martes, 19 de agosto de 2008

bogotá, ciudad sin librerías

El último número de la revista colombiana Arcadia incluye un reportaje y una columna de opinión sobre el reciente cierre de tres librerías independientes en Bogotá: Exopotamia, Verbalia y La Caja de Herramientas. Años atrás habían cerrado otras librerías como la Buchholz, la Aldina, la Contemporánea, El Aleph, El Carnero y alguna otra que seguramente se me escapa o que no conocí. Yo sólo espero que las tres o cinco librerías independientes que hoy en día sobreviven en la ciudad tengan una larga vida.


Me imagino que el cierre de una librería independiente tiene repercusiones directas sobre la diversidad de la oferta. No es estimulante ni que el grueso de la venta de libros quede en manos de grandes superficies como Carrefour y el Éxito —donde sólo se le suele prestar atención a los libros que pueden superar un umbral mínimo de ventas— ni que la Panamericana o la Librería Nacional se conviertan en la única alternativa a éstos.



Aprovecho para citar las palabras de Valeria Bergalli, la editora de minúscula, con respecto a la importancia que tiene para proyectos como el suyo la existencia de una red de librerías independientes. Dice Valeria:


(…) en el fondo para editoriales como minúscula —desde el punto de vista del tamaño y de la cantidad de títulos que publicamos al año— lo fundamental es que haya una red de librerías independientes que esté en buena salud, que sea fuerte y que tenga una presencia amplia. En definitiva, librerías que trabajen de manera similar a la nuestra: intentando ofrecer a los lectores cosas que no son las propuestas mayoritarias o las que buscan sobre todo el rendimiento comercial’.


A continuación presento cito algunos apartes del reportaje y de la columna publicados en Arcadia —las negrillas y los subrayados son míos—:


- “¿Llegó el fin?”, de María Alejandra Pautassi


‘A finales de los años 70, muchas desaparecieron en las grandes ciudades de Estados Unidos. Lo mismo ocurrió en ciudades de Francia, España y Alemania, países con una importante tradición lectora. El lugar de las grandes librerías lo ocuparon las grandes cadenas. La razón, según Jason Epstein (mítico editor del New York Review of Books, creador de los libros de bolsillo y la Book Expresso Machine) era que la relación alquiler-stock no se correspondía: los altos costos de arriendo e impuestos en las grandes ciudades no hace inviable un producto de poca rotación como el libro. Una librería como La Caja de Herramientas, que no pasa de 60 m², tiene un lugar limitado para almacenar libros y, por lo tanto, también lo son sus ventas. Además, para que un libro se venda, llame la atención de un cliente, debe estar expuesto. Bien sea en una mesa de novedades o recomendados, o en una estantería. Pero el tiempo que un libro está en una estantería cuesta y puede ser demasiado en comparación con su precio al público’.


‘Alba Inés Arias, librera desde hace 12 años en la Lerner norte, una de las librerías independientes más grandes en el país y con 40 años de tradición, está de acuerdo. Los ingresos de la librería no dependen de las novedades. Los best sellers del momento, de hecho facturan un porcentaje pequeño de sus ventas del mes. Su negocio está en los clientes que compran muchos títulos de un mismo tema: investigadores, profesores universitarios y periodistas’.


‘(…) Las editoriales, sin embargo, no pueden pagar más. En editorial Planeta, por ejemplo, casi un 10% del costo de un libro va para los autores, el 20% está destinado a la impresión, el 10% al transporte y el 3% en comisiones para las personas que venden a las librerías. Si le sumas el 40% de comisión a distribuidores y librerías, queda un 17% para los costos de sostenimiento de editorial (facturación, publicidad, prensa, mercadeo, salarios). En este sentido, Gabriel Iriarte, director editorial de Norma, dice que “si el problema está en el descuento (el porcentaje que ganan las librerías) lo que se pone en duda es la viabilidad del mismo negocio editorial. Si a los libreros se les diera más descuento, no habría que cerrar las librerías, sino las editoriales”’.


Mientras en Argentina hay unas 1.700 librerías y en México 1.900, en Colombia solo se tiene noticia de 150 (y ahora menos). En promedio un colombiano compra alrededor de seis libros al año (incluidos textos escolares) y lee menos: en promedio 1,6. Y si Colombia se está peleando con Argentina el cuarto puesto en producción de libros de la región se debe a que imprimir en Colombia, desde hace unos años, es muy barato. No porque haya una gran demanda’.


“La sobreoferta no le sirve a nadie. Pero es lo que el mercado manda. El público busca novedades”, admite Alberto Sánchez, gerente comercial de Planeta. Y continúa: “El problema de las pequeñas librerías es que el mercado ha cambiado. El librero tiene que cambiar y adaptarse a lo que está ocurriendo en el mercado colombiano”’.


‘Según Robert Max Steenkist, coordinador de la Red de Librerías del Cerlalc, el cuello de botella está en que “mientras las editoriales funcionan como negocios, con puntos de equilibrio y con el objetivo de generar unas ganancias, la venta de libros está regida por otros principios. La razón social de las editoriales es distinta a la de las librerías, cuya función es llegar a un nicho de lectores ofreciéndoles una diversidad de opciones y de títulos” (…) Como ha pasado en Argentina, México y Chile, las pequeñas librerías deben ampliar su catálogo de servicios (intentar acercar al lector a los autores, hacer eventos y ofrecer distintos servicios culturales —dice Steenkist y concluye—: Se trata siempre de vender libros. Pero hacerlo de otra manera”’.


- “La sociedad de las librerías muertas”, de Nicolás Morales


‘Con la certeza de lo irreparable, finalmente ocurrió: las librerías independientes naufragaron. La especulación inmobiliaria, los remates de saldos editoriales y la rotación excesiva de títulos, dicen los libreros, se llevaron del mapa del norte y centro de Bogotá la historia, trayectoria y clientela de un puñado de muy buenas librerías: Verbalia, Caja de Herramientas y Exopotamia cierran sus puertas (…) Sus casos confirmarán aquí una tendencia mundial: la desaparición de las librerías de barrio, aplastadas por los mega malls de libros’.


Serán Panamericana, la Librería Nacional, Lerner y el Fondo de Cultura Económica quienes se queden con un pastel que solo compartirán con Carrefour y el Éxito mientras Paulo Coelho siga haciendo sonar sus registradoras. Sin demasiada fe albergo la esperanza de que Biblos, Alejandría y Arteletra, tres librerías independientes importantes del norte y centro de la ciudad, consigan sobrevivir como pequeños oasis de criterio y humanidad en un entorno en el que los libros y las palabras terminaron carcomidos por los best sellers y los porcentajes de utilidad a los que solo les sacan jugo quienes lograron acaparar toda la cadena alimenticia del libro. Podríamos debatir sobre las verdaderas razones de la debacle. A las ya mencionadas se sumarían el desorden administrativo, los robos, la compra directa de las instituciones a las editoriales, la piratería, el precio de los libros importados y una cierta falta de tacto de los distribuidores con los pequeños libreros’.


(…) es triste darse cuenta de que lo poco que hay, o hubo en Bogotá, está desapareciendo. Esta ha sido, es y será una ciudad sin librerías. No hay librerías en el sur de la ciudad, salvo tres Panamericanas en Plaza de las Américas, Venecia y el Restrepo; no hay librerías en el occidente, salvo una Panamericana en Salitre’.


Hay mucho por comentar pero no sé por dónde empezar. ¿Alguien se atreve a proponer un punto de partida?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde México, que no se encuentra en mucho mejores condiciones, me sumo a la preocupación. Creo que gran parte del problema, en todo el ciclo del libro, se encuentra en que no hemos podido desarrollar “buenos lectores”. Sin embargo, me queda claro que la problemática es mucho más compleja y que, tanto la industria editorial como el Estado, cada uno desde su ámbito, deben comenzar a replantearse el problema.

Por cierto, excelente blog, definitivamente lo estaré visitando.

Saludos.

martín gómez dijo...

Todo parece indicar que la situación es similar en muchos lugares aunque en ciertos países el peligro para las librerías independientes sea menor debido a la legislación con respecto al libro, al nivel de desarrollo del mercado y a los índices de lectura.

Muchas gracias por tu comentario. Espero que te sigas pasando por aquí.

Saludos.
Martín.

Javier Moreno dijo...

Yo creo que toca empezar a plantearse modelos de minilibrerías virtuales con ambiente familiar. Amazon para encontrar lo que se busca pero no es bueno (al menos no para mí) para descubrir cosas que no se conocen.

Tal vez estas nuevas librerías virtuales podrían tener la apariencia de revistas que sirvan de estantería a los libros que le gustan a sus editores.

Por otro lado, yo entiendo -hasta cierto punto- la caida de las librerías independientes dentro del nuevo esquema de venta virtual. Los espacios físicos cuestan demasiado para poder competir contra las páginas web. Lo que me parece curioso es que este fenómeno tenga eco incluso en lugares como Colombia donde la oferta virtual de libros es escasa y cara. Parecería que en casos como el colombiano el problema podría ser desencadenado no tanto por la existencia de Amazon y cosas así sino por la sobrevaluación del libro debido a imposiciones de distribuidoras con ansia de dinero y pocos escrúpulos. En fin.

martín gómez dijo...

Supongo que esas minilibrerías virtuales con ambiente familiar irán apareciendo y ganando terreno en la medida en que crezca el número de lectores asiduos insatisfechos con el sistema de recomendaciones de Amazon —que por la dinámica misma del mercado tiende a centrarse en el mainstream—. La existencia de un actor con una posición dominante siempre da pie para que alguien detecte y cubra los vacíos que éste deja, creándose así un pequeño mercado de nicho.

Es cierto que para los libreros el almacenamiento del stock representa un problema cuyo coste económico es enorme. Lo que no sé es si en Colombia el problema de las librerías independientes viene más de las tiendas virtuales o más bien de las cadenas de librerías y de las grandes superficies.

Ayer alguien que trabaja en una librería en Bogotá me decía que justamente uno de los mayores problemas que tienen allí los libreros es el trato que reciben de parte de los distribuidores, que al ser tan pocos son muy fuertes y tienen una posición dominante a la cual le sacan toda la ventaja que pueden...

El joven Horla dijo...

Desde mi experiencia, la sensación que me quedó de trabajar con librerías en Bogotá fue que buena parte de la culpa de toda esta situación era de las mismas librerías.
Si como editorial debe pagarse entre 30% y 40% de comisión a una librería la situación se vuelve insostenible.
A eso súmese la enfermiza aparición de intermediarios como transportistas, distribuidoras exclusivas, etc.
Lo que me parece que está mal planteado es el modelo de negocio, porque lectores y compradores hay.

Sería bueno comenzar por ver que en el ambiente editorial (librerías, editoriales, independientes o masivas) también hay comportamientos mafiosos y grupos con prerrogativas cerradas.
Aunque claro, lo más fácil siempre es echar la culpa.
Un abrazo, Martín.

Diego

Roberto Angulo dijo...

Martin, a mi me encantan las librerías, me hacen muy feliz. Pero eso amerita un análisis desapasionado desde el punto de vista de la demanda y desde l punto de vista de la oferta:

1)Desde el punto de vista de la demanda I: a la gente no le gusta leer ni comprar libros. Un amigo hizo un estudio sobre el consumo de libros y la cifra es irrisoria. Se resalta en este estudio que el nivel de ingreso no influye en el tema. Ni ricos ni pobres leen. Aislando el efecto el ingreso, las diferencias en las medias (de consumo de libros)no era estadísticamente significativa. Hay muchas mercancías no-necesarias que estan por encima del libro.

2)Por el lado de la oferta I: la feria del libro estacionalizó la oferta de libros. Además marcó una posición dominante desde el punto de vista del último eslabón de la comercialización. Esto en otras palabras se traduce en la imposición de una variedad limitada y de un precio alto.

3) Por el lado de la oferta II: Las librerías "de culto" o los libreros "de culto" están invadidos de una aureola de mística que es contraproducente. No aceptan que estan en un negocio y, bajo el pretexto de no traicionarse a si mismos, prefieren morir antes que buscar una solución económica y creativa que les permita sobrevivir sin menoscabar la calidad.

4) Como solucionar el problema?: Lo único que puede doblegar a la posición dominante es 1) La regulación del poder de mercado (la feria del libro es un exabrupto); 2) Incrementar las preferencia por la lectura en la política educativa y 3) La creatividad de las libreros, esto es, en el mercado solo una innovación puede vencer al mercado monopólico.

Frente a la última, los libreros prefieren la muerte porque se niegan a aceptar que vender libros es un negocio.

martín gómez dijo...

Claro, Diego, el esquema actual tiene sus perversiones como los porcentajes que se llevan los distribuidores o los libreros, que impiden que el modelo de negocios sea óptimo. Sin embargo, lo importante es que mientras esas anomalías del modelo de negocios se corrigen la supervivencia de cada quien sea viable ganándose lo pactado.

Está claro que el grueso de las ganancias se queda en los intermediarios y que esta situación siempre ha generado fuertes tensiones entre editores, distribuidores y libreros.

Yo creo que los momentos de crisis como el actual y las alianzas entre ciertos actores débiles pueden contribuir a corregir esas anomalías del funcionamiento de la cadena de producción y, por lo tanto, forzar un replanteamiento del modelo de negocios.

El negocio editorial está sufriendo cambios sustanciales y quienes no reaccionen se van a dar un golpe muy fuerte...

martín gómez dijo...

A Roberto ni le contesto porque sus anotacionem ameritan ser reproducidas en una entrada...