Parece que la vida de Raymond Carver sufrió dos transformaciones fundamentales poco antes de que éste le entregara a Gordon Lish, su amigo y editor en Alfred A. Knopf, el manuscrito de la colección de relatos que más adelante se publicaría bajo el título What We Talk About When We Talk About Love [De qué hablamos cuando hablamos de amor]: conoció a Tess Gallagher y dejó de beber.
Parece también que desde entonces Carver estuvo sobrio y con Gallagher hasta el día de su muerte —que tuvo lugar el 2 de agosto de 1988—.
Parece, además, que la de Carver y Lish era mucho más que una simple relación de trabajo entre un autor y su editor.
Parece incluso que Lish era para Carver una fuente de inspiración, un apoyo y su lector ideal.
Parece, por otro lado, que una vez recibió What We Talk About When We Talk About Love Lish intervino muchos de los relatos que conforman el volumen, haciéndoles modificaciones sustanciales —dicen que a algunos les cambió el título o el final y que dos los redujo en cerca de un setenta por ciento—.
Parece, finalmente, que Carver consideraba que muchos de los relatos de What We Talk About When We Talk About Love habían mejorado sustancialmente tras haber pasado por las manos de Lish.
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En la edición de la última semana de 2007 The New Yorker publicó algunas de las cartas que entre 1969 y 1983 le envió Raymond Carver al editor Gordon Lish agradeciéndole por haber apostado por él, por su generosa amistad y por haber sido su apoyo, pero también pidiéndole que detuviera la edición de What We Talk About When We Talk About Love.
Desde que leí sus cuentos o sus textos de no ficción reunidos en Fires y en No Heroics, Please —que Bartleby editores publicó no hace mucho tiempo por primera vez en castellano— siempre creí que el carácter de Carver tendría que ser tan fuerte y contundente como su escritura. Sin embargo, en algunas de las palabras que el mismo Carver le escribe a Lish el autor confiesa no sólo la fragilidad de su estado de ánimo sino también los defectos de su prosa.
Tras leer esas cartas que ponen en evidencia la inseguridad, la angustia y la desesperación que parecía sentir Carver incluso después de haber dejado de beber, no quise seguir queriendo encontrar la respuesta a una pregunta que venía haciéndome cada vez que pensaba en el escritor estadounidense desde que The New Yorker publicó los fragmentos de su correspondencia con Lish a raíz de la polémica que desató la intención de Tess Gallagher de publicar los textos originales de los relatos de What We Talk About When We Talk About Love: ¿qué pensaríamos hoy en día de la obra de Carver si sus relatos hubieran sido publicados tal y como él se los pasó a Lish o si por lo menos éstos no hubieran sufrido modificaciones tan sustanciales?
A propósito de la polémica que ha generado el caso Carver – Lish quisiera llamar la atención sobre dos aspectos que vale la pena tener en cuenta en todo momento:
1. en cierto sentido una obra como producto final puede ser el resultado de una negociación entre el autor y su editor en la medida en que en ocasiones éste sugiere modificar algunos aspectos puntuales del manuscrito que ha recibido inicialmente.
2. a muchos autores les cuesta trabajo dar por terminada una obra, por lo cual algunas veces hasta último momento —e incluso después de su publicación— siguen considerando que ésta aún podría mejorarse.
Para terminar, a continuación reproduzco algunos fragmentos de las cartas en cuestión que me han parecido bastante conmovedores:
‘You know, old bean, just what an influence you’ve exercised on my life. Just knowing you were there, at your desk, was an inspiration for me to write, and you know I mean that. You, my friend, are my idea of an ideal reader, always have been, always, that is, forever, will be’. (Septiembre 27 de 1977).
‘You’re my hero —don’t you know? (…) Your friendship and your concern have enriched my life. There’s no question of your importance to me. You’re my mainstay. Man, I love you. I don’t make that declaration lightly either…’. (Mayo 10 de 1980).
‘You’ve given me some degree of immortality already. You’ve made so many of the stories in this collection better, far better than they were before. And maybe if I were alone, by myself, and no one had ever seen these stories, maybe then, knowing that your versions are better than some of the ones I had sent, maybe I could get into this and go with it’. (Julio 8 de 1980).
‘Now much of this has to do with my sobriety and with my new-found (and fragile, I see) mental health and well-being. I’ll tell you the truth, my very sanity is on the line here’. (Julio 8 de 1980).
‘I’m afraid, mortally afraid, I feel it, that if the book were to be published as it is in its present edited form, I may never write another story, that’s how closely, God Forbid, some of those stories are to my sense of regaining my health and mental well-being…’. (Julio 8 de 1980).
‘If the book comes out and I can’t feel the kind of pride and pleasure in it that I want, if I feel I’ve somehow too far stepped out of bounds, crossed that line a little too far, why then I can’t feel good about myself, or maybe even write again; right now I feel it’s that serious, and if I can’t feel absolutely good about it, I feel I’d be done for’. (Julio 8 de 1980).
‘Can you put the book off until Winter or Spring of 1982 (…)? (…) No, I don’t think it shd. be put off. I think it had best be stopped’. (Julio 8 de 1980).
‘I may as well say it out now, I can’t undergo the kind of surgical amputation and transplant that might make them someway fit into the carton so the lid will close’. (Agosto 11 de 1982).
* De alguna manera en esta entrada matizo algunas de las cosas que dije en otra anterior titulada "de qué hablamos cuando hablamos de las intervenciones abusivas de un editor".