fórmulas / la novela francesa de crisis
La novela francesa de crisis normalmente está escrita en primera persona y es bastante introspectiva, por lo cual en ella prima la digresión sobre la narración como tal. Sus páginas están llenas de interminables párrafos escritos en un estilo farragoso, en los que se desarrollan metódicamente un sinnúmero de reflexiones cuyo hermetismo en ocasiones produce la impresión de que en el fondo de éstas no hay más que un gran despliegue de dispositivos retóricos. Por otro lado, en ella escasean tanto los diálogos como las imágenes contundentes que le ahorrarían muchos rodeos al autor y uno que otro fastidio al lector. Debido a lo anterior su ritmo se caracteriza por ser lento y pesado.
Estas novelas parecen más una confesión de un paciente a su psicoanalista, por lo cual leerlas me desconcierta y me llena de tedio. Mientras las leo sólo me queda extrañar la prosa de Balzac, de Stendhal, de Maupassant o de Zola y me pregunto si los escritores franceses de nuestra época se quedaron creyendo que en narrativa no hay nada después de los viajes interiores de Proust y de la crisis del sujeto a la que se refiere el existencialismo. La reiteración de esta fórmula en la literatura francesa me hace pensar en el planteamiento de Jorge Herralde según el cual ésta, “salvo excepciones como Michel Houellebecq, está en retroceso desde hace décadas en el panorama internacional”.
Francia en crisis
Este tipo de novela da cuenta no sólo de la reconocida predisposición negativa de los franceses hacia las cosas, sino también de su estado de ánimo —Y' a pas de morale !—. Y es que no son pocos los indicios que sugieren que Francia es un país en crisis: la incuestionable insostenibilidad de su modelo económico y social, la progresiva pérdida de relevancia del país en los campos en los que había jugado un rol decisivo, la derrota en la final del Mundial de fútbol de Alemania, la muerte de sus grandes pensadores contemporáneos —Bourdieu, Derrida, Baudrillard—, su rezago frente a sus rivales de otros tiempos —Inglaterra, Alemania y Estados Unidos—, las tensiones que genera la incapacidad de la sociedad francesa de integrar a los inmigrantes y la notable reducción de la influencia del francés por fuera del ámbito de la francofonía europea y subsahariana —si la cosa sigue como va, no tardará en llegar el momento en el que por fuera de los países francófonos esta lengua sólo será utilizada en los corrillos de pseudointelectuales—. C’est chiant, hein ?
Como siempre, advierto que esta fórmula es un intento por recoger en un esquema algunos elementos comunes a un grupo de textos —lo suficientemente amplio— que he leído.
3 comentarios:
Enhorabuena por tu blog, es realmente interesante.
Un saludo
Basta con echar un vistazo al suplemento literario de Le Monde para comprobar que algo ocurre, ya que la mayoría de las reseñas se ocupan de traducciones. Mis conocimientos de narrativa francesa actual son muy limitados, pero aun así no puedo dejar de destacar las innovadoras aportaciones de autores como Pierre Michon y Pascal Quignard, a los que sigo con muchísimo interés. Supongo que, tal como plantea la situación, deben ser excepciones...
Aunque no he leído ni a Michon ni a Quignard, he recibido muy buenas referencias de ambos. No sé si la obra de ellos responda a este modelo que, entre lo que se está produciendo y publicando actualmente en Francia, sólo pretende abarcar un tipo de novelas (una tendencia que igual engloba un número considerable de títulos).
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