los libros no leídos
La montaña mágica, de Thomas Mann, es una novela importantísima para mí porque representa todos los libros que no he leído y que no sé cuándo podré leer. Empecé a leerlo a principios de enero de 1998, durante las vacaciones, y nunca pude terminarlo porque a mitad de mes empezaron las clases y me quedé sin tiempo para leer cosas distintas de las de mis cursos.
Durante mucho tiempo fui uno de esos compradores compulsivos de libros que se gastan cualquier billete que les cae en las manos comprándose alguna cosita que han estado buscando o que se les atraviesa por el camino. Mi biblioteca fue creciendo rápidamente —tanto que muy pronto me quedé sin espacio en mi cuarto, que igual es más bien pequeño, y que cada cierto tiempo tenía que hacer una Operación Tetris para reacomodarlo todo— pero como mi capacidad de lectura no lo hacía al mismo ritmo la brecha entre aquellos libros míos que había leído y los que no empezó a hacerse cada vez mayor.
Como en algún momento empecé a sentirme frustrado cada vez que salía de una librería llevando en la mano una bolsa con un par de novelas porque no sabía cuándo iba a tener el tiempo para leerlas, un día decidí dejar de comprar libros. Muchas veces soñaba que por culpa de alguna enfermedad me daban de baja en el trabajo y me obligaban a quedarme en cama durante meses enteros que yo dedicaba a leer Los detectives salvajes, La isla del tesoro, El otoño del patriarca, El corazón de las tinieblas, Tres tristes tigres, Moby Dick, La guerra de fin del mundo, Diario del año de la peste, La Vorágine, Guerra y paz, El obsceno pájaro de la noche y todos esos libros que me atraían y que no había podido leer hasta entonces, que en su mayoría tampoco he leído todavía y que espero poder leer algún día —lo máximo que he conseguido hasta el momento es leer Los detectives salvajes durante unas vacaciones, justo un par de semanas antes de la muerte de Bolaño—.
Ahora sólo compro libros que sé que voy a empezar a leer en el momento. Muchas veces los dejo empezados bien sea por falta de tiempo o bien porque no conecto con ellos. Pero si los compro es porque en ese momento tengo la necesidad imperiosa de leerlos. Si no llego a tener esa necesidad considero que no vale la pena comprarlos.
A propósito de los libros no leídos, en el ensayo “Los demasiados libros” dice Gabriel Zaid:
‘La gente que quisiera ser culta, va con temor a las librerías, se marea ante la inmensidad de todo lo que no ha leído, compra algo que le han dicho que es bueno, hace el intento de leerlo, sin éxito, y cuando tiene ya media docena de libros sin leer, se siente tan mal que no se atreve a comprar otros.
En cambio, la gente verdaderamente culta es capaz de tener en su casa miles de libros que no ha leído, sin perder el aplomo ni dejar de seguir comprando más.
“Toda biblioteca personal es un proyecto de lectura”, dice un aforismo de José Gaos. La observación es tan exacta que, para ser también irónica, requiere la complicidad del lector bajo una especie de imperativo moral, que todos más o menos acatamos: un libro no leído es un proyecto no cumplido. Tener a la vista libros no leídos es como girar cheques sin fondos: un fraude a las visitas.
Ernest Dichter, en su Handbook of Consumer Motivations, habla de esta mala conciencia en los clubes de libros. Hay gente que se inscribe como si entrara a un festival de la cultura; pero, a medida que los libros llegan y se acumula el tiempo que hace falta para leerlos, cada nueva remesa, y el montón, se vuelven un reproche muy poco festivo: una acusación de incumplimiento, hasta que rompe con el club, decepcionada y resentida de que le siga enviando libros, a pesar de pagarlos’.
Los demasiados libros, de Gabriel Zaid. pág. 11
Barcelona, 1996
13 comentarios:
Yo estoy en esa primera etapa de la que hablas. Compro y compro y compro. Desde que tengo un sueldo fijo, me gastó una pasta (demasiada, quizá) en libros. Antes los compraba de uno en uno; ahora en packs de 4.
Pero aún no me han entrado los remordimientos. Me gusta ver mi biblioteca llena de libros, me hacen "compañía". Me gusta pasear por la habitación y seleccionar el próxcimo libro a leer. Encontrar un volumen que compré años atrás con ilusión yg que ha quedado un tanto relegado al olvido. Cuando lo leo y me gusta, siento un grata sensación: el joven que compró aquel volumen no estaba equiocado.
Recuerdo Elias Cannetti habló una vez del tema. Recordaba en una entrevista qqu mucha gente le preguntaba con maldad, "¿Has leído toos los libros que tienes?" El resondía que no, que le horrorizaría haberlo hecho.
Cada libro sin leer es una oportunidad, una puerta abierta que espera, paciente. Nosotros elegimos cúando cruzarla.
Por cierto, desde que la compré, La Montaña Mágica esperó más de un año en la estantería, leí las novela hace un par de veranos, durante todo agosto. Es una experincia inolvidable, te la recomiendo.
Buena cita.
Pensaba que en este post nos ibas a descubrir qué secreto tenías guardado para conseguir leer todo lo que te gustaría leer y que antes de escribir el post no habías leído.
Y lo has conseguido.
Gracias.
Bernardo, yo no tengo ese secreto pero si tú lo tienes dámelo por favor.
¡Raúl, qué seguridad la que da ver los libros ahí!
Está claro que hace ilusión comprar libros sin saber cuándo vas a leerlos pero con el firme propósito de hacerlo algún día. Al final se trata de esperar a que llegue el momento adecuado.
Yo creo que un día no muy lejano voy a atreverme a leer La montaña mágica aunque no me den de baja en el trabajo ni tenga vacaciones.
A mi en cambio no me preocupa ni cinco tener libros que no he leído, de hecho es mi propósito, mi meta, que fastidio tener una biblioteca totalmente leída. Es como una fiesta donde todas las mujeres son exnovias. La acumuación tiene una ventaja y es que cuando se ha logrado una biblioteca medianamente variada y selecta, uno puede deslizarse sobre ella haciendo las relaciones entre las lecturas como uno quiera. Por ejemplo, en una semana la lectura de Otras inquisiciones de Borges, me llevó a Poe, después a Wilkie Collins, después a Chesterton, después a Wells y terminé en Rdyard Kipling (cuentos y novelas cortas de esos autores), lectura de una semana. Volví a Otras inquisiciones y después seguí con Quevedo y Unamuno y de Unamuno terminé en Ganivet...y así, sucesivamente a veces y desordenamente otras, el inicio no siempre obedece a una estructura o un orden, puede ser accidental, pero las relaciones, sutiles, no siempre causales lo van llevando a uno, a veces hay ataques de orden, de racionalidad, otras veces, simple azar, pero la única manera de darle espacio al azar es con un campo de elección amplio. Yo compro mucho libro de ensayo, poema y cuento. Leerse un libro de ensayo, poema o antología de cuento de tapa a tapa no me interesa cuando el libro no es orgánico. Nada más jarto que eso, prefiero pasar de un ensayo a otro referenciado en ese mismo pero de otro autor y de otro libro, que al siguiente ensayo del mismo autor del mismo libro. Finalmente, hay que ver la otra cara de la moneda, la felicidad infinita de leerse un libro que uno compró hace mucho tiempo, eso solo es posible si uno no lo leyó inmediatamente. Hace poco me pasó con el Sueño de los Héroes, lo compré hace 4 años con la obra completa de Bioy, pero solo lo leí hasta 2008, fue el mejor libro que me leí en 2008, estaba 4 años esperándome paciente hasta que lo leí, de un solo jalón y me dejó sin respiro.
Buena forma de dejarse llevar, Angulo. Envidio esas lecturas derivadas de Borges.
Completamente de acuerdo con lo que dice acerca de la forma de leer libros de ensayo y cuento cuando se trata de volúmenes no orgánicos.
Sabe una cosa maestro, he llegado a la conclusión que los libros no leídos los son porque son prescindibles, lo que pasa es que a uno le gusta tenerlos, aunque se sabe que nunca se leerán, un libro apilado alimenta el, de alguna manera, el ego, todos los lectores, los de verdad, teminan acumulando libros que nunca leeran.
Salú pue.
A mí me fascina comprar libros para ir armando redes de placer y gozo. Me encanta levantarme por la mañana y tener el antojo de una novela de Auster o Magris, o antes de irme a dormir escoger un pequeño libro de ensayos para leerlo a primera hora el siguiente día...Comprar libros para rellenar ciegamente una biblioteca me parace tan estúpido que ni siquiera es un tema que merezca la pena discutirse. Comprar libros para tenerlos a la mano y aprovechar los espontáneos impulsos que dispara una cita en otro libro, alguna recomendación, alguna canción, alguna película o incluso un pensamiento propio me parece uno de los empeños más nobles y heróicos que un lector puede tener en estos tiempos.
En estos días en que las editoriales publican buenos libros casi por error, cuando se compra una edición de los Aforismos de Díaz Defoo o La vida de Samuel Johnson que pronto se extinguirá, auténticamente desaparecerá de los estantes de Novedades y así, francamente, del horizonte del lector medio actual, se siente como si se salvara a un náufrago de la tormenta. Es, este acto, a veces, uno piadoso y sublime.
...Hans Castorp amaba aquella vida en la nieve. Se le aparecía semejante, en muchos aspectos, a la vida en las arenas del mar, pues la monotonía sempiterna del paisaje era común a las dos esferas; la nieve, con su polvo profundo, inmaculado, desempeñaba aquí el mismo papel que, allá abajo, la arena de amarillenta blancura; su contacto no manchaba: se hacía caer de los zapatos y de los vestidos aquel polvo blanco y frío como, allá abajo el polvo de la piedra y de las conchas del mar sin que dejase rastro alguno.
De una página escogida al azar de La montaña mágica. Saludos.
Johan, muchos de mis libros no leídos lo son más por falta de tiempo o de la disposición adecuada para conectar con ellos que porque no tengan valor o porque yo carezca de la voluntad necesaria para leerlos.
Aunque también es cierto que muchas veces el fetiche por el libro y por la biblioteca personal nos lleva a un apego y a un afán de acumulación erráticos.
Seguimos...
¡Dámaso, gracias por tu cita!
Saludos.
Martín.
País de papel, creo que eso de 'ir armando redes de placer y gozo' y de 'aprovechar los espontáneos impulsos que dispara una cita en otro libro, alguna recomendación, alguna canción, alguna película o incluso un pensamiento propio' va justamente en la misma dirección que plantea Roberto unos comentarios atrás y que es una excelente forma tanto de seleccionar lo que se lee como de hilar las lecturas que se hacen.
Completamente de acuerdo con respecto a que no tiene sentido 'comprar libros para rellenar ciegamente una biblioteca'.
Es bonita la figura que utilizas de salvar un náufrago de la tormenta...
Seguimos...
Yo tengo el dedo acusador de varios libros apuntándome y reclamando por mi falta de tiempo para ellos.
Por un tiempo me dio por comprar para leer cuando tuviese tiempo. He saldado la deuda con algunos, otros aun me esperan. Algunos tienen la buena suerte, y yo tambièn, de que me conectan de tal forma que no tengo manera de soltarlos hasta que no termine (soy de la que leo en un autobús camino al trabajo).
Por ahora he parado de comprar. Quiero leer los que aun andan sueltos par ahí, arrinconaditos...el remordimiento con ellos me mata, pero es como dices, uno empieza comprar porque se los encuentra y piensa "bueno, y si cuando vuelva no lo encuentro" o "si no lo compro ahora puede ser que no lo encuentre luego cuando pueda leerlo"...y bueno.
Abrazos
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