
Tal vez porque muchas veces me he dejado llevar a la ligera por la euforia de la novedad, no soporto cuando en momentos de cambio aparecen pronunciamientos que proclaman “el inicio de una nueva era en…”, “la muerte de…”, la revolución de…” o “the end of the world as we know it”.
Desde que oí hablar por primera vez de la movida de los blogs he recibido miles de comentarios entusiastas a favor y en contra de éstos: que el blogging evoluciona como una nueva forma literaria en la medida en que está revolucionando nuestra idea misma de la escritura, que en la blogósfera sólo hay basura porque el blogger no está sometido a ninguna instancia externa de validación, que los bloggers van a acabar con los medios convencionales porque ellos están donde suceden las cosas mientras que a un periodista le tomaría horas llegar hasta allí, que los bloggers carecen de credibilidad porque son freaks escondidos bajo la imagen de lo que quieren y no han podido ser y que todos los blogs son o un querido diario que ni siquiera les interesa a tus amigos o un cúmulo de opiniones sin fundamento con respecto a temas sobre los que no sabes un pepino.
Estos comentarios suelen producirme desconfianza porque parecen proclamas politiqueras de esas en las que evitar señalar los matices es una fórmula al servicio de la eficacia retórica y porque en medio de la euforia de la novedad quieren hacernos creer que lo ven todo clarísimo cuando en realidad carecen por completo de perspectiva.
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En su charla en Kosmopolis el periodista y blogger francés Francis Pisani recomendó leer el artículo “Why I Blog”, publicado por Andrew Sullivan en la revista The Atlantic. Este fin de semana hice la tarea y leí el artículo de Sullivan, en el que encontré unos cuantos puntos interesantes.

En primer lugar, un par de anotaciones relacionadas con la urgencia de escribir justo cuando las cosas están sucediendo —que sólo sería un requisito para los blogs de actualidad— y de la inmediatez de la escritura:
- ‘We bloggers have scant opportunity to collect our thoughts, to wait until events have settled and a clear pattern emerges. We blog now —as news reaches us, as facts emerge’.
- ‘But a blog is not so much daily writing as hourly writing’.
- ‘No columnist or reporter or novelist will have his minute shifts or constant small contradictions exposed as mercilessly as a blogger’s are’.
- ‘For bloggers, the deadline is always now. Blogging is therefore to writing what extreme sports are to athletics: more free-form, more accident-prone, less formal, more alive. It is, in many ways, writing out loud’.
Y luego un par más sobre el blog como broadcasting, conversación y laboratorio de construcción colectiva de puntos de vista:
- ‘The key to understanding a blog is to realize that it’s a broadcast, not a publication. If it stops moving, it dies. If it stops paddling, it sinks’.
- ‘He [el blogger] is—more than any writer of the past —a node among other nodes, connected but unfinished without the links and the comments and the track-backs that make the blogosphere, at its best, a conversation, rather than a production’.
- ‘Some e-mailers, unsurprisingly, know more about a subject than the blogger does. They will send links, stories, and facts, challenging the blogger’s view of the world, sometimes outright refuting it, but more frequently adding context and nuance and complexity to an idea. The role of a blogger is not to defend against this but to embrace it. He is similar in this way to the host of a dinner party. He can provoke discussion or take a position, even passionately, but he also must create an atmosphere in which others want to participate. That atmosphere will inevitably be formed by the blogger’s personality’.
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Más agudas que las de Sullivan me parecen las opiniones de Alejandro Peláez con respecto a la popularización de los blogs en Colombia. Peláez se refirió al tema en su artículo “La lección del bloguetariado nacional”, publicado en la edición de julio de 2008 de la revista El malpensante.

Con respecto a la torpe reacción de los medios tradicionales frente a la popularización de los blogs dice:
- ‘Frente a la amenaza de los amateurs, la industria respondió dando un salto adelante y copiando la estrategia de los medios extranjeros. Se abrieron espacios de participación para los lectores: foros virtuales, columnas del lector, blogs, comunidades y mucho “contenido generado por los usuarios”. Si no puedes con ellos, lo mejor es cooptarlos, pensaron.
El asunto es que la amenaza bloguera en Colombia nunca pasó de ser una escaramuza aislada. Los maoístas digitales empezaron con fuerza, uno, dos, tres vietnams. Al cuarto se dieron cuenta de que para conseguir lectores no bastaba con regalar el contenido y quejarse del sistema. Ni siquiera bastaba escribir bien, tener buenas noticias o ser una alternativa frente a los grandes medios. Se necesitaba aplicar técnicas de ventas multinivel o recurrir a prácticas clientelistas para ganar audiencia. Mercantilismo puro y duro’.
Con respecto a la conformación de la audiencia de un blog anota:
- ‘Un gueto de lectores y su red clientelista no pasa de los veinte miembros y representa un porcentaje cercano al treinta por ciento del tráfico que recibe un blog. El resto de los lectores llega despistado después de una pregunta al oráculo de Google. En el blog que mantengo, varios lectores han llegado después de teclear frases como: “nombres afroamericanos de niñas”, “coloquialismos chilenos del 1850” o “¿cuántos taxis tiene Uldarico Peña?”. Ninguno encontró lo que buscaba y siempre vuelven los mismos cuatro comentaristas que ya son amigos de la casa’.
Peláez también aprovecha para explicar de una manera sencillísima por qué los blogs no son en sentido estricto una competencia para los medios tradicionales y, por lo tanto, no van a acabar con ellos:
- ‘Para respiro de los periodistas con sueldo, los blogs no son más (ni menos) que tertuliaderos virtuales para personas con gustos parecidos, y no el fenómeno revolucionario de masas que predicaban los gurúes. De hecho, lo mejor de los blogs está en las discusiones, chismes y peleas que ocupan el segundo plano. He visto discusiones entre gramáticos lunáticos, decanos de economía y matemáticos con postdoctorado que superan de lejos cualquiera de los debates programados por los medios tradicionales. También he participado en apaleadas verbales contra profesores universitarios más entretenidas que cualquier reality (…)’
Y, finalmente, Peláez da una clave para entender por qué, a diferencia de los blogs, en Colombia los medios tradicionales no han conseguido rentabilizar los espacios de participación propuestos en los foros y en las secciones de comentarios:
- ‘Cuando los blogueros trasladaron sus operaciones a pequeños gulags en los márgenes de la red, los medios tradicionales abrieron sus puertas a la horda dorada. “Su comentario es importante, participe, comente, opine”. Temujin87, OdOaKro y otros lectores siguieron las instrucciones y llenaron los espacios con sus comentarios pasados de tono. Resultó que la mayoría de los usuarios dispuestos a generar contenido eran muy diferentes de los asépticos ancianos que escriben para las secciones de “Cartas del Lector”.
El ecosistema de los comentaristas virtuales está modelado por la forma en la que son tratados. En los blogs, el dueño atiende a su clientela personalmente y le conversa. En las secciones de comentarios de los grandes medios el dueño nunca aparece y a los visitantes no les queda más que gritar para ser oídos. Los blogs son cafetines amigables y los foros virtuales un gran Disneylandia del insulto.
¿Por qué? Porque en los blogs se atiende y corteja al lector, mientras que en las secciones de comentarios de los grandes medios nadie les pone atención. La falta de atención al lector incentiva el comportamiento antisocial, convierte los foros en alcantarillas y a los lectores en hooligans.
El salto hacia adelante de los medios tradicionales fue un salto al vacío. No captaron que la gente participa para que la escuchen y, sobre todo, le contesten. Un blog o una sección de comentarios donde el autor principal no es capaz de internarse en la discusión no tiene sentido. Tampoco lo tiene la creación exponencial de contenidos de quinta y sin control editorial bajo el mantra idiota de la participación del usuario. La lección de los blogs no está en su carácter subversivo ni en la “frescura” de su estilo, la lección básica está en tratar bien al que lo visita y se toma el trabajo de escribir tres líneas para comentar. Esa lección no la han aprendido todavía los medios colombianos que tienen vitrina en Internet’.
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Mi experiencia como blogger no habría podido ser mejor: escribo sobre lo que me gusta, me divierto haciéndolo, le dedico mínimo una hora al día a hacerlo, las épocas en las que no he encontrado con facilidad temas sobre los que escribir han sido varias pero cortas, de vez en cuando recibo algún feedback de los veinte lectores asiduos de [ el ojo fisgón ] y tengo tres o cuatro buenos amigos de blog.
No obstante, no soy un entusiasta acrítico de los blogs ni un activista de la blogósfera. No me atrevería a decir que los blogs son esa revolución desde abajo de la que se habla —de hecho, varios de los blogs que más me gustan son hechos por veteranos profesionales del campo al que pertenece el tema sobre el que escriben—. Y cuando alguien me dice que va a abrir un blog para promocionar los servicios de su empresa o simplemente para escribir sobre aquellas ideas que se le vienen a la cabeza pero a las que no les puede dedicar mucho tiempo, muchas veces me lleno de desesperanza porque muy rápidamente me doy cuenta de que está echándole a una simple herramienta una responsabilidad que no es sino suya y de que abandonará su blog una vez se haya dado cuenta de que el impacto de las tres primeras entradas —a cada una de las cuales les habrá dedicado cuatro borradores equivalentes a 13 horas de trabajo— no habrá satisfecho las expectativas salvadoras que había puesto en ellas.
No es que abras un blog y el sábado siguiente mientras desayunas con tu familia te des cuenta de que te has convertido en una celebridad y luego, como si esto no fuera suficiente, de repente tus negocios empiecen a ir estupendamente.
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Bloguear o no bloguear: sí, sólo si evitarlo es imposible.