miércoles, 7 de enero de 2009

el lugar y el status de la crítica

Así empieza Margarita Valencia el bonito texto que escribió para el especial Las lecturas de 2008, de la revista HermanoCerdo:


‘Se me acusó hace poco de andar escondida entre los clásicos, de escudarme en ellos para no asumir la responsabilidad debida a mis coetáneos. No es cierto. De lo que ando huyendo es de la noria del mercado editorial, que nos obliga a dar vueltas alrededor de sus propios estados contables en vez de coger el camino azaroso que nos dicte el gusto y el amor por los libros. La crítica de libros se ha convertido en una de las estaciones en el camino del éxito editorial, entre el coctel y la firma; en esa medida, cuando el desempeño de la crítica no está a la altura de las expectativas de los escritores o de los dueños de las editoriales, parece natural que se quejen.


Pero ese no debe ser el orden de las cosas. Los críticos no escriben para los escritores ni para los editores: sus interlocutores son los demás lectores y solo a ellos debe explicaciones sobre sus propias maneras de leer: el oficio de la crítica es el establecimiento de un diálogo íntimo con ellos, el ejercicio constante de la seducción a través de la develación. La relación resultante debe ser “de confianza recíproca y de amor”, en un proceso de interacción y de ósmosis. En esos términos define Steiner la relación entre discípulo y maestro, pero ello no convierte al crítico en un profesor en el sentido estricto de la palabra: de hecho su discurso nace y crece en el limbo deliciosamente indeterminado que se esconde entre la academia —empeñada en clasificaciones y etiologías— y el reporte insustancial de la actualidad. Allí puede ir y volver a su antojo, crear a diario cosmologías que expliquen el mundo, y establecer las filiaciones necesarias para que ningún libro se quede huérfano de padres, o carezca de amigos que lo acompañen, de campeones que lo defiendan de la imbecilidad de los contemporáneos y de las vicisitudes de la posteridad’.



Releer varias veces este texto me ha hecho preguntarme por el lugar que debe ocupar la crítica y por el status de ésta. Supongo que Margarita está refiriéndose a lo que sucede actualmente en Colombia cuando dice que ‘la crítica de libros se ha convertido en una de las estaciones en el camino del éxito editorial, entre el coctel y la firma’. Supongo también que en otros lugares la situación debe ser parecida. E insisto en que lo supongo en la medida en que rara vez leo reseñas de libros y mucho menos críticas porque ambas suelen parecerme aburridísimas. Prefiero leer directamente los libros y ya. Lo máximo que llego a leer aparte de la obra en sí es algún comentario personal que no pretende dar la última palabra sobre nada.


En una época en la que la concentración de la propiedad de los medios de comunicación y la naturaleza eminentemente comercial de la mayor parte de éstos imponen restricciones a la diversidad de puntos de vista representados allí —¿recuerdan “el caso Echevarría”, provocado por una crítica desfavorable que escribió Ignacio Echevarría para el suplemento cultural de El País acerca de una novela de Bernardo Atxaga publicada por Alfaguara?—, la reducción de los costes de producción de las publicaciones impresas y el acceso a los contenidos en formatos digitales son una alternativa para la creación de nuevos espacios de reflexión y de exposición de ideas donde no haya cabida para que las grandes empresas ejerzan presión a favor de sus intereses corporativos.


Si para los públicos masivos mirar los comentarios de libros de la prensa generalista es suficiente, para satisfacer a los pequeños públicos especializados o con intereses muy específicos esperemos que sobrevivan al menos unos pocos espacios como las revistas académicas, las publicaciones de reseñas como la Revista de Libros de la Fundación Caja Madrid o el Boletín Cultural y Bibliográfico —que no sé si sigue editando la Biblioteca Luis Ángel Arango en Colombia— y, claro, algún suplemento cultural confiable. En el ámbito hispanohablante personalmente me gustan el cultura/s —de La Vanguardia—, el Dominical —de El Heraldo—, Radar y Radar Libros —de Página/12— y adncultura —de La Nación—. Por otro lado, recientemente dos buenos editores me han dicho que el ABCD —de ABC— también está muy bien.


***


Una última cosa: no dejen de echarle un ojo ni al blog de Margarita ni a su columna en la revista Arcadia.

6 comentarios:

Belnu dijo...

Algunos intentamos aún leer los libros con atención y contarlos con una forma, transmitir pasión y también claves para el lector, aunque no tengamos el espacio ni la frecuencia que querríamos.
¡Pronto te llegará mi libro balcánico! Espero que te guste. Voy a ver eese blog de Margarita...

Belnu dijo...

Me gusta cómo explicas lo que es la crítica o debería ser. Yo, como intrusa que soy en ese mundo, nunca me he sentido como los críticos reconocidos, que establecen la diferencia entre el bien y el mal y dan consejos, sino que hablo siempre desde mi subjetividad, aunque sea vehemente (Strong Opinions!), e intento dejar unas pistas para que los lectores vean si podría gustarles aunque a mí no me guste o no les gustaría aunque a mí sí.

martín gómez dijo...

Sí, sé a qué te refieres cuando hablas de transmitir pasión y claves al lector. Creo que justamente a eso se refiere Margarita cuando dice que 'el oficio de la crítica es el establecimiento de un diálogo íntimo con ellos, el ejercicio constante de la seducción a través de la develación. La relación resultante debe ser “de confianza recíproca y de amor”, en un proceso de interacción y de ósmosis'.

Espero con ansias tu libro balcánico.
Un abrazo.

martín gómez dijo...

A mí me cuesta eso de las strong opinions. Me gusta intentar tomar una distancia y no mostrarme en la medida de lo posible. Sin embargo, soy consciente de que al final es imposible conseguirlo porque cada decisión que tomas te pone en evidencia.

Lo bonito es cuando logras conectar con el gusto de algunas personas y éstas empiezan a confiar en tus puntos de vista...

Argénida Romero dijo...

La crítica, buena o mala...depende del ojo que la mira, es inevitable y -creo- necesaria.

Quizás, y asumiendo la subjetividad de las opiniones, un crítico literario nos de un respiro adicional y haciendo referencia a la diálogo intimo que apunta Margarita, permite construir espacios de reflexión siempre necesarios.

Esto, claro, cuando el ejércicio crítico se hace sin "compromisos editoriales" o con compromisos de aplaudir aquello que no merece aplausos.

martín gómez dijo...

Me parece que si una crítica no nos da ese respiro adicional del que hablas o el diálogo intimo al que se refiere Margarita, es estéril y carece de interés.

Creo que por eso en caso de que lea algo sobre un libro, prefiero que sean comentarios personales en lugar de reseñas o críticas.

Y ni hablar de los "compromisos editoriales", de los círculos del elogio mutuo o de los espacios consagrados al autoaplauso...

Espero seguir viéndote por acá, Argénida.