lunes, 13 de agosto de 2007

summertime [ 24 ] / lecturas de fuga

¿Alguna vez han sentido la necesidad de leer una novelita entretenida y amena que los distraiga durante un rato, cuyo relato los vaya llevando suavemente a través del hilo de la historia y que, sobre todo, no los haga pensar mucho?


Con el tiempo y la energía que exigen el trabajo de Bestiario —que no deja de tornarse cada vez más interesante—, las lecturas y la redacción de informes para la editorial, [ el ojo fisgón ], la investigación sobre usabilidad de aplicaciones informáticas que tengo pendiente para la universidad, las citas con los amigos y la vida familiar, el viernes pasado cuando salí de la oficina sentí que tenía la cabeza recalentada y que faltaba poco para que se me fundiera.


Mientras iba hacia mi casa decidí tomarme el fin de semana libre y tan pronto como llegué allí me eché en la cama a hacer una siestita. Cuando me desperté me dieron ganas de aprovechar el fin de semana para leerme un libro y pensé que era un buen momento para llegarle a El péndulo de Foucault. Sin embargo, se me ocurrió que tal vez la novela de Umberto Eco podría ser demasiado exigente para mi estado mental. Tras repasar los cinco libros que tengo pendientes para leer en mi casa me di cuenta de que ninguno de ellos se ajustaba a mis necesidades del momento.


Después de un rato de indecisión y angustia algo me dijo que 99 francos, de Frédéric Beigbeder, era el libro que estaba buscando. Entonces me paré de la cama, me vestí y me fui a comprarlo. En la Fnac de Plaza Catalunya me dijeron que no tenían la novela, así que fui a buscarla a La Central del Raval pero allí me dijeron que sólo la tenían en La Central de Mallorca. Como ya faltaba poco para que cerraran la librería, decidí buscar alguna otra novela pero no encontré nada que me interesara en ese preciso momento. Estuve tentado a llevarme algo de Paul Auster, de Scott Fitzgerald, de Henning Mankell, de Haruki Murakami, de Robert Louis Stevenson o de David Foster Wallace que quería leer desde hacía un tiempo pero había algo que me decía que no era lo que estaba necesitando entonces.


Al día siguiente tan pronto como me levanté me fui a La Central de Mallorca y finalmente compré 99 francos. Después me senté un rato en una terraza, pedí un café con hielo, empecé a leer la novela de Beigbeder y todavía estoy enganchado a la historia más bien flojita pero entretenida de un creativo publicitario que un día decide mandarlo todo a la mierda.

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