miércoles, 15 de agosto de 2007

summertime [ 26 ] / 'el arte del hecho' y los grandes éxitos del periodismo americano en letras libres

A continuación reproduzco la excelente introducción de Jorge F. Hernández al especial “Grandes éxitos del periodismo americano”, publicado en el número de agosto de la versión española de la revista Letras Libres. El especial que puede leerse en líneaincluye artículos de figuras como Walt Whitman, Stephen Crane, Jack London, Pete Hamill, Gay Talese y John Steinbeck.


El arte del hecho

Jorge F. Hernández


A diferencia de las cronometrías con las que los historiadores acostumbran a cuadricular al pretérito, el periodismo contemporáneo parece haberse propuesto escribir historia con prisa, tal como lo señala en estas páginas Pete Hamill, y podríamos agregar que el periodismo norteamericano en particular se ha concentrado en narrar el vértigo fugaz del paso de todas las historias no sólo con prisa, sino con prosa, y de la mejor que uno pueda leer. En esa vasta planicie de lo que en inglés han bautizado horriblemente como “no-ficción” (otra vez, el intento de definir algo precisamente por lo que no es), muchos escritores norteamericanos de diversas generaciones y ascendencias, todos célebres y muy leídos, no niegan ni reniegan de sus orígenes como cronistas, reporteros o ensayistas en adrenalina constante a publicarse en páginas de papel periódico; del otro lado del espejo, no pocos periodistas profesionales podrían presumir de sus intachables párrafos y precisas crónicas, precisamente porque nunca fueron tentados a escribir historias para el reino de la ficción, o ejercer así el arte del invento, sino todo lo contrario: escribir historias desde todos los reinos insólitos de la realidad, para ejercicio y lustre del arte del hecho.


Decía el gran periodista norteamericano A. J. Liebling que “mucha gente confunde con noticias todo aquello que lee en el periódico”, pues si bien está claro que en los periódicos abundan notas e informes, hechos y desgracias que no son periódicos, sino aislados y ocasionales, también es cierto que muchos de los párrafos que leemos en ese papel delgado, condenado a envejecer como un otoño cotidiano, son nada menos que literatura. No es que toda prosa de periodista sea literatura en bruto ni que todo periodista procure afinar en sus crónicas una definición de la verdad o denuncia de toda falsedad. Se trata, más bien, de que la literatura que abunda en cada partícula de la realidad que nos rodea está sujeta a germinar tanto entre la inspiración del poeta y los sacrificios sostenidos del novelista, como de la prisa por entregas y preocupación por informar del periodismo de calidad. Además, ya lo decía el imbatible Indiana Jones al ser cuestionado por un alumno impertinente: “Lo que buscamos en realidad son hechos… si lo que usted busca es la Verdad, le recuerdo que la clase de filosofía se ubica en el aula al fondo del pasillo”.


En estas páginas se ha reunido un notable mural de diversos ejemplos del periodismo norteamericano que dan fe de su alto nivel de excelencia y su incuestionable deleite como lectura –irónicamente intemporal o sin fecha de caducidad. Aquí se reúnen los novelistas y cuentistas que conocemos en nuestros estantes como escritores, cuando sus plumas se dedicaban a los hechos que miraron sus ojos para que su prosa los salvara de quedar invisibles y, por otro lado, los columnistas, reporteros o cronistas que, al realizar el mismo ejercicio, bien podrían empastarse como volumen en el mismo estante de nuestra más entrañable literatura. Estas páginas veraniegas reúnen un verdadero dream team del periodismo norteamericano –poco o nada conocido en nuestra lengua–, desde la crónica del asesinato de Lincoln, escrita por un emocionado Walt Whitman, hasta el célebre perfil de Frank Sinatra que escribiera Gay Talese para Esquire. En medio no escasean las joyas: un par de escalofriantes testimonios sobre el esclavismo; Jack London sobre el terremoto y posterior incendio de San Francisco; los recuerdos del telegrafista del Titanic; H. L. Mencken sobre el fundamentalismo religioso estadounidense (texto que no ha perdido un ápice de actualidad); Steinbeck sobre la Segunda Guerra; una estampa del hombre que cavó la tumba de John F. Kennedy; y una declaración de amor y odio al boxeo, deporte que alguna vez convirtió la violencia en arte, escrita por Pete Hamill, periodista neoyorquino de pura cepa que también contribuye con un ensayo introductorio sobre las transformaciones del periodismo en su país. Qué mejor si este mosaico antológico de grandes éxitos se puede acompañar de una bebida larga y con abundancia de hielo, mientras descansamos de los hechos de nuestras propias vidas.

martes, 14 de agosto de 2007

summertime [ 25 ] / umberto eco, los libros y las conversaciones de moda, el espíritu de la época y los cruces entre géneros

Una cita más de Pasando página que me hace pensar en temas como la construcción de la actualidad, los libros y las conversaciones de moda, el espíritu de la época y los cruces entre géneros. Sobre la adaptación que hace Umberto Eco en El nombre de la rosa de los historical mysteries dice Sergio Vila-Sanjuán que:


‘Utilizando un esquema ya rodado, lo que hizo Eco fue imprimirle densidad cultural, mayor calidad de escritura y el inmenso valor añadido que su propio prestigio intelectual le confería. Como ocurría con Milan Kundera, leer a Eco marcaba status y daba indicios de que quien lo hacía pertenecía al club de personas cultas que además eran modernas y estaban al día’.


Pasando página, pág. 117

Destino

Barcelona, 2003

lunes, 13 de agosto de 2007

summertime [ 24 ] / lecturas de fuga

¿Alguna vez han sentido la necesidad de leer una novelita entretenida y amena que los distraiga durante un rato, cuyo relato los vaya llevando suavemente a través del hilo de la historia y que, sobre todo, no los haga pensar mucho?


Con el tiempo y la energía que exigen el trabajo de Bestiario —que no deja de tornarse cada vez más interesante—, las lecturas y la redacción de informes para la editorial, [ el ojo fisgón ], la investigación sobre usabilidad de aplicaciones informáticas que tengo pendiente para la universidad, las citas con los amigos y la vida familiar, el viernes pasado cuando salí de la oficina sentí que tenía la cabeza recalentada y que faltaba poco para que se me fundiera.


Mientras iba hacia mi casa decidí tomarme el fin de semana libre y tan pronto como llegué allí me eché en la cama a hacer una siestita. Cuando me desperté me dieron ganas de aprovechar el fin de semana para leerme un libro y pensé que era un buen momento para llegarle a El péndulo de Foucault. Sin embargo, se me ocurrió que tal vez la novela de Umberto Eco podría ser demasiado exigente para mi estado mental. Tras repasar los cinco libros que tengo pendientes para leer en mi casa me di cuenta de que ninguno de ellos se ajustaba a mis necesidades del momento.


Después de un rato de indecisión y angustia algo me dijo que 99 francos, de Frédéric Beigbeder, era el libro que estaba buscando. Entonces me paré de la cama, me vestí y me fui a comprarlo. En la Fnac de Plaza Catalunya me dijeron que no tenían la novela, así que fui a buscarla a La Central del Raval pero allí me dijeron que sólo la tenían en La Central de Mallorca. Como ya faltaba poco para que cerraran la librería, decidí buscar alguna otra novela pero no encontré nada que me interesara en ese preciso momento. Estuve tentado a llevarme algo de Paul Auster, de Scott Fitzgerald, de Henning Mankell, de Haruki Murakami, de Robert Louis Stevenson o de David Foster Wallace que quería leer desde hacía un tiempo pero había algo que me decía que no era lo que estaba necesitando entonces.


Al día siguiente tan pronto como me levanté me fui a La Central de Mallorca y finalmente compré 99 francos. Después me senté un rato en una terraza, pedí un café con hielo, empecé a leer la novela de Beigbeder y todavía estoy enganchado a la historia más bien flojita pero entretenida de un creativo publicitario que un día decide mandarlo todo a la mierda.

domingo, 12 de agosto de 2007

lecturas de fin de semana [ 41 ] / 'harry potter no es cosa de niños'

La harrymanía sigue dando de qué hablar debido a los misterios que rodean y por más que intento evitar darle importancia no lo consigo: mientras que Salamandra todavía no ha dicho aún cuándo publicará en español Harry Potter and the Deathly Hallows, desde hace cerca de diez días circula por Internet una traducción apócrifa a nuestra lengua del último tomo de la saga; por otro lado, hace poco capturaron en Francia durante 24 horas a un chico de 16 años que colgó en la Web una traducción completa al francés de Harry Potter and the Deathly Hallow un día después de su lanzamiento.


De momento reproduzco el siguiente artículo que encontré en la edición de hoy de Radar Libros, del diario bonaerense Página/12, acerca de una polémica con respecto a la categoría de venta en la que debe clasificarse la saga de Harry Potter y a las reacciones que ha suscitado la nueva clasificación propuesta por The New York Times.


Harry Potter no es cosa de niños

Para preservar los best sellers, arrasados permanentemente por la saga de Harry Potter, el New York Times decidió abrir una lista de libros infantiles. Y los fans reaccionaron enseguida contra lo que consideraron un inadmisible atropello. He aquí la solicitada presentada al periódico.


Cualquiera lo puede comprobar: el último tomo de la saga de Harry Potter, de la autora británica J. K. Rowling, lidera prácticamente todas las listas de best sellers. En nuestro país, el libro trepó bien alto y no deja de llamar la atención si tenemos en cuenta que la obra, además de ser voluminosa, está en inglés. Lo mismo sucedió en casi todos los países del mundo occidental. El último libro vendió 11 millones en menos de 24 horas. Por eso, los fanáticos de Harry Potter, que se cuentan de a millones y demostraron ser fervorosos, están indignados porque Harry Potter and the Deathly Hallows, recientemente lanzado, no figura en la lista de los best sellers del New York Times. ¿Una confusión? ¿Poca venta en Estados Unidos? En absoluto. Tras 16 años liderando las listas de best sellers –una lista que marca tendencias y determina de modo radical las ventas semanales–, el New York Times decidió crear una nueva lista con best sellers infantiles. Allí ubicó a Harry Potter, por supuesto en el número uno, mientras que en el primer puesto de la lista original figura The House on Hope Street, de Danielle Steel. Según los editores del New York Times, la decisión responde a las constantes demandas de muchos editores por el hecho de que Harry Potter estaba prácticamente monopolizando la tan codiciada cima de la lista, “cercenando la posibilidad del público de acceder a otras ficciones populares”.


La nueva lista de best sellers infantiles ya se publicó, y Harry Potter quedó relegado a una zona que, históricamente, tiene menos impacto. Pero la reacción de los fanáticos fue inmediata: no se llaman a engaño; no quieren listas infantiles. Van por todo y no aceptan rankings paralelos. A través de la página Web del New York Times, y mediante un servicio que permite redactar peticiones a partir de notas publicadas por el diario, los lectores se expresaron. Generalmente, las peticiones, que pueden ser presentadas por cualquier lector, acumulan alrededor de 30 firmas. En este caso, las firmas ya se cuentan de a miles. Este es el texto de la petición completa:


“A los editores del New York Times:

Es una injusticia que los libros de Harry Potter no figuren en las listas de best sellers del New York Times. ¿Para qué está la lista de best sellers si no incluye best sellers?


Los que abajo firmamos, demandamos que el libro Harry Potter and the Deathly Hallows se incluya en la lista de best sellers. Sentimos que es una injusticia que se mantenga este libro fuera de la lista, y hace a la lista un chiste.


No nieguen a una de las más exitosas sagas literarias de todos los tiempos el derecho a estar en la lista, ni a ningún otro libro que esté vendiendo muchos ejemplares.


¡Liberen a Harry Potter! Incluyan al verdadero best seller. Si no, la lista de best sellers del New York Times será un chiste.”


La lucha continúa.


Nota: para ver todas las entradas de [ el ojo fisgón ] sobre la harrymanía, hacer clic aquí.

sábado, 11 de agosto de 2007

lecturas de fin de semana [ 40 ] / 'nuevas armas para la novela negra'

Interesante artículo aparecido en la edición de hoy de Babelia acerca del auge de la novela negra y de las tendencias que aparecen en las obras de este género que se han publicado recientemente en España.


REPORTAJE: NUEVAS ARMAS PARA LA NOVELA NEGRA

Historias trepidantes en clave criminal

Rosa Mora 11/08/2007


La novela policíaca vive un auge indiscutible. Prueba de ello son los aires de renovación que se perciben en España, el esplendor de la nueva narrativa negra francesa o la aparición de nuevos autores suecos, en la línea marcada por Maj Söjwal y Per Wahlöö o Henning Mankell. Lo negro experimenta, además, una afortunada contaminación de otros géneros con resultados muy potentes.


Nunca como ahora se habían mezclado tantos géneros bajo la etiqueta de negra. Un librero de Barcelona, Paco Camarasa, de la Negra & Criminal, ha acuñado el término negro-criminal, pero la cosa va más allá de lo puramente negro o de lo policíaco. Las simples historias de investigación detectivesca están pasando a la historia, aunque seguro que también tienen partidarios. En cualquier caso, en este verano de 2007 hay un puñado de buenas novelas y sea cual sea la clasificación que quieran darle se perciben dos grandes líneas: las novelas duras, que exploran todos los aspectos de la violencia, de una violencia cercana y doméstica; y las historias, grandes o pequeñas, de lectura trepidante en clave negra.


En medio de todos, un escritor fascinante, el irlandés John Connolly, que desde que publicó Todo lo que muere parece que está escribiendo siempre la misma historia o, mejor dicho, hay una continuidad temática absoluta en sus novelas, El poder de las tinieblas, Perfil asesino, El camino blanco y, ahora, El ángel negro, publicadas por Tusquets. Todas protagonizadas por el policía convertido en detective privado Charlie Parker, un hombre atormentado por el recuerdo de su esposa y de su hija asesinadas salvajemente. Ni siquiera su nueva familia impide que siga oyendo las voces del pasado y ese pasado es terrible, siempre vinculado a la religión, a sectas, al Más Allá tenebroso. Con personajes malvados y misteriosos, como el Reverendo Faulkner, antes, o el repugnante Brightwell, ahora, que parecen surgidos de otra vida. En El ángel caído, Connolly nos lleva del mundo de la prostitución y los chulos, de la desaparición y asesinato de jóvenes, a un monasterio cisterciense cerca de Praga, en el siglo XV, al osario de Sedlec, a la secta de los Creyentes. Una novela intensa, compleja, negra, histórica, religiosa.


En la línea dura, Walter Mosley es garantía. En su nueva entrega, Beso canela (Roca Editorial), encontramos de nuevo a su detective negro Easy Rawlins con una vida estable. Ha conseguido un trabajo fijo como jefe de conserjes de un instituto de Los Ángeles, ya posee licencia de detective y tiene una familia estupenda. Todo cambia cuando su hija cae gravemente enferma y necesita dinero. Está dispuesto a asaltar un furgón blindado o a lo que sea. Lo bueno de las novelas de Mosley es que siguen la evolución de una comunidad de negros desde su salida de Luisiana y Tejas, huyendo del racismo y la marginación, hasta California, donde siguen luchando por sus derechos. Ahora estamos en 1966.


A tener en cuenta también a otro estadounidense menos clásico, Harlan Coben, empeñado en destruir el sueño americano. En La promesa (RBA) hace casi una parodia: en una aparentemente idílica localidad cercana a Nueva York desaparecen dos muchachas en poco tiempo, las dos acaban de cumplir 18 años, las dos están embarazadas. Nadie sabe exactamente si se han fugado o las han secuestrado, pero los padres están muy nerviosos y todos van armados. Por si fuera poco, una ex estrella del baloncesto se siente obligado a intervenir en plan rescate apoyado por un amoral y multimillonario amigo.


El lío es fenómenal, casi cómico, pero en el fondo yace su habitual crítica al american way of life, a la competitividad para entrar en las universidades y al papel que representa el deporte en la universidad.


A la británica Susan Hill la comparan con P. D. James. Su policía, Simon Serrailler recuerda al comandante Dalgliesh de James. Si éste escribe poesía, Serraillier dibuja y expone. También como a James, le gusta explorar la muerte y la violencia afecta a las personas. En El peligro de la oscuridad (Edhasa), tercera novela de la serie de Serrailler, el policía se obsesiona con los repetidos secuestros de niños.


Cinco historias fabulosas


En la parte más ecléctica tenemos cinco gozosas lecturas. Novelas muy diferentes, todas con sus elementos de suspense, pero que trascienden el género negro y, casualidad, las cinco han sido escritas por mujeres. La gran sorpresa es Así vuela el cuervo (Lumen), de la canadiense Ann Marie MacDonald. Es un novelón de más de mil páginas, de estructura compleja y argumento muy bien trabado, que engancha. Desde la primera página sabemos que se ha cometido un asesinato, pero hasta la 452 no nos enteramos de que una niña, Claire, un día no volvió a casa.


Todo empieza en 1962 cuando la familia McCarthy regresa a Canadá. Jack, el padre, es militar y ha sido destinado a una base. Mimi, la madre, es encantadora y los hijos, Mike y Madeleine, estupendos. La novela se desarrolla a diversos ritmos, primero, muy despacio, luego, a mayor velocidad, a menudo, a través de los ojos de Madeleine. La imagen de familia feliz se va desvaneciendo. El profesor abusa de las niñas, entre ellas, Claire y Madeleine, que no se atreven a decirlo. Jack recibe el encargo de cuidar de un científico nazi que interesa a los políticos por sus conocimientos de física nuclear. En realidad, es un criminal y torturador nazi y se convierte en el gran secreto de Jack. La sombra de la II Guerra Mundial se percibe aún ominosa y ya estamos en la guerra fría. La crisis de bahía Cochinos enrarece el ambiente de la base.


La violación y asesinato de Claire trastoca por completo la vida de todos. Un joven de 15 años es detenido, juzgado y condenado a muerte. Es inocente. Jack lo sabía, pero no podía hablar porque estaba protegiendo a un nazi. Este silencio pesará sobre su vida y la de su familia para siempre. Así vuela el cuervo es la crónica de un desmoronamiento, pero también la de una resurrección.


También se devoran los libros de la alemana nacida en Shanghai Ingrid Noll. Es la autora/autor que más se parece a Patricia Highsmith, sólo que en vez de tener un personaje amoral como el fantástico Tom Ripley ha creado deliciosas mujeres amorales. Como Highsmith, Noll parte de hechos a cotidianos para convertirlos en sombras amenazadoras. En todas sus novelas se vive la sensación de peligro inminente. En Como una dama (Circe), dos amigas viudas, de 70 años, deciden vivir juntas. Lore es elegante, intelectual, tiene dinero, resulta fría. Anneliese es gordita, simpática, le encanta cocinar, comer y la jardinería. Sabe muy bien cómo combinar hierbas. Así se cargó a su marido y está dispuesta a utilizarla siempre que sea necesario. La convivencia apacible de las septuagenarias cambia cuando ambas se interesan por el mismo hombre. Los celos, los defectos de cada una, las intrigas, todo sale a la luz. Noll, una escritora que crea adicción, aprovecha esta peripecia para reflexionar sobre la invisibilidad de las mujeres mayores.


Las historias de la francesa Fred Vargas también son adictivas, aunque en sus novelas son casi más interesantes los personajes que las tramas. En Sin hogar, ni lugar (Siruela) reencontramos a Louis Kehlweiler, también conocido como el Alemán, y a sus amigos, la ex prostituta Marthe, y a los cuatro tipos que viven en un viejo caserón: Marc Vandoosler, medievalista que tras 12 años de desempleo trabaja como profesional de la limpieza doméstica; Vandoosler el Viejo, su tío, un ex policía; Lucien Devernois, especializado en la I Guerra Mundial, y Mathias Delamare, que es prehistoriador. Todos corren cuando Marthe pide ayuda para un protegido suyo no muy espabilado acusado de haber matado a dos mujeres.


El cuento número trece (Lumen), de la británica Diane Setterfield, y La pared vacía (Lumen), de la estadounidense Elisabetth Sanxay Holding (1889-1955), ya llevan meses en las librerías y varias ediciones, pero si no las han leído aún, háganlo, de verdad, valen la pena. La primera narra la vida de una escritora de éxito, Vida Winter, una historia de hermanas gemelas, de una niña fantasma y de una mujer muerta en un incendio 60 años antes. La pared vacía es la afortunada recuperación de Sanxay Holding, que cuenta cómo se trastoca la vida de una mujer de clase media cuando su hija adolescente se enamora de un gánster.


Como ven, hay donde elegir y más, pero si van a una librería encontrarán mucho más.



Nota: para ver todas las entradas de [ el ojo fisgón ] sobre el thriller, hacer clic aquí.

viernes, 10 de agosto de 2007

summertime [ 23 ] / los premios literarios según josé manuel lara bosch, presidente del grupo planeta

Las siguientes palabras de José Manuel Lara Bosch con respecto a los premios literarios no sólo dan cuenta del pragmatismo del grupo que él preside, sino que también explican el desprestigio del premio Planeta:


‘El premio nunca ha pretendido descubrir autores, ni promocionar autores; un premio puede acelerar el proceso del autor, acelerar el tiempo para que el autor consiga a sus lectores, como cualquier campaña de promoción (…) Para lo que sirve un premio, evidentemente, es para acelerar un proceso, para ganar tiempo y para nada más. Yo creo que la gran función de un premio no es descubrir autores, es descubrir lectores’.


“José Manuel Lara Bosch conversa con Terenci Moix”

Conversaciones con editores, pág. 261

Siruela

Madrid, 2007

jueves, 9 de agosto de 2007

summertime [ 22 ] / el libro de bolsillo y el costo de vida

El libro de bolsillo es un intento de los editores por popularizar el libro desde dos puntos de vista: en primer lugar, para abrir un nuevo mercado para la circulación de títulos que pueden estar cerca de su máximo nivel de ventas en edición de tapa dura y, de esta manera, prolongar su ciclo de vida; y, en segundo lugar, para convertirlo en un bien de consumo masivo al hacerlo más accesible desde el punto de vista económico.


En España actualmente el precio de un libro de bolsillo oscila aproximadamente entre los 5.70 y los 10 euros —la media está alrededor de los 7.20. Las siguientes cifras del costo de vida en Barcelona nos ayudan a hacernos una idea de lo que representan estas cifras en términos de poder adquisitivo:


- Café solo ≈ 1 euro

- Café con leche ≈ 1.20 euros

- Barra de pan (en panadería) ≈ 0.70 euros

- Fórmula de desayuno café + croissant o donut ≈ 1.60 euros

- Fórmula de desayuno café + bocadillo pequeño + zumo de naranja ≈ 2.90 euros

- Tiquete sencillo de transporte público integrado (zona 1) = 1.25 euros

- Tarjeta de diez viajes de transporte público integrado (zona 1) = 6.90 euros

- Menú en barrio residencial (primer plato + segundo plato + bebida + pan + postre o café) ≈ 8.30 euros

- Menú en barrio de oficinas (primer plato + segundo plato + bebida + pan + postre o café) ≈ 9.50 euros

- Menú japonés ≈ 7.98 euros + IVA

- Menú tipo all you can eat ≈ 9.95 euros

- Menú Big Mac = 5.70 euros

- Kebab ≈ 3.50 euros

- Cerveza en un bar ≈ 1.70 euros

- Paquete de cigarrillos Lucky Strike (en estanco) = 2.40 euros

- Entrada a cine ≈ 6.60 euros (≈ 5.20 euros con tarifa reducida)


La idea de escribir sobre la relación entre el precio del libro de bolsillo y el costo de vida viene de un comentario que alguna vez le oí al escritor colombiano Antonio Ungar, quien en una conferencia en Bogotá mientras vivía en Barcelona dijo que en España con lo que costaba un menú era posible comprarse un libro de bolsillo —lo cual a mí me pareció asombroso—.


Seguramente la optimización de la relación precio del libro de bolsillo – nivel de ingresos depende de aspectos como el tamaño de la industria editorial, la adopción de una política del precio único, el monto de los impuestos al libro y el nivel de ingresos. Sería interesante saber cómo es esta relación en otros países —por lo menos en Francia es un poco más óptima que en España—.

miércoles, 8 de agosto de 2007

summertime [ 21 ] / el áncora editores, una editorial colombiana independiente

Entrar a la universidad significó para mí empezar a recibir referencias provenientes de todas partes con respecto a los temas más diversos. En mis clases tanto de Ciencia Política como de Literatura mis profesores hablaban de un montón de nombres y obras importantísimas, casi todas desconocidas para mí.


Gracias a la editorial independiente El Áncora editores en ese momento pude acceder, en primer lugar, a unos estudios interesantísimos en distintas áreas de las ciencias sociales como Bandoleros, gamonales y campesinos —de Gonzalo Sánchez y Donny Meertens—, El estado y la política en el siglo XIX —de Álvaro Tirado Mejía— y el resultado de las investigaciones de Alfredo Molano sobre algunos problemas fundamentales de la sociedad colombiana; en segundo lugar, a las cuidadosas ediciones bilingües de algunos clásicos modernos —traducidos en su mayoría por traductores colombianos— como Johann Wolfgang von Goethe, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Paul Valéry, Edgar Allan Poe, Samuel Taylor Coleridge, Oscar Wilde, Walt Whitman, Henry James, T. S. Elliot y Vinicius de Moraes; y, por último, a un montón de autores colombianos como Tomás Carrasquilla, José Asunción Silva, León de Greiff, Osorio Lizarazo, Jorge Zalamea, Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón, Marvel Moreno y Álvaro Cepeda Samudio.



Adicionalmente, El Áncora editores publicó dos joyas de la literatura contemporánea norteamericana que pasaron casi desapercibidas: El hombre al que amó, una colección de cuentos dispersos de John Cheever, y Los periodistas literarios —una compilación de reportajes de las figuras más representativas de este movimiento hecha por John Mcphee, Tom Wolfe Y Joan Didion—.