con el radar prendido
Siempre he sentido la necesidad de estar al día en los temas que me gustan o que me parecen interesantes. Por eso normalmente busco estar al tanto de las cosas que pasan en relación con esos temas y de la manera como evolucionan. Al fin y al cabo no hay mejor manera de cultivar los gustos, los intereses y la conversación del día a día. Por ejemplo, desde que empecé a leer para mí empezó a ser particularmente importante estar al día en el campo de la literatura contemporánea.
La necedad de los extremos
Mientras la mayoría de mis profesoras de Literatura predicaban el sofisma de que el mejor parámetro para evaluar la calidad de una obra literaria era el paso del tiempo y de que por lo tanto sólo valía la pena leer lo que sobreviviera a éste, yo hacía todo lo posible por familiarizarme con los autores y libros que se estaban publicando en ese momento y por leer al menos una pequeña parte de las obras publicadas recientemente a las que pudiera acceder a través de amigos, de las librerías y bibliotecas de Bogotá o de Internet. Me interesaba saber sobre cuáles temas y de qué manera se estaba escribiendo en ese momento pero como las clases de la universidad se enfocaban sobre todo en la lectura de lo que Harold Bloom llamó ‘el canon occidental’, terminé peleándome con esa academia cuya incapacidad de valorar lo que estaba por fuera de éste demostraba su carácter retrógrado y reaccionario. Y de paso con el canon mismo.
A raíz de mi entrada a la carrera de Literatura no sólo había dejado de darme pereza leer a Sófocles,
Al final siempre queda algo
A pesar de que en mi afán por expresar mi rechazo frente al espíritu retrógrado de algunas de mis profesoras llegué a caer en el juego de dejarme seducir por la novedad y de cerrarme a autores y libros cuyo valor igual me parecía incuestionable, creo que haber asumido una posición necia y contestataria valió la pena por el simple hecho de haber conocido a autores fundamentales para mí como Roberto Bolaño, Roddy Doyle, Rubem Fonseca, Tom Wolfe, Norman Mailer, Julian Barnes, Martin Amis, Michel Houellebecq, Enrique Serrano, Alessandro Baricco, Richard Ford, John Cheever, Antonio Tabucchi, Antonio Muñoz Molina, Edwidge Danticat, Don DeLillo, Juan Villoro, Charles D’Ambrosio, Jorge Volpi y Enrique Vila-Matas.
La lectura de un libro satisface el gusto y el interés que éste suscita de la misma manera que leer lo que se está publicando en un momento dado permite entender no sólo las preocupaciones o los intereses de los autores y de la industria editorial de una época, sino también distintos aspectos del espíritu de ésta.
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