viernes, 24 de agosto de 2007

summertime [ 33 ] / la enciclopedia

Como dije hace poco, hasta ahora me había interesado únicamente por la edición literaria —de ahí la idea inicial de abrir [ el ojo fisgón ]—. Sin embargo, hace un tiempo mientras leía el libro Conversaciones con editores me llamó la atención otro tipo de edición que por la naturaleza de su producto se basa en un modelo empresarial cuya racionalidad lo hace más viable desde el punto de vista económico: la de libros de referencia.


Sobre la venta de enciclopedias dice Juan Salvat:


‘La gente no compra libros, hay que vendérselos, al menos el tipo de libros que publicábamos entonces, al margen de los de medicina o alguna otra cosa. Pero las enciclopedias no se compran, se venden, es decir, que si tú vendes, consigues que te compren. Ir con un abanico de obras debajo del brazo casi es una invitación a no vender nada, porque tienes que situarte frente a un hipotético comprador, conocer a la mayor brevedad cuáles pueden ser sus intereses, venderle esa obra y olvidarte de las demás’.


“Juan Salvat conversa con Emiliano Martínez”

Conversaciones con editores, pág. 115

Siruela

Madrid, 2007


La conversación entre Juan Salvat y Emiliano Martínez me hace pensar en lo lejana que veo ahora esa época en la que los únicos libros que yo abría eran los de la enciclopedia de El mundo de los niños —editada en español justamente por Salvat, en la que la alegría llegaba a la casa cuando los papás se reunían en la sala con un señor con cara de cansado que les entregaba una caja de grandes libros con elegantes pastas de cuero cuyo olor impregnaba el estudio para siempre, en la que me quedaba horas viendo ilustraciones después de sacar un tomo de la enciclopedia familiar para hacer una tarea sobre San Ignacio de Loyola o sobre los accidentes geográficos, en la que la erudición era una virtud —¡qué horror!—, en la que era bien visto saber un poquito de todo y en la que en Colombia la enciclopedia y el Renault 4 eran la máxima expresión de la prosperidad de una clase media emergente cada vez más robusta que hace unos años quedó condenada a desaparecer.


Nota: la ilustración del Renault 4 se la robé a Diego Patiño.

6 comentarios:

Culebrero dijo...

Justa evocación del símbolo por excelencia de la clase media colombiana. Sería imposible imaginarme una infancia sin el Mundo de los niños. Uno abría un tomo de la enciclopedia con esa ingenuidad con la que hoy un párvulo navega en Internet; con esa ilusión de encontrar la verdad.

martín gómez dijo...

Claro, gracias a El mundo de los niños yo había visto una euglena muchísimo antes de oír hablar de ella en mi clase de Biología de sexto grado.

Y bueno, como fuente de conocimiento para grandes y chicos también estaba el Álbum de Historia Natural de chocolatinas Jet que yo nunca hice pero que todavía sigue ahí.

Camilo Jiménez dijo...

El mundo de los niños, el álbum de jet, el renó cuatro, san Ignacio... ¿está seguro de que no es usted mi hermano? Je.
Qué bueno poder conseguir las Conversaciones con editores aquí en Bogotá... encenderé mis antenitas de vinil.

martín gómez dijo...

¿Será posible que el destino nos haga esa jugada?

Creo que el libro lo puede averiguar en Norma, que son quienes distribuyen Siruela en Colombia.

El joven Horla dijo...

¡¡Este asalto descarado no me lo había pillado!!: Conque esas tenemos, ojo bribón.

Por otro lado, me alegra un montón que pueda encontrale nuevos oficios al trabajo que va quedando desempleado.

Un abrazo.

martín gómez dijo...

jeje. Ese Renault 4 era un papayazo que había que aprovechar. Es muy elegante.