lunes, 30 de junio de 2008

donde pongo el ojo... [ 41 ]



Lecturas en curso


Viaje sentimental, de Lawrence Sterne

Funambulista

Madrid, 2006


Mi recomendado de la semana


La industria del libro, de Jason Epstein

Anagrama

Barcelona, 2002


Mis libros favoritos


Le Chef-d'œuvre inconnu, de Honoré de Balzac

Les Éditions Gallimard

París, 2003


Me llama la atención


Veintidós consejos sobre tipografía (que algunos diseñadores jamás revelarán), de Enric Jardí

Actar

Barcelona, 2008

viernes, 27 de junio de 2008

“scorsese y la publicidad en clave cinematográfica” / artículo en la revista de publicidad p&m

‘Tras encontrar en un archivo tres páginas y media del guión de una película de Alfred Hitchcock llamada The Key to Reserva que nunca se rodó, Martin Scorsese se enfrenta a un proyecto que supone un enorme desafío: intentar hacer la película tal y como la habría hecho el mismo Hitchcock en su momento. El proyecto tiene una complicación adicional: en la mitad del guión hace falta una página cuyo contenido se desconoce.


¿Conseguirá Scorsese desprenderse de su propio punto de vista y plasmar acertadamente en su versión de The Key to Reserva la visión del director de Psicosis, El hombre que sabía demasiado y Los pájaros?


Esta es la historia en torno a la cual se desarrolla el cortometraje que hizo en España Freixenet, la marca líder en el mercado del cava –un vino espumoso catalán que se produce con un método similar al del champán– para su campaña de navidad del año 2007’.





A quienes quieran saber más sobre la excelente campaña The Key to Reserva los invito a descargar aquí el artículo “Scorsese y la publicidad en clave cinematográfica”, que escribí para el número de junio de la revista colombiana de publicidad P&M. El film hecho por Scorsese para la campaña puede verse en el Website Freixenet :: The Key to Reserva.


Creo que esta campaña desarrollada por la oficina de Barcelona de la agencia JWT ilustra cómo de la mano de su agencia una marca logra responder no muy tardíamente a los cambios que se están dando en el entorno mediático, reinventando de una manera bastante acertada su estrategia de comunicación.




¿Alguna pista con respecto al tipo de decisiones que deberían tomar las empresas del sector editorial para sobrevivir a los retos que les plantea el cambio tecnológico que estamos viviendo actualmente?


Hay una idea de Álex Martínez, director creativo ejecutivo de JWT, que me queda sonando y que podría aplicarse a cualquier sector: ‘las grandes marcas, los auténticos líderes, tienen el derecho y en cierto modo la obligación de abrir caminos’.

jueves, 26 de junio de 2008

inventario de lecturas [ 10 ]

Empezaba 1999 y en una clase vi que un compañero mío que había llegado tarde traía en la mano Desayuno en Tiffany’s, de Truman Capote. Como el nombre del libro me sonaba familiar y el del autor me resultaba muy sonoro, decidí buscarlo y empezar a leerlo. Creo que no tardé más de una tarde leyendo la que sigue siendo una de mis novelas favoritas. Gracias a Desayuno en Tiffany’s Capote se convertiría en una presencia permanente en 1999 y en los siguientes años. A los pocos meses tuve el placer de leer también A sangre fría, Música para camaleones y Un árbol de noche, lo cual fue suficiente para declarar a Truman Capote mi autor preferido.





Ese año me había inscrito en un seminario del Ulises, de James Joyce, que al ser anunciado había sido la sensación en la universidad. Casualmente, poco tiempo después de empezar el curso una encuesta hecha en muchos países había arrojado la conclusión de que el Ulises era la mejor novela del siglo XX y al día siguiente en Bogotá todos los que no tenían el libro salieron corriendo a comprarlo. Lastimosamente pocos pudieron leerlo y terminaron renegando de él.


Aunque no entendía mayor cosa de lo que estaba leyendo, la verdad es que me sentía privilegiado por estar leyendo una obra que había revolucionado la literatura del siglo XX y por tener la oportunidad de oír cada miércoles a las 3.00 de la tarde y durante tres horas esa retórica llena de fuegos artificiales de mi profesor embaucador que mientras sus incautos estudiantes prendíamos un cigarrillo tras otro decía que ‘el Ulises era un descenso al pozo del inconsciente’ (WTF?). Al final nunca me terminé el Ulises y aunque no debí haber pasado de la página 327, llegó un momento en el que empecé a intuir lo que estaba pasando y en el que, por lo tanto, me di cuenta de que esas largas horas dedicadas a la lectura no habían sido una pérdida de tiempo.





El hecho de que el Ulises me hubiera quedado grande y de entender la ruptura que representaba esta novela en la literatura occidental aumentó mi admiración por Joyce, por lo cual durante las siguientes vacaciones leí El retrato del artista adolescente y releí Dublineses —dos obras escritas con una técnica narrativa eminentemente clásica—. Mientras que yo paré ahí, mi amigo Andresito duró tostado como dos años después de leer el Ulises y el Finnegans Wake en inglés.


Durante las vacaciones de mitad de año Roberto y yo nos metimos de colados a un curso de literatura artúrica que había en mi universidad. Aunque leí absolutamente todo lo que estaba en el programa y aprendí un montón de cosas, en ese momento me di cuenta de que las novelas de caballería y los libros de aventuras no eran lo mío. Igual tampoco podría decir que fue una pesadilla leer cosas como los Lais de María Francia, Erec y Enid, El caballero de la carreta, El caballero del león y El Cuento del grial y sus continuaciones pero creo que disfrute más la lectura de El otoño de la Edad Media, de Johan Huizinga, y de Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda: análisis de un mito literario, de Carlos García Gual.




Un detalle curioso del curso es que nosotros leíamos las obras de Chrétien de Troyes en la edición de bolsillo de Alianza editorial o directamente en fotocopias mientras que María del Rosario Aguilar —nuestra profesora, quien además de ser una experta en literatura medieval desde entonces es editora de Norma— llegaba a clase con esos tomos tan bonitos que había editado Siruela y que no había el menor riesgo de encontrar en Colombia.


Durante el segunda semestre de ese año descubrí a Raymond Carver, a J. D. Salinger y a Carson McCullers, que avivarían aún más el interés que me había despertado Capote por los escritores gringos y que cambiarían mis expectativas con respecto a la literatura en general.

miércoles, 25 de junio de 2008

modelos de empresas e independencia [ 2 ] / la empresa con accionistas minoritarios externos


En La edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad Gilles Colleu expone de la siguiente manera el segundo modelo de empresa editorial:


‘El segundo modelo, cercano al primero, a menudo se desprende de los mecanismos de crecimiento. Como las inversiones se hacen mediante autofinanciamiento o préstamo bancario, algunos umbrales son difíciles de franquear; ciertos “accidentes” pueden poner en peligro la estructura, y las cauciones exigidas por los difusores/distribuidores son difíciles de cubrir. El dirigente de empresa aceptará que asociados surgidos de los medios profesionales introduzcan capital, permaneciendo éstos minoritarios. Éste puede ser el caso de un impresor, por ejemplo, pero con más frecuencia el del difusor/distribuidor. Los dirigentes muy a menudo minimizan el papel de dichos asociados y no quieren tener que rendir cuentas a éstos en lo más mínimo. Sin embargo, estos accionistas en la sombra son realmente los propietarios de una parte de dichas editoriales (...) La independencia editorial de estas empresas, pues, es más o menos real, según el peso de cada accionista y la personalidad del dirigente. Puede considerarse que su independencia frente a los mercados financieros sigue siendo muy fuerte’.



Este modelo resulta interesante porque la entrada de capital externo pero cercano fortalece el músculo financiero de la empresa para poder cubrir gastos e inversiones cómodamente y en principio parece no implicar el sacrificio de la independencia en la toma de decisiones relacionadas con la política y la línea editorial. Sin embargo, me imagino que una cosa es la concesión de independencia en el manejo editorial por parte de estos accionistas minoritarios y que otra muy distinta debe ser la rendición de cuentas periódica con respecto al desempeño de la empresa porque al final lo que está en juego es la seguridad del capital invertido.


Por otro lado, supongo que las condiciones de negociación que ponen los accionistas minoritarios y la presión que éstos ejercen tienden a pesar menos y a ser más manejables que las de las entidades financieras.

lunes, 23 de junio de 2008

donde pongo el ojo... [ 40 ]



Lecturas en curso


Cuentos completos, de Truman Capote

Anagrama

Barcelona, 2005


Mi recomendado de la semana


El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas

Sexto Piso

Madrid, 2008


Mis libros favoritos


Frutos de mi tierra, de Tomás Carrasquilla

El Áncora editores

Bogotá, 2000

jueves, 19 de junio de 2008

¿literatura europea?

Hace unos días el periodista francés Jean-François Fogel escribió en su blog una entrada en la que cuestiona la creación de un premio oficial de literatura por parte de la Comisión Europea. Según Fogel, ‘todavía no se sabe si se trata de literatura contemporánea o de literatura y punto, pero me parece peligroso, en un continente que fue la cuña de dos guerras mundiales poner, en marcha una posibilidad de enfrentamiento duradero’. Sinceramente no creo que Europa se vaya a ir otra vez a la guerra ni por Eurovisión, ni porque los hinchas del Chelsea destrocen cualquier ciudad a la que vaya a jugar su equipo ni mucho menos por algo tan poco popular como un premio literario.




Fogel muestra su preocupación con respecto a la noción de "literatura europea" cuando afirma que:


‘Lo más preocupante es leer el concepto de "literatura europea" en un documento oficial. ¿De qué se trata, de qué hablamos? Hay tantas literaturas ¿Toda Europa se reconoce en Harry Potter, en las novelas policíacas de Stieg Larsson o en el relato histórico de Arturo Pérez-Reverte? Temo que la aparición de un premio oficial de literatura europea ponga en duda la existencia de Europa. Ni hablar de los autores como Joseph Conrad (tres veces europeos con una vida polaca, una vida francesa y una vida inglesa) que ubican su novela en tierras o mares de Asia o de África. ¿Vamos a inventar el concepto de novelistas europeos emigrados?’


Aunque soy perfectamente consciente de que Europa no es una entidad homogénea y que existen enormes diferencias no sólo entre los distintos países sino también dentro de éstos —pienso en casos límite como España, Bélgica o Suiza—, la verdad es que no entiendo la preocupación de Fogel. Como lo diría Benedict Anderson, las naciones son “comunidades imaginadas” cuya existencia se basa justamente en la invención de rituales colectivos —como el otorgamiento de un premio literario— que si consiguen volverse significativos para la gente con el paso del tiempo llegan a convertirse en tradiciones.


Me gusta la exaltación que hace el editor catalán Jaume Vallcorba de esa idea de “literatura europea” que a Jean-François Fogel le parece tan peligrosa porque identifica no sólo los vasos comunicantes existentes entre autores provenientes de épocas y lugares muy distintos, sino también el rastro de una tradición literaria supranacional:


‘Una de las asignaturas que me encargaron en la Universidad Pompeu Fabra tenía un título francamente horrendo. Se llamaba “Literatura de tradición europea”. A mí me habría gustado que se llamara “Literatura occidental” y punto, pero resulta que como todavía existía el muro de Berlín, parecía como si ese apelativo excluyera un espectro importantísimo de literaturas del centro y del este de Europa. El título era muy animal pero al mismo tiempo muy exacto.


Durante bastantes años intenté dar una explicación de las grandes líneas de la tradición literaria europea, desde los trovadores hasta la poesía del siglo XX. No me ocupaba de la tradición clásica aunque las referencias a ésta eran inevitables. Hay una línea que describe perfectamente ese camino que empieza con los trovadores, sigue con los estilnovistas, continúa con Dante, Petrarca y Shakespeare y se prolonga hasta pleno siglo XX con figuras como Thomas Mann, William Butler Yeats, Franz Kafka o W. H. Auden. Se trata de una línea poderosa y seguirla es muy interesante porque uno se da cuenta de que está trabajando en ámbitos lingüísticos distintos, que en términos culturales parecen ser muy diferentes pero que acaban dibujando una tradición europea sólida basada sin duda en los usos tanto de la retórica como de un sistema referencial común. La existencia de esta línea explica por qué durante siglos un ruso había entendido perfectamente bien a Cervantes, un inglés a Dante o un alemán a Shakespeare. Finalmente estaba ese espacio común’.

miércoles, 18 de junio de 2008

modelos de empresas e independencia [ 1 ] / la empresa familiar

En su libro La edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de Gilles Colleu plantea cinco modelos de empresas editoriales y le atribuye a cada uno de ellos un grado de independencia. Estos modelos son una simplificación que intenta abarcar el máximo de elementos posibles y, por lo tanto, deben ser tomados como una aproximación a una realidad compleja que pese a las limitaciones busca dar cuenta de ésta y no como “la” realidad absoluta e inmutable de la edición independiente.


El primero de los modelos propuestos por Colleu es la empresa “familiar”, en el que ‘el jefe de empresa por lo general es el accionista principal o el representante de un grupo familiar o amistoso. También se encuentran entre quienes conforman este grupo los accionistas minoritarios asalariados o asociados que participan o participaron en la vida de la empresa. Todos los accionistas son personas físicas, ninguna otra empresa u organismo financiero posee participación. Las reglas de gestión, los rendimientos financieros, las estrategias, son decididas por el dirigente. Las posibilidades de aumento de capital y las perspectivas de crecimiento son relativamente bajas y sólo pueden operarse mediante autofinanciamiento o inversión de fortunas personales. Estas editoriales son financieramente independientes, pero —a pesar de todo— pueden verse sometidas a coerciones fuertes por parte de asociados insoslayables como su difusor/distribuidor. En esta categoría se encuentran numerosas editoriales chicas, algunas de las cuales desean crecer y acercarse a los modelos siguientes, y otras que, habiendo encontrado su equilibrio económico, trabajan más en la valorización de su catálogo que en la de su capital’.


No es raro incluso que existan pequeñas editoriales unipersonales en las que el editor se encarga de todo cuando puede —selección de textos, diseño de colecciones, maquetación, prensa o gestión administrativa—y contrata por fuera todos aquellos servicios que no está en capacidad de asumir. Supongo que en algunos casos estos editores conseguirán que amigos y conocidos inviertan en su proyecto. En cualquier caso una estructura pequeña tiene la ventaja de ser ligera y si es lo suficientemente flexible puede adaptarse fácilmente a las transformaciones que se den en su entorno.


Me pregunto cuáles son las motivaciones que puede tener un pequeño editor para desear que su empresa crezca o que mantenga su escala inicial no sólo porque abrirse un lugar en el mercado y consolidarlo no necesariamente implica crecer, sino también porque muchas empresas se revientan al ser incapaces de enfrentarse al desafío que presupone el crecimiento —sobre todo cuando éste es repentino y acelerado—.


En cuanto a las empresas que ‘trabajan más en la valorización de su catálogo que en la de su capital’, me gusta creer que justamente su catálogo es el capital más sólido de una editorial y a la vez la mejor fuente de confianza que ésta puede ofrecer. Sin embargo, ¿qué pasa cuando ese catálogo no permite pagar las cuentas porque los títulos que lo conforman no se venden lo suficiente? Me imagino que entre otras cosas es por esto que es clave tener no sólo un buen distribuidor, sino también excelentes relaciones con éste, con los proveedores de insumos o servicios y con la prensa.

martes, 17 de junio de 2008

inventario de lecturas [ 9 ]

La segunda mitad de 1998 fue particularmente estimulante para mí porque por primera vez en casi tres años tuve la certeza —aunque efímera, para variar— de que no me había equivocado escogiendo las carreras que estaba estudiando. Me entusiasmaba ver que algunos de mis profesores se ocupaban de temas interesantes, se divertían haciendo su trabajo y hacían un aporte valioso a su campo de estudio. Tanto, que la lectura de autores como Hesíodo, Aristóteles, Sócrates, Dante, Tomás Moro, Maquiavelo, Spinoza, Thomas Hobbes, Jean-Jacques Rousseau, Edmund Burke, Max Weber, Émile Durkheim, John Rawls o Jürgen Habermas en mis cursos de Historia de las ideas políticas me hizo considerar la posibilidad de dedicarme a la academia.




Fue justamente en ese segundo semestre de 1998 que se consolidó mi reconciliación con los clásicos. Me había inscrito en cursos sobre Goethe, Shakespeare y literatura griega. Aunque el curso sobre Goethe fue un desastre porque el profesor se dedicó todo el semestre a psicoanalizar a los personajes y al autor mismo, leer Las penas del joven Werther y la primera parte de Fausto fue una experiencia increíble. Por otro lado, en el curso sobre Shakespeare disfruté como nunca creí que podría hacerlo la lectura de obras como Sueño de una noche de verano, Hamlet, Macbeth, Otelo, Ricardo III y El Rey Lear.


El curso sobre literatura griega fue extraño porque aunque era muy general y superfluo, en él hicimos una aproximación distinta a la Ilíada —la lectura buscaba analizar la organización social y política de la época a partir del texto— y leímos La Orestiada, algunas comedias de Aristófanes y algunos poemas tanto de Píndaro como de Safo de Lesbos.


Entre tanto, por fuera de la universidad estaba leyendo cosas muy distintas: Todo lo sólido se desvanece en el aire, de Marshall Berman; Canto a mí mismo, de Walt Whitman; La carta de Atenas, de Le Corbusier; Escritos políticos, de Herman Hesse; Dublineses, de James Joyce; La vida vivida, de Vinicius de Moraes; Siete noches, de Jorge Luis Borges; La busca, de Pío Baroja; Culturas híbridas y Consumidores y ciudadanos, de Néstor García Canclini y alguna otra cosa que se me escapa.



Lo más importante de ese año fue que tomé conciencia de que aunque quisiera leerlo todo sería imposible hacerlo no sólo porque la vida no me alcanzaría, sino también porque había mil temas que no me interesaban en lo más mínimo. En ese momento aprendí a no sentirme culpable por no interesarme por temas como la épica, los libros de caballería o la ciencia ficción y pude empezar a escoger mis lecturas sin pensar en lo que “hay que leer”.

lunes, 16 de junio de 2008

donde pongo el ojo... [ 39 ]



Lecturas en curso


L’exaltació del llibre al Vuitcents (Pilar Vélez, editora)

Biblioteca de Catalunya y Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona

Barcelona, 2008


Mi recomendado de la semana


La plaza del azufaifo, de Isabel Núñez

Melusina

Barcelona, 2008


Mis libros favoritos


Robinson Crusoe, de Daniel Defoe

Mondadori

Barcelona, 2004


Me llama la atención


Río Fugitivo, de Edmundo Paz Soldán

Libros del Asteroide

Barcelona, 2008

jueves, 12 de junio de 2008

la edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de gilles colleu


Durante mi visita de la semana pasada a la Feria del libro de Madrid encontré un libro llamado La edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de Gilles Colleu. El libro ha sido publicado por la editorial argentina la marca editora con el apoyo de varias organizaciones de distintos países:


- Alianza de editores independientes para otra mundialización (AEI)

- Alianza de editores mexicanos independientes (AEMI)

- Alianza peruana de editores (ALPE)

- Editores Independientes de la Argentina por la diversidad bibliográfica (EDINAR)

- Editores de Chile

- Red de editores independientes de Colombia (REIC)


He estado hojeando el libro y me ha parecido interesante porque pone en cuestión lo que entendemos por “edición independiente” y somete el concepto a un examen riguroso tanto para identificar sus posibles implicaciones como para sacar a relucir los distintos matices que encierra.


Gilles Colleu cierra la introducción de su libro diciendo:


‘Pero ante todo, al poner de moda este término [“edición independiente”], se intenta vaciar las palabras de su sentido, para valorizar su imagen y sentirse en paz con su conciencia.


De todos modos, ya era tiempo de definir la independencia editorial por sobre criterios que no fueran la mera declaración de intenciones.


¿De qué se es independiente, y cómo? ¿Cuál es la diferencia entre autonomía e independencia? ¿Puede ser independiente un grupo editorial? ¿Hay una dimensión virtuosa en el término? El editor independiente, ¿es necesariamente un pequeño editor? La independencia, ¿es una necesidad o una elección? Ser independiente, ¿es necesariamente una prenda de calidad?’


Lo que más me entusiasma de leer este libro es que sospecho que ofrece de manera sistemática y rigurosa algunos elementos necesarios para abordar el tema de la edición independiente en toda su complejidad y para entenderlo cada vez mejor.


Durante los próximos días me dedicaré a comentar los aspectos de este trabajo que me vayan llamando la atención.

miércoles, 11 de junio de 2008

las nuevas tecnologías: ¿amenaza u oportunidad?

Durante el vigésimo aniversario de la revista DELIBROS, que se celebró la semana pasada en la Feria del libro de Madrid, me llamó la atención que en su intervención Teresa M. Peces —la directora de esta publicación— se refiriera a “la amenaza de las nuevas tecnologías”.


¿Por qué ver las nuevas tecnologías como una amenaza y no como una oportunidad? Está claro que el desarrollo, la emergencia, el perfeccionamiento, la penetración y la consolidación de las nuevas tecnologías presupone una serie de cambios en los distintos eslabones de la cadena de producción editorial y que a todos los que estamos relacionados con este sector nos plantea un desafío enorme. Quien quiera sobrevivir a las transformaciones que está sufriendo este entorno debe asumir el desafío de adaptarse a las nuevas condiciones y buscar la manera de reinventarse.



Creo que estamos frente a una coyuntura en la que las editoriales están frente a la oportunidad de desarrollar nuevas líneas de negocios, de diversificar sus fuentes de ingresos, de rediseñar algunos de sus procedimientos de trabajo, de redistribuir los costes de producción, de crear nuevos productos y servicios, de inventar formas innovadoras de promocionar sus contenidos y de establecer un contacto más directo con sus lectores.


Es por esto que no puedo ver los cambios que estamos presenciando y que vendrán desde una perspectiva catastrófica y apocalíptica. Reinventarse para adaptarse a este nuevo contexto implica hacer un cambio de chip colectivo porque de nada sirve que quienes gestionan los contenidos de la página Web tengan una mentalidad propia del siglo XXI mientras que quienes están sentados en los escritorios de al lado siguen anclados en los años ochenta.

martes, 10 de junio de 2008

inventario de lecturas [ 8 ]

1998 también fue un año interesante y enriquecedor porque empecé a sentir que en la universidad estaba en un entorno que resultaba altamente estimulante en la medida en que a mi alrededor había gente inquieta cuya proximidad incentivaba el desarrollo de las inquietudes que me iban surgiendo y al mismo tiempo me suscitaba otras nuevas.


El año empezó con la compra entusiasta de los Manifiestos nadaístas, cuya lectura fue lo suficientemente decepcionante como para incitarme a no seguir leyendo literatura colombiana contemporánea con la misma vehemencia con la que venía haciéndolo hasta ese momento. Después de año nuevo empecé a leer La montaña mágica, de Thomas Mann, y a pesar de que estaba enganchado no pude acabarla porque cuando iba en la mitad empezaron las clases y no tuve más tiempo para seguir leyendo. Desde entonces tengo con La montaña mágica una deuda que quisiera saldar pero que no sé cuándo podré hacerlo.


Ese semestre no pude seguir evadiendo los cursos teóricos y de literatura clásica porque la consejera del departamento me obligó a matricularme en clases que además de ayudarme a hacerme una idea de los antecedentes de la tradición literaria occidental, me dieran herramientas teóricas para abordar los textos. Fue así como terminé inscrito en Lingüística I, Literatura española I y un seminario del Decamerón. El curso que más me motivaba era uno dedicado a Julio Cortázar, que a pesar de las lecturas que hice resultó siendo una gran decepción.



Los cursos de Literatura española y del Decamerón me sirvieron para sacarme de la cabeza esa idea de que todo lo clásico era aburrido y demasiado sofisticado para mí. Los romanceros españoles, las antologías de Menéndez Pelayo, el Libro de buen amor, La Celestina y las historias picarescas del Decamerón me revelaron que podía sentir los clásicos como algo cercano a mí y que incluso podía divertirme leyéndolos.


Aunque no estaban incluidos en el programa del curso de Cortázar, en esa época leí La prosa del observatorio, La vuelta al día en ochenta mundos y Último round. Para el curso había leído un puñado grande de cuentos de distintas épocas, Rayuela —por fin completa— y alguna otra cosa de Cortázar.


Ese semestre me colé en un curso sobre Borges en el que un profesor de esos que embaucan a sus estudiantes con una retórica llena de fuegos artificiales—y que a mí me deslumbraban en esa época porque la perspectiva desde la que abordaban la literatura no tenía ningún tipo de pretensiones científicas— nos iba sugiriendo lecturas como Fervor de Buenos Aires, El tamaño de mi esperanza, El libro de arena, El informe de Brodie y Las siete noches. Como iba tomando nota de todas las referencias que oía, de rebote terminé leyendo algunas cosas de Macedonio Fernández, de Felisberto Hernández, de Roberto Arlt y de Adolfo Bioy Casares.


Motivado por las inquietudes que me habían surgido tanto en las clases como en mis interminables conversaciones de cafetería, durante las vacaciones de mitad de año de 1998 leí tres libros que se volvieron fundamentales para mí:


- El árbol de la ciencia, de Pío Baroja

- Niebla, de Miguel de Unamuno

- Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol



Durante esas mismas vacaciones decidí leer la Ilíada y aunque no me gustó me obligué a leerla hasta el final porque ahora que me había reconciliado con los clásicos el sólo hecho de pensar en abandonarla me hacía sentir mediocre y culpable. Yo seguía queriendo leerlo todo y me frustraba que un libro me quedara grande o ser incapaz de conectar con él. Afortunadamente un par de años después me quitaría este complejo y empezaría a atreverme a dejar tirado todo libro que no me sintiera a gusto leyendo.

lunes, 9 de junio de 2008

donde pongo el ojo... [ 38 ]



Lecturas en curso


La edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de Gilles Colleu

La marca editora

Buenos Aires, 2008


Mi recomendado de la semana


Mi abuelo, de Valérie Mréjen

Editorial Periférica

Cáceres, 2007


Mis libros favoritos


Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas

Anagrama

Barcelona, 2001


Me llama la atención


Revista Texturas, número 5 (de varios autores. José María Barandiarán y Manuel Ortuño, editores)

Trama Editorial

Madrid, 2008