destino bogotá [ 15 ] / citas: el guardián entre el centeno, de j. d. salinger
Al final Holden Caulfield no es tan cabrón como quiere hacernos creer:
‘Pero como de todas formas no me gusta escribir sobre cuartos ni edificios ni nada de eso, lo que hice fue describir el guante de béisbol de mi hermano Allie, que era un tema estupendo para una redacción. Era un guante para la mano izquierda porque mi hermano era zurdo. Lo bonito es que tenía poemas escritos en tinta verde en los dedos y por todas partes. Allie los escribió para tener algo que leer cuando estaba en el campo esperando. Ahora Allie está muerto. Murió de leucemia el 18 de julio de 1946 mientras pasábamos el verano en Maine. Les hubiera gustado conocerle. Tenía dos años menos que yo y era cincuenta veces más inteligente. Era enormemente inteligente. Sus profesores escribían continuamente a mi madre para decirle que era un placer tener en su clase a un niño como mi hermano. Y no lo decían porque sí. Lo decían de verdad. Pero no era sólo el más listo de la familia. Era también el mejor en muchos otros aspectos. Nunca se enfadaba con nadie. Dicen que los pelirrojos tienen mal genio, pero Allie era una excepción, y eso que tenía el pelo más rojo que nadie. Les contaré un caso para que se hagan una idea. Empecé a jugar golf cuando tenía sólo diez años. Recuerdo una vez, el verano en que cumplí doce años, que estaba jugando y de repente tuve el presentimiento de que si me movía vería a Allie. Me volví y allí estaba mi hermano, montando en su bicicleta, al otro lado de la cerca que rodeaba el campo de golf. Estaba nada menos que a unas ciento cincuenta yardas de distancia, pero le vi claramente. Tan rojo tenía el pelo. ¡Dios, qué buen chico era! A veces en la mesa se ponía a pensar en alguna cosa y se reía tanto que poco le faltaba para caerse de la silla. Cuando murió tenía sólo trece años y pensaron en llevarme a un psiquiatra y todo porque hice añicos todas las ventanas del garaje. Comprendo que se asustaran. De verdad. La noche que murió dormí en el garaje y rompí todos los cristales con el puño de la rabia que me dio. Hasta quise romper las ventanillas del coche que teníamos aquel verano, pero me había roto la mano y no pude hacerlo. Pensarán que fue una estupidez pero es que no me daba cuenta de lo que hacía y además ustedes no conocían a Allie’.
El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger. pp. 45 – 46
Madrid, 2000
2 comentarios:
Gracias por colgar el texto. Estaba buscando justamente ese fragmento sobre el guante de béísbol para releerlo, ya que he debido regalar el libro y no lo tengo a mano.
Me ha hecho revivir la escena y la lectura hace ya tantos años.
Francisco.
Es un fragmento hermoso. No dejo de emocionarme cada vez que lo releo.
Saludos.
Martín.
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