¡y el traductor es ...!
A muchos el detalle puede parecerles irrelevante pero para mí es de lo más significativo: la aparición del nombre del traductor en la cubierta de un libro.
Esta práctica es bastante frecuente en los sellos que se dedican a editar obras críticas y en las editoriales universitarias porque en el ámbito académico la acogida de un trabajo depende en gran parte del reconocimiento del traductor y del investigador encargado de la edición, cuyo prestigio es una fuente de legitimidad.
En la edición meramente literaria, en cambio, el papel del traductor —como el de muchos otros—no suele gozar de mayor reconocimiento y visibilidad a pesar de la importancia que tiene. Es justamente por eso que me gusta y me entusiasma tanto ver el nombre del traductor en las portadas de Acantilado y de la colección PoliRitmos de Global Rhythm Press.
Los comentarios de algunos amigos traductores me hacen pensar que para ellos y para muchos colegas suyos este gesto es una forma de hacerle justicia a su trabajo.
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En las imágenes:
- No matarían ni una mosca, de Slavenka Drakulić (traducción de Isabel Núñez). Global Rhythm Press.
- Orwell periodista, de George Orwell (traducción de Miguel Aguilar). Global Rhythm Press.
- Dossier K., de Imre Kertész (traducción de Adan Kovacsics). Acantilado.
- A lo largo del camino, de Julien Gracq (traducción de Cecilia Yepes). Acantilado.
2 comentarios:
Hola Martín,
Pues a mi no deja de sorprenderme el poco reconocimiento que el mercado editorial español da a los profesionales involucrados en hacer un libro. ¿Es que la gente no sabe qué es un colofón? A ver, el colofón es como si fuera una ficha técnica del libro, en el final de la edición, que incluye información como formato, tipología y tipo de papel utilizado, pero sobretodo los nombres de los profesionales que participaron en la edición: correctores, maquetadores, coordinadores, diseñadores... para lo bueno y para lo malo, para felicitarlos por una edición bien cuidada o regañarles por los errores. Me parece de un descaso tremendo tal invisibilidad. Y si llega a los traductores, que por lo menos los lectores saben qué hace y suele ser quien goza de más prestigio en ese proceso, es que realmente los demás son invisibles. Registro mi nota de protesto y pido a los editores que reflexionen sobre esa cuestión.
Saludos,
Andréia.
Hola, Andréia. Lo que describes es algo que tenemos que padecer cada día quienes trabajamos en los distintos oficios de la edición.
Si ni siquiera se reconoce el trabajo del traductor, ¿qué podemos esperar los demás?
Un abrazo.
Martín.
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