martes, 24 de febrero de 2009

¿que en colombia los libros no son caros?

A través del blog de Roger Michelena llego a un texto de Felipe Ossa, gerente de la Librería Nacional del centro comercial Unicentro de Bogotá, en el que éste arremete contra la idea de que en Colombia los libros son caros. Así empieza Ossa su texto, publicado el pasado 21 de febrero en la sección de cartas de los lectores del periódico El Espectador:


‘Decía alguna vez el Conde de Siruela, fundador de la magnífica y singular editorial Siruela, que aquello de los libros caros era simplemente una actitud cultural. ¿Caros con respecto a qué? ¿A una corbata de marca? ¿A una cartera Vuitton? ¿A una atractiva y diminuta ropa interior femenina de Victoria Secret? ¿Cuándo nos quejamos del whisky caro o de la discoteca cara? Sin embargo, estamos gustosos de pagar por todas estas cosas sin chistar. No conozco el primer artículo que se haya publicado protestando por el precio de las zapatillas deportivas o de los laptops para ejecutivos’.





Los argumentos de Ossa merecen ser leídos y comentados con cuidado, así que vamos por partes:


En primer lugar, es cierto que Siruela es una editorial exquisita pero hay que decir que no a cualquiera le está permitido solventar los gastos de producción que en su momento implicaba hacer esos libros editados con tanto cuidado. Sin lugar a dudas una fortuna y un título nobiliarios ayudan a mantener a flote un proyecto de esta naturaleza y, por lo tanto, la opinión de Jacobo Siruela no sorprende por venir de quien viene.


En segundo lugar, yo diría que en Colombia los libros son caros en relación con el poder adquisitivo de la población: este año el salario mínimo es de 496900 pesos —es decir, 193 dólares o 151 euros a precio de hoy (ver en las notas el precio de cada una de estas monedas en pesos)—. En síntesis, un libro de una de esas ‘ediciones de bolsillo que no pasan de veinte mil pesos’ a las que se refiere Ossa más adelante representaría cerca del 4 % del ingreso de alguien que se gane el salario mínimo. Para contextualizar un poco la situación estuve averiguando a través de amigos que viven en Bogotá aproximadamente cuánto cuestan allí algunas cosas:


- un menú ejecutivo: +/- 4500 pesos

- un trayecto en un bus de transporte público: 1200 pesos

- un café americano: +/- 800 pesos

- una cerveza en una cafetería de barrio: +/- 1200 pesos

- un menú de McDonald’s: +/- 11000 pesos


En tercer lugar, hay que tener en cuenta que tanto una corbata de marca como una cartera Vuitton podrían ser consideradas bienes de consumo suntuario y que un laptop para ejecutivos es una herramienta de trabajo que se amortiza rápidamente mediante el uso —los franceses y algunos seguidores de los estudios culturales añadirían que a diferencia de estas mercancías el libro es un bien simbólico—. Además de una fuente de entretenimiento, el libro es un vehículo al servicio de la transmisión del conocimiento. Debido a lo anterior juega un rol central y fundamental en la educación y, por lo tanto, en ciertos momentos en los que haya que reducir gastos seguramente la necesidad de acceder a los libros será más urgente que la de poder comprar unas zapatillas deportivas o ‘la atractiva y diminuta ropa interior femenina de Victoria Secret’ que menciona Ossa.






Hasta cierto punto estoy de acuerdo con la manera como Ossa concibe el libro y con las consideraciones que hace con respecto a la mano de obra involucrada en la cadena de producción:


‘El libro es un objeto industrial que utiliza materiales que cuestan: papel, tinta, encuadernaciones, pegamento, máquinas donde se imprime, películas. Por supuesto, obreros y operarios que cobran por su trabajo. El autor, el editor, el impresor, el distribuidor y el librero, también —aunque parezca raro— son humanos y de algo tienen que vivir’.


De hecho, para fortalecer el argumento de Ossa iré más lejos: en su clásico Imagined Communities el profesor Benedict Anderson afirma lo siguiente con respecto al libro:


‘En un sentido más bien especial el libro fue la primera mercancía producida al estilo moderno de producción masiva. El sentido que tengo en mente puede exponerse si comparamos el libro con otros de los primeros productos industriales como los textiles, el ladrillo o el azúcar. Estas mercancías son medidas en cantidades matemáticas (libras o cargas o trozos). Una libra de azúcar es simplemente una cantidad, una carga conveniente, y no un objeto en sí mismo. El libro, sin embargo —y aquí prefigura los bienes de consumo duraderos de nuestro tiempo— es un objeto distinto y autocontenido que es reproducido exactamente a gran escala’*.




De acuerdo, es necesario que aquellos a los que Ossa llama “los románticos del libro” entiendan que éste no surge de la nada y que como cualquier otra empresa una editorial o una librería exigen que haya una gestión inteligente que garantice su viabilidad, por lo cual eso de que el libro ‘debería estar manejado por artistas e intelectuales’ quizás no sea del todo recomendable. Yo diría que para el funcionamiento del sector del libro es fundamental tener en cuenta la perspectiva tanto comercial como estrictamente editorial pero también diría que éstas son complementarias y que, por lo tanto, un proyecto que sólo juegue con una de ellas o que descuide la otra cojea seriamente.


En síntesis, el hecho de que entendamos que quienes hacen o venden libros no son hermanitas de la caridad o que su actividad es una forma de ganarse la vida no necesariamente significa que no podamos poner sobre la mesa una discusión alrededor del precio de los libros. Por otro lado, hay quienes dicen que el precio no es un factor determinante en la compra de libros. Además, recientemente también he oído quejas con respecto a lo caras que están la fiesta o la ropa en Bogotá.


Ossa afirma con entusiasmo que ‘el universo del libro está al alcance de todos’ pero yo no se lo creo porque hay evidencias que demuestran que no es así: el precio de venta de los libros, la falta de librerías no sólo en las zonas periféricas de las grandes ciudades sino también en las ciudades intermedias o en los pueblos y la cobertura limitada de las redes de bibliotecas públicas —que en Bogotá y Medellín no está nada mal—. Es más, es poco probable que Ossa mismo se crea lo que dice porque por experiencia propia él debe conocer muy bien las prácticas especulativas a través de las cuales los grandes grupos editoriales, las grandes superficies y las cadenas de librerías negocian el precio de los libros.


* Imagined Communities, de Benedict Anderson. pág. 34

Verso

Londres, 1991


Notas:

1. un dólar (a precio de hoy) = 2596 pesos

2. un euro (a precio de hoy) = 3310 pesos

7 comentarios:

Pazcual dijo...

Vengo leyendo tu blog desde hace mucho tiempo, pero la mayoría de temas que manejas son..ehh..demasiado grandes para que pueda emitir una opinión.
Sin embargo, y después de leer el artículo y tu entrada, debo decir que a opinión personal, los libros en Colombia si que son caros. Con cada año que pasa, siento que la concentración para el desarrollo del hábito de la lectura, el establecimiento de ferias y/o festivales de lectura, la apertura de verdaderas bibliotecas y por último los precios (en algunos casos) "locos" de algunos libros hacen que la gente sencillamente pase de largo cuando se refiere a la lectura (en lo que se refiere a la ciudad de Barranquilla, puesto que como apuntaste en Medellín y Bogotá ya no es que para que estén dando excusas). Por cada año que pasa, he hecho la cuenta de que si logro comprar más de 6 es porque no los pago yo, sino mi progenitor. Y en lo que va corrido de este año, no he comprado ni uno...

Saludos,

Paz

martín gómez dijo...

Paz, muchas gracias por tu comentario. Estuve en Bogotá en septiembre pasado y el precio de los libros me pareció escandaloso. Y bueno, ni las librerías ni las bibliotecas tienen una buena cobertura.

Hasta que me fui de Colombia yo armé mi biblioteca aprovechando cualquier pesito que lograba ahorrarme o robarles a mis papás para echarme una escapada al Centro cultural del libro, a librerías como San Librario y Trilce o a la Lerner (donde si sacabas un carnet te hacían unos descuentos buenísimos).

Si este año todavía no has podido hacer las compras de rigor, siempre está el préstamo de las bibliotecas públicas, universitarias o de los amigos.

Espero seguir viéndote por acá.

Seguimos...

Samuel Andrés Arias dijo...

Martín:
Hay dos editoriales que publican muchos de los mejores títulos en español y que son tremendamente costosos sus libros en Colombia: Anagrama y Acantilado.
Con el FCE pasaba algo similar hace unos años, pero con las impresiones en Colombia han bajado mucho sus precios.
Pero a mí, la que más me duele es Anagrama.
Bueno, los libros ya leídos son una muy buena opción, por eso vale la pena la cuña a San Librario: http://www.sanlibrario.com/

Leroy Gutiérrez dijo...

Que si los libros son caros o no, es una discusión que no parece conducirnos a nada nuevo. En Latinoamérica, no sé en otras partes del globo, parece que el problema tiene más que ver con la macroeconomía que con otra cosa. Si en Colombia los libros son caros, en Venezuela son muchos más caros, pues la inflación es mucho más alta acá que allá. Pero no se trata de competir a ver quién está más jodido, más interesante es tratar de hallar una salida a este callejón. En parte la misión del editor consiste en lograr hacer lo mejor con los recursos que tiene, y eso pasa por poner a disposición de la mayor cantidad de lectores el libro publicado sin que su precio represente un obstáculo.
También que en esta discusión se mezclan sin que la mayoría lo advierta unos tópicos algo exóticos: el de la percepción que tienen los ciudadanos del objeto libro y el valor (no el precio) que se le da a la cultura.
¿Es cara la cultura? Depende de a quién se le pregunte.

martín gómez dijo...

Samuel, cuando vivía en Bogotá y quería algún libro de Anagrama normalmente me tocaba comprarlo en Compactos porque las ediciones rústicas eran muy caras y nunca me planteé comprar un libro de Acantilado porque todos se salían de mi presupuesto. Con lo que compras un libro de Acantilado casi que te compras dos buenos libros de otra editorial.

Al llegar a Barcelona la cosa cambió un montón porque la relación entre el costo de vida y el precio de los libros es bastante buena. ¿Puedes creer que un libro de bolsillo de Alianza que en Colombia es carísimo aquí normalmente vale menos que un almuerzo?

Sin lugar a dudas San Librario es una excelente opción: como lector de literatura que quiere eliminar el ruido de las novedades, allí encuentras una variedad muy amplia de libros o ediciones que muchas veces llevan años descatalogados y cuentas con el sabio consejo de Álvaro y Camilo. ¿Qué más puedes pedir?

El fortalecimiento del Fondo de Cultura Económica en Colombia a través de la edición, la impresión y la librería favorece muchísimo a los lectores de sus libros porque los hace más accesibles pero aparentemente es bastante problemática para los otros libreros debido a su salvaje política de saldos.

En fin, sigue habiendo mucha tela de dónde cortar.

Gracias por tu comentario.

Seguimos...

martín gómez dijo...

Camarada Leroy, parece que en muchos casos América Latina siguiera siendo un caso perdido. Nos queda siempre el consuelo de que en México o en Argentina los libros son más baratos, supongo que entre otras cosas debido al tamaño del mercado.

Por otro lado, hay editores independientes que dentro de su estrategia de supervivencia parecen recurrir a su máxima de 'hacer lo mejor con los recursos que tiene, y eso pasa por poner a disposición de la mayor cantidad de lectores el libro publicado sin que su precio represente un obstáculo'.

Interesante el tema de la manera como la gente percibe el libro. Quienes conocen el caso estadounidense insisten mucho en que allí el valor del libro es equiparable al de cualquier otro bien de consumo masivo. Se ve que de ahí el tamaño del mercado del paperback. Aparentemente en los Estados Unidos no existe el culto al libro que promueven los editores exquisitos en Francia o Italia, donde tienen una herencia riquísima en el oficio de cada uno de los eslabones de la cadena de producción.

Claramente aquí estaríamos hablando del valor que se le atribuye al libro y no de su precio.

Finalmente, ¿es cara la cultura o no? Claro que como usted bien lo dice depende de a quién se lo preguntemos porque en nuestros países hay gente cuyo nivel de vida es cercano al de Suiza y otra que se las arregla para que toda una familia viva con un dólar o menos al día.

Un abrazo, Camarada.

Roberto Angulo dijo...

estoy de acuerdo Mártin, con todo lo que dice, muy acertado...la visión de Ossa es claramente elitista...recuerdo el año pasado que estuve en Lima, cuando iba en los taxis (que son una real mierda), en mitad de las propagandas del radio irrumpía la voz de Vargas Llosa leyendo una reseña corta de alguna obra clásica. Resulta que el tipo hizo algo similar a la biblioteca de Borges (prologó su colección "personal"), transmitían las reseñas leídas en emisoras populares y vendían los libros en los quioscos, muy baratos, recuerdo que yo hacía la conversión no eran más de 6 mil pesos. Dentro de los títulos estaban Los Miserables, El hombre Invisible, La Infancia de un Jefe, El Jugador y por supuesto...Madame Bovary. Lo que ud analiza es correcto, caro con respecto a qué pregunta Ossa? pues caro con respecto al poder adquisitivo y con respecto a esa misma relación en otros países, y caro con respecto a los demás libros que se consiguen en el mercado (de este y otros países, ajustado el poder adquisitivo)...hay una comparación, odiosa pero útil en la economía para tener una idea de la magnitud de la utilidad del productor, y es comparar el precio con el de un buen libro pirata. Si bien el libro pirata no tiene los derechos, es decir evade costos de entrada en la industria, si la diferencia es muy grande, sí refleja un control de precios por parte del productor o del distribuidor del mercado "formal", sugiero usar el indicador de la "relación de precio contra el pirata".