y hombres, Entre paréntesis, El obsceno pájaro de la noche y Una historia de la lectura.


La maleta cerrada


La maleta abierta



Las bolsas



Los libros (1)



Los libros (2)

8 comentarios:

Camilo Jiménez dijo...

Veo que Onetti sobrevivió a la criba. Bien por él, pero sobre todo por usted. Y bien por David Roa, sí es un crack, pertenece a la especie en vías de extinción de los libreros comprometidos.

martín gómez dijo...

Hombre, Onetti tenía que estar. En ningún momento se me pasó por la cabeza bajarlo del bus.

Muy a mi pesar Donoso no corrió con la misma suerte...

Sin lugar a dudas Bogotá necesita más libreros como David. Supongo que a las otras ciudades también les vendría bien tener gente así.

milserifas dijo...

Don Martín,
Lo leo, y me levanto inmediatamente a coger el de Fogwill de mi biblioteca y comenzar a leerlo. ¡Se ve tan bien! Pero lo dejo, porque ya comencé uno, pues ya sufro de suficiente dispersión. Y mire, como es la vida: siguiendo sus consejos, encargué a La Central antes del premio -espero que lleguen, espero poder pagarlos- el Botchan ese y otro par. Ya le contaré por lo menos si llegan.
Un abrazo

martín gómez dijo...

Alerta, pelao, que Help a él, que es lo único que yo he leído de Fogwill, es brutal.

Botchan es una novela lindísima e Impedimenta una editorial muy pero muy pulida. Manténgala controlada.

Un abrazo, Fredo querido.

Javier Moreno dijo...

Espero que no se hayan quedado muchos libros por culpa de mi encargo.

martín gómez dijo...

Fresas que entre los cinco libros no alcanzan ni a hacer bulto ni a sumar 500 gramos.

Me refería a las achiras, a las galletas Festival, a los bocadillos veleños y a los paquetes de café que les mandaron a unas amigas...

Roberto Angulo dijo...

El Martín!, en realidad fue una buena decisión dejar "entre paréntesis" del buen Roberto Bolaño. Forma parte de su bibliografía no-relevante.

Vas a terminar tostado como The Truman Show Mártin, blogéandote hasta los suspiros y las secreciones (editoriales porque conservas la línea del blog). Te cuento, Mártin, que arranqué a leer Los Boys y me ha parecido muy bueno. Creo que leyendo a Junot Díaz ya rompí el prejuicio de no leer literatura síndrome de ulises.

martín gómez dijo...

Como de vez en cuando cogía Entre paréntesis para hojear textos breves de una manera más o menos aleatoria, realmente nunca consideré que fuera un libro indispensable. Por eso no sentí la urgencia de tenerlo a la mano y lo deseché de momento.

Ya me contará cómo le sigue yendo con el señor Junot. Creo que inevitablemente tendrá que seguir con Oscar Wao. El estilo del man me parece muy potente y me gustan tanto el tono de las historias como el sentido del humor que maneja.

¿Será que yo mismo estoy montándome mi propio Truman Show, Robert?