miércoles, 26 de marzo de 2008

mi barcelona

Leer el monográfico "barcelona|s" que publicó en su número 300 el suplemento cultura|s, del diario La Vanguardia, me ha hecho pensar muchísimo en las ideas que existen con respecto a Barcelona y en lo que esta ciudad representa para mí. Debido a mis intereses particulares, Barcelona me parece un lugar absolutamente estimulante porque tiene una dinámica bastante interesante en ámbitos como el arte digital, la publicidad, las artes gráficas, los medios audiovisuales y la música.


Además del cielo, del clima, de su ubicación sobre la costa, del ritmo de vida, de la oferta cultural, del ambiente de los bares que hay cada media calle, de lo manejables que son las distancias y de la comida, lo que más me seduce de Barcelona es el ámbito de la producción editorial. Me emociona poder entrar en contacto con quienes escriben, gestionan, traducen, maquetan, ilustran, corrigen y editan muchas de las obras que se exhibirán en las estanterías de las librerías después de pasar por los distintos pasos de la cadena de producción. Se trata de gente que está ahí, que es absolutamente accesible y a la que normalmente le gusta hablar de su trabajo.



Por otro lado, me gusta saber que si veo en la calle a una persona del mundo editorial a quien quiera conocer sólo tengo que acercarme y abordarla para entrar en contacto con ella. Como el despacho donde trabajaba hasta hace poco estaba muy cerca de su casa, dos o tres veces a la semana me cruzaba en Rambla Catalunya con Rodrigo Fresán y varias veces he visto en la calle a Jorge Herralde, a Quim Monzó y a Enrique Vila-Matas. Si no los he abordado a ellos es porque cuando los he visto no he tenido ninguna razón particular para hacerlo. Por el contrario, en el verano de 2006 mientras trabajaba como camarero en un restaurante de Sarrià tuve que atender al agente literario Guillermo Schavelzon y en ese momento no quise desaprovechar la oportunidad de pedirle que me diera la entrevista que unos meses más tarde publiqué en [ el ojo fisgón ].


Alguna vez le oí decir a Santiago Gamboa que cuando se dio cuenta de que quería ser escritor le pareció que lo mejor que podía hacer era irse a vivir a París como lo habían hecho muchos otros antes que él —al fin y al cabo en el imaginario del “mundo mundial” existe una asociación directa y estrecha entre París y el ámbito de lo literario—. En el mundo de habla española hay muchos autores que un día decidieron venirse a Barcelona a escribir. Y me refiero no solamente a figuras que cuando llegaron ya tenían una trayectoria en vía de consolidación —como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso, R. H. Moreno Durán, Óscar Collazos, Roberto Bolaño o Rodrigo Fresán—, sino también a jóvenes que vienen a buscarse la vida y que como ese Gamboa que se fue a París seguramente intuyen que la mejor forma de convertirse en escritores es yendo a una ciudad que sea un referente literario.


Por poner un ejemplo cercano a mí, entre los autores colombianos jóvenes de hoy que en algún momento han pasado una temporada viviendo en Barcelona se encuentran Ricardo Silva Romero, Juan Gabriel Vásquez, Antonio Ungar, Carolina Sanín y Sergio Álvarez. No sé qué los trajo aquí y supongo que cada uno de ellos vino por motivos distintos pero estoy seguro de que en todos los casos una parte del tiempo que estuvieron en la ciudad lo dedicaron a escribir.


Siento que Barcelona atraviesa por un momento crítico y que las cosas que están pasando en la ciudad ponen en evidencia el agotamiento de eso que llamaron “el modelo barcelonés”. Lo veo en la vida cotidiana y lo percibo en la conversación del día a día. Después de la intensa movida que gestaron a nivel artístico y político los círculos de la resistencia contra la dictadura, de la prosperidad que trajo el milagro español y de la transformación que sufrió la ciudad a raíz de las Olimpiadas de 1992 Barcelona parece estar cayendo en un letargo, por lo cual esa idea de la metrópoli mediterránea que ofrece una calidad de vida inigualable empieza a desdibujarse y a ser un recuerdo cada vez más lejano para los nativos o para quienes llegaron antes de la inminencia del desastre.


La Barcelona de hoy es un parque temático con mucha cosmética que está en manos de los especuladores inmobiliarios y del turismo low cost. Mientras que el precio de los alquileres sigue subiendo desmesuradamente, los salarios apenas aumentan desde hace varios años. Hoy en día las primeras imágenes que se evocan en una conversación sobre la vida de la ciudad son el mobbing inmobiliario y el precio de los alquileres, los problemas de funcionamiento de los trenes de cercanías, la crisis del Barça, las políticas represivas del ayuntamiento o las hordas de borrachos ingleses que desembarcan cada víspera de fin de semana y que agotan el stock de cerveza en los alrededores de La Rambla siempre que su equipo viene a jugar al Camp Nou.


En el ámbito profesional sigo encontrando estimulante esa Barcelona llena de tensiones lingüísticas y políticas a pesar de la propagación de los establecimientos de diseño —restaurantes, tiendas y plazas de mercado—, de los nórdicos que en febrero se insolan en las terrazas del centro durante sus viajes de veraneo anticipado, del discurso de “la botiga més gran del món”, del precio de los alquileres, de las inglesas que entran en coma etílico durante la celebración de sus despedidas de soltera, de los dependientes malencarados de los comercios, de las cumbres de telefonía móvil que cada año colapsan la ciudad durante varios días, del despotismo de los Mossos d'Esquadra o del crecimiento de los ghettos que ponen en evidencia la incapacidad de la ciudad de asimilar la diversidad que trae consigo la inmigración.

6 comentarios:

Javier Moreno dijo...

Muy buena la reflexión, Martín.

martín gómez dijo...

No sé, yo nunca he estado de pelea con Barcelona aunque hay cosas de la ciudad que me producen muchos sentimientos encontrados.

Creo que este no es un buen momento para venirse a "triunfar" a Barcelona. Y, sin embargo, cada cierto tiempo alguien me dice que quiere venirse aquí con ganas de comerse el mundo.

De hecho me pareció muy curioso que ayer habláramos de las historias de los pisos y todas estas cosas porque en la tarde había estado escribiendo esta entrada.

En fin, no sé.

Culebrero dijo...

La decadencia de la ciudad es tan solo la punta de un iceberg que atraviesa las fronteras de esta metrópoli mediterránea. Tengo la impresión de que está ciudad nunca ha dejado de ser maloliente. Quizás sea su podredumbre y ese carácter de puta de puerto lo que le da a esta ciudad su encanto: esa personalidad bipolar entre puta y doncella, al final, es lo que atrae a escritores, turistas, curiosos y mercachifles. Acaso es un acto más noble escribir una novela detrás del mostrador de una farmacia esperando a que algún día un editor pase a comprar un poco de Prozac que venir a Barcelona a pasar unas vacaciones etílicas en un vuelo barato. Como venia sugiriendo, esta sensación de decadencia es el producto de algo mucho más global. El modelo se está rompiendo y creo que seremos testigos de un periodo de crisis que le levantará la falda a muchas más ciudades en el mundo.

martín gómez dijo...

Juan, ¿usted también percibe la hecatombe? ¿Hasta dónde llegará, ah? Da susto...

Anónimo dijo...

Hola Martín
Queria preguntarte tu opinion de schavelzon, creo que hace un juego diciendose agente pero no se si es asi.
Desde ya te felicito por la calidad de los contenidos de tu blog en referencia al mercado editorial español, informacion que a los escritores nos es muy util

martín gómez dijo...

La verdad es que Schavelzon hace muy bien su trabajo como agente, aunque no sé la causa de tus sospechas.

Muchas gracias por las felicitaciones. Me alegra que te guste este blog y espero que sigas volviendo y encontrando info valiosa en él.

Un saludo.
Martín.