el mundo digital y el contacto personal
Hace poco Javier Moreno estuvo en Colombia y cuando regresó a Lyon le pregunté cómo le había ido. De la respuesta de Javier me quedó dando vueltas en la cabeza un fragmento que reproduzco a continuación:
‘Aunque me agobia la ciudad disfruto mucho viendo a mi familia y encontrándome con amigos. Es una lástima que esto de las distancias sea tan radical. No importa lo que avance la tecnología, la sensación nunca cambia: Las redes digitales no sustituyen el contacto’.
Pensando justamente en el comentario de Javier, hace poco me di cuenta de que desde que una de las editoriales con las que trabajo me dio un e-reader para leer manuscritos apenas tengo contacto personal con las editoras porque Gloria me envía los textos por correo electrónico para que yo los descargue. Una de las cosas que me gustaba de ir a recoger manuscritos a la editorial era charlar tres minutos con Patricia, Ivonne y Bea. Durante esa conversación breve intercambiábamos impresiones sobre el clima, nos contábamos qué habíamos hecho el fin de semana anterior, nos quejábamos de la cantidad de trabajo que teníamos, registrábamos cambios en el corte de pelo o subidas y bajadas de peso, alguien botaba algún comentario sobre su próximo viaje y todos los demás nos moríamos de la envidia o simplemente quedábamos para salir a tomar un café o a cenar.
Supongo que el sacrificio del contacto personal y de la charla es el precio que tengo que pagar por no tener que desplazarme para recoger los manuscritos, por no volver a verme obligado a ir a la editorial con el carrito de la compra para traerlos o por no subir cada dos semanas los seis pisos de mi edificio cargando veinte kilos de papel a cuestas.
Lo cierto es que mi e-reader me ha solucionado la vida por cuestiones tanto de portabilidad de mi trabajo como de disponibilidad de espacio físico en mi casa: por un lado, para mí es maravilloso poder ir a cualquier parte con una novela histórica de 587 páginas sin que sea necesario llevar una mochila enorme y sin lesionarme la espalda o no tener que llevar una bolsa llena de papeles cuando salgo de viaje —las dos últimas veces que he ido a Colombia la mitad de mi equipaje ha estado compuesto por manuscritos y desde que tengo mi e-reader he podido hacer todos mis viajes llevando sólo un backpack pequeño—; por otro lado, ya no tengo que utilizar una parte significativa de una de las estanterías de mi cuarto para poner pilas de manuscritos que además de dejarme sin espacio para poner mis libros acumulaban toneladas de polvo.
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Yo nunca he comprado un libro por Internet pero sé que el sistema de recomendaciones de Amazon está bastante afinado y suele funcionar muy bien porque cuando busco alguna referencia de algún libro los títulos incluidos en el apartado “Customers Who Bought This Item Also Bought” normalmente tienen una relación bastante puntual con mi búsqueda. Compraré mi primer libro por Internet cuando no pueda acceder a él de otra manera.
Sin embargo, el contacto con el librero es un detalle en el que la compra por Internet dejaría un vacío en mi experiencia personal. En Bogotá me encantaban la amabilidad de los dependientes de la librería Lerner de la Avenida Jiménez que estaban ahí desde que yo entré a la universidad o las recomendaciones de Álvaro Castillo, que como había detectado mi gusto por la narrativa estadounidense cada vez que yo iba a San Librario me sacaba del cajón de su escritorio alguna joyita que llevaba semanas o meses guardando para mí.
Y en Barcelona Jesús Casals y Damià Gallardo me han fidelizado aún más a La Central del Raval y a la Laie del CCCB respectivamente. Es cierto que tanto la variedad de la oferta de La Central y de Laie como lo acogedor que resulta el espacio de estas dos sucursales en particular son dos de las razones por las que me gusta ir allí. Pero también lo es que la charla, las recomendaciones y la complicidad de Jesús y Damià pesan mucho incluso para que algunas veces pase por allí sólo para saludarlos a ellos.
A pesar de que por estar afiliado a Abacus allí me ofrecen un descuento superior que en La Central, la mala leche de sus dependientes, el olor a humedad del local de Balmes y la escasa variedad de la oferta en ciertas áreas específicas hacen que a la hora de comprar un libro la mayoría de las veces prefiera ir a otra librería.
No sé, supongo que esa necesidad del contacto personal y la importancia que le doy a éste es un síndrome que también padecen muchos otros “inmigrantes digitales”.
9 comentarios:
Desde que llegué acá, no sólo con los libros, sino con muchas cosas, he descubierto el placer del "tendero". Viviendo en la ciudad de México me había acostumbrado a comprar todo en el súper. Ahora, conozco a la señora de la panadería, al carnicero, al del periódico, etc... Es una pena que el trabajo digital nos aleje del contacto cotidiano con otros compañeros de trabajo... Deberíamos hacer realidad aquellos viejos planes y armar una especie de conglomerado de digitales que van a comer juntos en días entre semana ;).
Ahhhhhhh, el encanto del pequeño comercio y de la relación personal con sus encargados...
Apruebo la propuesta de los encuentros para Autistas 2.0. ¿Hacemos el primero la próxima semana? Un picnic en el Parc de la Ciutadella no estaría nada mal.
Yo creo que el futuro serán las soledades multitudinarias.
Eso suena a escenario de película apocalíptica de los años setenta.
bueno, no es que discrepe, pero a mí el libro que me fue más útil para mi tesis me lo recomendó amazon.com
Porque una cosa es comprar libros por placer, y otra es comprar libros por trabajo
Matianita, tu experiencia confirma que el sistema de recomendaciones de Amazon está bastante bien afinado. Ahí debe haber un buen trabajo de almacenamiento de datos sobre el comportamiento de los usuarios y de tagging de los contenidos.
En fin, una buena mezcla de data mining y crowdsourcing.
Aunque no haya comprado libros en Amazon, siempre me fijo en las recomendaciones que me hace a partir de mis búsquedas. Supongo que si me diera de alta como usuario las recomendaciones serían aún más acertadas porque me las botaría tomando en cuenta las búsquedas y compras que hubiera hecho, ¿no?
Querído tío:
Ya re dije una vez que te llamas como un tío mío que ya se fue.
Lo que quieres es una librería como la del cortometraje "Possible ou probable?" que supongo conoces, me equivoco?
Y sino ya estás tecleando ese título en you tube a toda galleta y me comentas luego.
No recuerdo que nadie me hubiera dicho que me llamo como un tío suyo que ya se fue.
No conozco el corto del que me hablas pero le echo un ojo dentro de un rato y te comento algo luego.
Saludos.
Martín.
Yo creo que el futuro serán las soledades multitudinarias.
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