sábado, 1 de diciembre de 2007

lecturas de fin de semana [ 59 ] / crónica sobre el almacén de random house mondadori en babelia

La siguiente crónica sobre el almacén de Random House Mondadori en Barcelona, publicada en la edición de hoy de Babelia, da cuenta de la magnitud de la producción de un gran grupo editorial y de las herramientas a las que este tipo de estructuras deben recurrir para controlar su stock.



Biblioteca codificada


Visita al enorme almacén de la editorial Random House Mondadori en Barcelona. Doce millones de libros entran y salen cada año para ser leídos, guardados o desechados

Inés García Albi 01/12/2007


Los colegios suelen organizar visitas culturales con sus alumnos. Son excursiones muy esperadas por los chavales. No sé ahora, pero hace muchos años, no tantos, los escolares visitábamos una fábrica de refrescos, una industria lechera y, si había suerte, la rotativa del diario más importante de la ciudad. Generalmente salías con la boca abierta. Tanta cinta transportadora, tanta gente haciendo cosas a un ritmo sincopado, todo tan ordenado, tan calculado. Nada fuera de lugar. El final del trayecto siempre era el mismo: los camiones con las entrañas abiertas esperando ansiosos las cajas listas para el consumo. La misma sensación de escolar asombrado ante el orden, los avances tecnológicos y las cintas transportadoras se siente cuando se visita el almacén de la editorial Random House Mondadori (RHM) en Barcelona. El guía de la excursión es Justo García, director de logística de RHM, alma del nuevo sistema de clasificación de libros llamado sorter, que se estrenó en abril y que ha duplicado la capacidad de producción. Pero vayamos por orden.


El almacén que vistamos se construyó hace 20 años y, como la editorial que acoge, ha ido creciendo hasta llegar a los 15.000 metros cuadrados (RHM cuenta, además, con otro almacén en Sabadell de 5.000 metros cuadrados). Aquí arriban los libros de Plaza & Janés, Lumen, Beascoa, Mondadori, Grijalbo, Debolsillo, Debate, Montena, Electa, Collins, Rosa dels Vents, Sudamericana y Caballo de Troya. De todos ellos se ocupan 90 personas. Antes de salir hacia los puntos de venta, cada volumen tiene que pasar por varios trámites. Primero, se les ficha. Aquí nada se hace sin código. Todo lleva código: los libros, los expositores, los marcapáginas de promoción, los folletos. Todo. Nada se libra. Cuando cualquier producto editorial entra se le abre un fichero maestro, una especie de DNI: Isbn, páginas, temática, título, autor, y peso.


Las novedades llegan en palés a recepción. La semana de la visita, Random House Mondadori lanzaba al mercado 72 títulos nuevos. Al año publica 800 novedades, lo que significa, según los cálculos de Justo García, entre siete y ocho millones de libros anuales. Sólo de novedades. A éstos hay que sumar los movimientos de los libros de fondo, de catálogo. El total: doce millones de libros al año. ¡Doce millones de libros que entran y salen! Cuatro libros para cada habitante de Madrid ciudad. Para algunos, casi una biblioteca. Esos doce millones de libros significan también más o menos tres millones de líneas de pedidos entre los que se barajan entre seis mil y siete mil referencias vivas, que no están descatalogadas.


Todos esos libros se guardan en el silo, el espacio más amplio del almacén. Siempre en movimiento. Por los pasillos corren pequeñas máquinas en busca de los libros que indica un pequeño ordenador cerca de los mandos: "Osho. Piso 5. Calle 7. 7.295 unidades. Exportación". José Manuel gira la máquina trilateral y se deja guiar, y cuando llega a destino, dispara. La mano de metal saca el pedido. Se deja en el pasillo central para que lo recojan y lo empaqueten. Su destino es Baltimore (Estados Unidos). En el silo conviven todos los libros sin complejo: novela, ensayo, infantil, best seller, autoayuda. Todos. Y se saben todos los movimientos. Si ha llegado una devolución -se devuelven entre tres y cuatro millones de libros-, se limpian, se clasifican, y vuelven al silo por si acaso los piden otra vez. Y todo eso sin un solo papel, por radiofrecuencia. Y gracias a los códigos, claro.


Justo García cuenta el camino que hace una novedad. Primero se coloca en platea, un lugar preferencial, muy a mano, cerca de la salida, y se va vigilando su comportamiento. Generalmente hay una curva muy alta de salidas las primeras semanas y a los cuatro meses comienza la devolución. El momento crítico es cuando la devolución es más alta que la salida, o sea, que entran más que salen. Malo. La novedad deja de considerarse como tal al cabo de un año, cuando pasa a denominarse de fondo. Lo normal es que pase a bolsillo. Los libros de tapa dura que se mantienen en catálogo son mínimos.


Pero sigamos camino. Después del silo, las obras de catálogo requeridas, además de las novedades de esa semana, van a la zona que llaman picking. Desde que en abril instalaron el sorter, un clasificador pionero en España, mucho han cambiado las cosas. Antes, las empleadas -la mayoría de los que trabajan en esa zona son mujeres- iban de un sitio a otro buscando los libros para empaquetar. Ahora, con este nuevo sistema, que ha supuesto una inversión de 1.800.000 euros, todo se ha simplificado. La máquina, a través de un escáner, sabe que ese libro va a un pedido concreto y lo hace llegar a través de un sistema de cintas y trampillas hasta el interior de su caja correspondiente. Cuando la caja está completa, una luz se enciende y rápidamente es reemplazada por otra. Son las doce de la mañana. La máquina les informa de que ese día hay que mover 20.000 libros y que sólo quedan dos mil. Con el nuevo ingenio, el almacén de RHM ha duplicado la producción. El sorter tiene capacidad para hacer 900 pedidos al día. Ahora casi todos los días está cargado hacia las dos de la tarde, cuando antes se terminaba entre las seis y las siete.


Las novedades van por otro camino. Una máquina escupe el pedido. Allí están las 72 novedades de esa semana, cada una preparada en un casillero. Las luces rojas indican a la empleada dónde están los libros que necesitan para completar el pedido en curso.


Todos los pedidos siguen su rumbo. Su última prueba: el peso. Al final del trayecto, cada pedido se pesa. Si el peso es inferior, es que falta algún libro; si existe sobrepeso, alguno sobra. Se coloca o se quita. Solucionado. Todos listos en salidas. Los camiones van llegando, cargan y los libros salen en busca de lectores. Unos los encontrarán, pero otros volverán al silo, esperando una segunda oportunidad. Otra oportunidad que les aleje de la destrucción, de la guillotina.

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