miércoles, 18 de junio de 2008

modelos de empresas e independencia [ 1 ] / la empresa familiar

En su libro La edición independiente como herramienta protagónica de la bibliodiversidad, de Gilles Colleu plantea cinco modelos de empresas editoriales y le atribuye a cada uno de ellos un grado de independencia. Estos modelos son una simplificación que intenta abarcar el máximo de elementos posibles y, por lo tanto, deben ser tomados como una aproximación a una realidad compleja que pese a las limitaciones busca dar cuenta de ésta y no como “la” realidad absoluta e inmutable de la edición independiente.


El primero de los modelos propuestos por Colleu es la empresa “familiar”, en el que ‘el jefe de empresa por lo general es el accionista principal o el representante de un grupo familiar o amistoso. También se encuentran entre quienes conforman este grupo los accionistas minoritarios asalariados o asociados que participan o participaron en la vida de la empresa. Todos los accionistas son personas físicas, ninguna otra empresa u organismo financiero posee participación. Las reglas de gestión, los rendimientos financieros, las estrategias, son decididas por el dirigente. Las posibilidades de aumento de capital y las perspectivas de crecimiento son relativamente bajas y sólo pueden operarse mediante autofinanciamiento o inversión de fortunas personales. Estas editoriales son financieramente independientes, pero —a pesar de todo— pueden verse sometidas a coerciones fuertes por parte de asociados insoslayables como su difusor/distribuidor. En esta categoría se encuentran numerosas editoriales chicas, algunas de las cuales desean crecer y acercarse a los modelos siguientes, y otras que, habiendo encontrado su equilibrio económico, trabajan más en la valorización de su catálogo que en la de su capital’.


No es raro incluso que existan pequeñas editoriales unipersonales en las que el editor se encarga de todo cuando puede —selección de textos, diseño de colecciones, maquetación, prensa o gestión administrativa—y contrata por fuera todos aquellos servicios que no está en capacidad de asumir. Supongo que en algunos casos estos editores conseguirán que amigos y conocidos inviertan en su proyecto. En cualquier caso una estructura pequeña tiene la ventaja de ser ligera y si es lo suficientemente flexible puede adaptarse fácilmente a las transformaciones que se den en su entorno.


Me pregunto cuáles son las motivaciones que puede tener un pequeño editor para desear que su empresa crezca o que mantenga su escala inicial no sólo porque abrirse un lugar en el mercado y consolidarlo no necesariamente implica crecer, sino también porque muchas empresas se revientan al ser incapaces de enfrentarse al desafío que presupone el crecimiento —sobre todo cuando éste es repentino y acelerado—.


En cuanto a las empresas que ‘trabajan más en la valorización de su catálogo que en la de su capital’, me gusta creer que justamente su catálogo es el capital más sólido de una editorial y a la vez la mejor fuente de confianza que ésta puede ofrecer. Sin embargo, ¿qué pasa cuando ese catálogo no permite pagar las cuentas porque los títulos que lo conforman no se venden lo suficiente? Me imagino que entre otras cosas es por esto que es clave tener no sólo un buen distribuidor, sino también excelentes relaciones con éste, con los proveedores de insumos o servicios y con la prensa.

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