los lectores digitales según joaquín rodríguez
Quienes en estos tiempos tan convulsionados pueden darse el lujo de desarrollar reflexiones de largo aliento parecen tener la capacidad de no perder la perspectiva en medio de la avalancha de transformaciones que pueden llegar a producirse en períodos tan breves en campos como el desarrollo de las nuevas tecnologías. Éste es el caso de Joaquín Rodríguez, quien en una entrada reciente de Los futuros del libro nos ofrece algunas consideraciones con respecto tanto a las ventajas de los libros digitales como a las dudas que éstos suscitan a propósito del proyecto Palabras mayores de la agencia literaria Carmen Balcells —del que tanto se habla últimamente y que hace poco José Antonio Millán analizó en detalle en Libros y bitios—.
El valor de la reflexión que plantea Joaquín es que en lugar de quedarse en el terreno de lo obvio y de los hechos ya conocidos por todos los que estamos interesados en este tema, hace algunas consideraciones interesantes acerca de ciertos aspectos mucho más complejos e inciertos de la cuestión que tienen que ver con el valor simbólico de cada soporte debido al vínculo emocional que como personas y como cultura establecemos con él, con su ergonomía o con su impacto sobre la forma como leemos y sobre nuestra comprensión de lectura. Y está claro que, por lo menos en nuestro medio, sólo unos pocos están en capacidad de hacer un aporte de este tipo —aparte de Joaquín y José Antonio pienso en Enrique Dans y en Javier Celaya, por ejemplo—.
Dice Joaquín en su entrada “Grandes cambios (digitales) a la vista”:
Puede, sin embargo, que el tiempo de sostener mi tesis [según la cual “el futuro del libro es plural y que esa multiplicidad depende de dos factores fundamentales: la naturaleza del contenido digitalizable y la manera en que se consume o utiliza”] haya pasado o esté en trance de hacerlo. No pasaría nada, porque un blog no es otra cosa que un laboratorio de ideas a medio cocinar que valida o refuta sus hipótesis a medida que la realidad va imponiendo los hechos, pero aunque eso pudiera suceder, sigo pensando que existen dudas razonables que nos pueden seguir haciendo pensar que la explotación estrictamente digital de contenidos literarios es de una naturaleza distinta a la del resto de los contenidos. Me atreveré a enunciar, por eso, argumentos a favor y en contra de mi propia suposición. Comenzaré por las ventajas obvias:
1. Cualquier clase de contenido se produce ya digitalmente;
2. Su distribución digital es inmediata, no produce gastos adicionales de ninguna índole, y el concepto de agotado o descatalogado desaparece;
3. En todo caso, es un canal complementario o alternativo, no necesariamente exclusivo;
4. Los costes generales para los editores se abaratan, al poder prescindir de todos los gastos asociados a la producción, comercialización y distribución, al menos en gran medida;
5. Los precios para los compradores se reducen y la oferta, potencialmente, es ilimitada;
6. Los autores reciben, en concepto de derechos, una cantidad muy superior a la que obtienen por la venta de sus libros en papel;
7. Los nativos digitales, las generaciones nacidas en contacto permanente con los medios de producción y comunicación digital, encuentran en esta clase de intercambio y circulación de contenidos algo complemente natural, porque es su soporte connatural.
Y, sin embargo, ¿qué dudas razonables seguirían persistiendo? ¿Por qué ese cambio, más allá de las resistencias gremiales y las inercias empresariales, no cristaliza?:
1. Los libros electrónicos han demostrado su evanescencia, su mortalidad. La primera generación de libros electrónicos desapareció en muy pocos años y buena parte de los actuales también lo hará;
2. Algunos de los libros electrónicos que luchan por perdurar son de tecnología propietaria, en contra del principio que el libro sentó hace cinco siglos: formatos y códigos abiertos, interfaz consistente y duradero, dispositivos textuales adecuados a los procesos de racionalización humanos;
3. El significado de un texto depende de su expresión formal, de su encarnación material, de su representación espacial. El hecho de que un libro electrónico no sea todavía capaz de manejar esas "sutilezas" formales hace que todos los textos sean el mismo texto y que, por tanto, los significados se entremezclen, se confundan;
4. Un libro electrónico no tiene más remedio que forzar el formato original de un texto, uniformizarlo, deformarlo, desfigurarlo, y en esa operación inevitable algo intangible se pierde por el camino. La cuestión no es tanto la de su potencialidad (pueden acoger textos en diversos formatos), como la de su idoneidad para hacerlo;
5. Los jóvenes de la generación digital conviven con absoluta naturalidad con esos nuevos soportes, pero no sabemos todavía a qué clase de cerebro lector abocan las operaciones que están realizando. Puede que mejores, o quizás no;
6. Desde luego, a los que manejamos ejemplares en papel de determinadas obras, nos sigue pareciendo (me permito generalizar) que el papel encuadernado entre cartones preserva la identidad e individualidad de la obra completa, y mientras ese concepto de obra integral siga teniendo sentido, seguiremos acopiando ejemplares en papel;
7. El libro en papel está construido de tal forma que respeta el orden del discurso, el orden sucesivo de su racionalización, y está diseñado para amparar un tipo de relación que el libro electrónico todavía no puede propiciar: un tipo de relación íntima, introspectiva, silenciosa, entre el lector y el contenido, de manera que tanto nuestra disposición corporal, física, como intelectual y anímica, está determinada por esa relación casi fraternal entre el soporte y el lector.
Creo que estas consideraciones de Joaquín contribuyen a darle nuevos aires y rumbos a la discusión sobre los lectores digitales que armaron Roberto Angulo, Jorge, el editor Enrique Redel, de Impedimenta, y Martín Franco —y sobre la cual también se pronunciaron por otras vías Carola Moreno, de Barataria, Neus Arqués y María Moreno, de Veintisiete letras— a raíz de mis entradas “el sony reader en acción: primeras impresiones” y “dos miradas al negocio digital de carmen balcells: josé antonio millán y el país”.
14 comentarios:
Un punto aparte, Martín (y perdone por salirme del tema): me devoré el libro de Junot y me dio una tristeza enorme cuando llegué a la última página. ¡Qué grande es Óscar Wao! Gracias por la recomendación, socio.
Martín, me alegra que se haya lanzado a leer las aventuras y desventuras del joven Óscar y que las haya disfrutado.
Comparto esa tristeza cuando se me acaba un libro que me gusta y cuando terminé esta novela me quedé con un vacío enorme.
Seguimos...
Mártin, estoy de acuerdo con el punto 7, creo que es el núcleo de la discusin, es una buena síntesis de la reflexión. Pues la relación del hombre con las cosas ya está empotrada en la cultura.
En el punto 3 no estoy de acuerdo del todo:
"3. El significado de un texto depende de su expresión formal, de su encarnación material, de su representación espacial. El hecho de que un libro electrónico no sea todavía capaz de manejar esas "sutilezas" formales hace que todos los textos sean el mismo texto y que, por tanto, los significados se entremezclen, se confundan;"
*No deja de parecerme interesante el tema de despojar de la forma y de las "sutiliezas" accidentales a los textos, creo que eso podría resaltar la esencia del texto. Nos haría ver más diáfanos los textos buenos o malos. Fíjese que un clásico sigue siendo clásico a pesar de estar impreso en un sinnúmero de ediciones buenas y malas. La esencia de lo clásico persiste a pesar del accidente, de la sutiliza de la forma (forma material, es decir, el libro). No pasará lo mismo con algunos escritores jóvenes de Alfaguara, que dicen bobadas en ediciones muy bonitas.
*Sin embargo, el medio digital tiene todas las herramientas, y quizá más que el papel, para añadir sutiliezas al texto. No olvidar que el libro electrónico no es solo el archivo digital del texto, es el libro electrónico de metal y pastas de cuero.
Hace poco le regalé a mi papá un forro para reader de cuero negro con bolsillo para un block de notas.
De acuerdo con que las sutilezas del libro en papel pueden distraer la atención del lector y quitarle la "transparencia" al texto.
Sin embargo, todavía los lectores digitales no solucionan vainas como la conservación del color en la tipografía o en las ilustraciones. Yo sé que en la ficción literaria eso en general no es grave (aunque en una obra como La historia sin fin es crítico) pero en los libros ilustrados de literatura infantil sí que lo es.
En fin, yo sigo insistiendo en que la elección de un soporte u otro depende del tipo de lectura que uno necesite hacer en un momento concreto.
Y está claro que los gadgets también pueden ser bonitos...
Así, en una impresión quizá creada un poco a la ligerea, veo una falla en la reflexión que hacía Joaquín en su blog: los argumentos a favor y en contra que enumera pertenecen a categoría diferentes; los primero son "técnicos" y los segundos "sentimentales-psicológiocs-culturales", si se me permite la expresión. Pero no quería centrarme en eso. Sí, en cambio, en el hecho de que algunos de sus argumentos me parecen insatisfactorios. Creo que no es del todo cierto que este cambio a la lectura digital no esté cristalizando; basta con ver la cifras de ventas de libros digitales en EEUU: de enero a noviembre de 2008 las ventas de ebooks subieron un 64%, mientras que las ventas en papel descendieron. Eso es una cristalización más que evidente, otra cosa es que en España vayamos con retraso. Pero ese cambio está ahí. Es cierto que en el comienzo de cualquier tecnología los cambios se suceden rápidamente, por lo que los aparatos aparecen y desaparecen, y todavía está por fijar un “monarca” de los ebooks, por otro lado como ha pasado en muchos otros campos de avance tecnológico (incluso en los procesos de impresión); pero esta aparición y desaparición no se puede usar como algo en contra de los libros digitales. Cierto que la tecnología propietaria es un cierto atraso en el mundo del libro (aunque los libros actuales están también hechos en un formato propietario), pero eso acabará adaptándose, como sucedió hasta la creación de las leyes de propiedad intelectual. El punto tercero, me da una sensación de tal sinsentido que no alcanzo a interpretarlo: no creo que un texto dependa de su “encarnación material” para ser interpretado; ningún escritor escribe sus textos pensando en la encarnación material que va a tener, o es que cuando Rusdhie escribe está pensado en que su texto va a ir en un formato cartoné, con un lomo de 10mm, un papel offset ahuesado de 80 gramos, y con una cubierta en color rosa fosforescente. No creo que ningún escritor piense eso. En la misma línea estaría el punto 4; ¿cual es el formato original de un libro? ¿El de cartoné o el escrito por el escritor en su PC o a mano? Todo traspaso de un formato a otro, del texto escrito por el autor hacia la maquetación, supone una deformación del texto original, ¿qué habría de diferente en la composición de un libro digital? Habría que tener igual de cuidado a la hora de verter un texto en un formato; y ahí se notaría el buen hacer de la editorial responsable, exactamente igual que sucede con el formato en papel: hay libros cuidado y hay libros descuidado.
En resumen, como siempre, y de forma muy acertada, los textos de Joaquín invitan a la reflexión y al debate, tan necesario en estos momentos de indefinición. Por último, Martín Gómez a tu comentario diría que la tecnología está evolucionando muy rápido. Ya se está probando tintas digitales en color, y alguna empresa dice que ya va a comercializar productos este mismo año. Y también Sony está probando una nueva lectura base en leds que ya no usa tinta digital y reproduce colores (pero sí que está más en una fase inicial). Y es cierto que los libros desplegables, por ejemplo (con lo maravillosos que son) nunca se podrán dar en lectores digitales (o sí, libros digitales en tres dimensiones, aunque eso sí que suena a ciencia-ficción... o no descartemos nada).
Yo creo que convivirán plácidamente varios tipos de formatos, pero también creo que los libros digitales pasarán, en algún momento no tan lejano, a representar la mayoría de las lectura; y que el libro en papel seguirá existiendo aunque con una cuota más reducida.
Qué interesantes reflexiones sobre el libro digital...
¡Mil gracias, Isabel!
¿Cuándo voy a poder leer tu libro balcánico?
Un abrazo.
Martín.
¿Cómo, Martín, no lo recibiste? Te lo mandaron hace ya semanas... Estabas en la primera lista. Dime si no te ha llegado y yo misma te hago llegar uno.
Como "escritor"/programador/desarrollador de literatura digital, encuentro de sumo interés este artículo al igual que el blog. Sin embargo, me gustaría sugerir que el blog tuviera la posibilidad de recibir suscripciones RSS.
Martín,
Como lectora usuaria de Kindle suscribo que la experiencia es distinta. Es más: para mí, peor... pero sólo en algunos casos. Kindle me sirve para consultas de manual pero no me satisface para lecturas de ficción. Al menos, hasta hoy.
PD: Estoy viendo, a la luz de los comentarios, que tendré que leer a Junot Díaz :-)
Jorge, me parece muy interesante lo que dices con respecto a los desarrollos de tintas digitales en colores y de otros mecanismos ajenos a la tinta digital que también reproducen color.
En cuanto a tus objeciones con respecto a lo que dice Joaquín creo que en efecto los hábitos y las prácticas de lectura están cambiando debido a la penetración de los contenidos digitales pero creo también que ese hecho es más evidente en mercados maduros como el japonés o en el anglosajón que en lugares como España o el resto del mundo hispanohablante. El argumento del aumento de las ventas de libros electrónicos no me parece del todo satisfactorio, sobre todo si tenemos en cuenta que cualquier nueva tecnología que logre una cierta penetración siempre tendrá una curva ascendente al principio.
De acuerdo contigo en que habrá una convivencia de soportes aunque no sé qué tan cercano esté el momento en el que los libros digitales pasarán a representar la mayoría de las lectura... Ahí no soy tan entusiasta no porque me oponga a la lectura en soportes digitales sino porque soy consciente de que como consumidores tendemos a ser bastante conservadores, sobre todo cuando se trata de bienes que tienen un arraigo cultural tan fuerte como el libro.
Gracias de nuevo por tu comentario. Espero seguir viéndote por acá.
Si quieres escríbeme a mi mail y seguimos comunicándonos por ahí que creo que todavía tenemos mucho por charlar...
Neus, según lo que dices coincidimos en que un soporte es más óptimo que otro dependiendo del tipo de lectura que necesites hacer en un momento dado. Seguramente para ti como profesional del marketing y la comunicación el Kindle sea más útil que el papel pero éste será mucho más cómodo y agradable para tus lecturas como autora de ficción...
¿Será que en algún momento habrá un soporte que nos ofrezca una satisfacción absoluta?
Ay, Neus, se me olvidaba: ¡a por Óscar Wao!
Martín, tienes razón en tu argumentación de que la subida es grande porque se parte de un punto bajo. Aunque es un dato más, uno de los muchos que ha que poner encima de la mesa.
Quizá me equivoque pero creo que la convivencia será algo natural. Yo mismo soy un lector en el que conviven diferentes soportes. Y no sería extraño que lo mismo pasará en el resto de los lectores. Pero también pienso que el libro electrónico quitará cuota de mercado al tradicional, será uno más para repartir la tarta (y uno con muchas ganas de comerse los trozos de los demás). Y los editores, o nos adaptamos o nos comerán.
Y para rematar, una reflexión en voz alta: ¿si está volviendo la moda de los LP por qué no volvería la del libro impreso?
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